Chávez se fumó esta lumpia, por Teodoro Petkoff

Ayer, ante su partido, Hugo Chávez cometió uno de los más graves errores de su carrera política. Su discurso ultrajó a la nación y al propio cargo que desempeña. Hugo Chávez no fue ayer el jefe de Estado y presidente del país. Tampoco fue un líder de partido. Fue, lisa y llanamente, el jefe rabioso y sectario de un grupo de atorrantes que aullaban salvajemente ante los enloquecidos conceptos que salían de aquella boca de matón de barrio.
Nunca como ayer fue visible el discurso como compensación de una práctica gubernamental mezquina en logros concretos y, sobre todo, a mil años luz de cualquier cambio revolucionario. No hay ninguna epopeya revolucionaria en la historia del comandante. No hay una Larga Marcha ni una Sierra Maestra, tampoco la toma del Palacio de Invierno. Sólo un triste golpe militar fracasado. Por eso el discurso falsamente épico; por eso tanto Bolívar y tanto Zamora. Chávez es vicario de la gloria de otros. Pero la boconería trata de ocultar también una gestión grisácea, ambigua, más bien moderada que radical -lo cual no es nada malo si no fuera que para él eso es frustrante-, a la cual trata de ponerle emoción con el discurso desatinado de elefante en cristalería.
Pero ayer se salió de sus casillas. Perdió los estribos. Nuevamente ofendió a la Fuerza Armada al tratarla como una guardia pretoriana a su servicio. Amenazó con las armas de la República a la parte del país que lo adversa. ¿Con qué derecho pretende Chávez hacer de la FAN un instrumento de su facción política contra otras? Así como es inaceptable la pretensión de algunos de convocar al golpe contra Chávez, es igualmente inaceptable la pretensión de Chávez de convocar a la FAN a un golpe contra los adversarios del régimen. Esta debe obediencia al poder civil apoyado en la legalidad, no a un megalómano desorbitado que, en sus palabras de ayer, pretendería arrastrarla a una aventura.
La agresión a los medios de comunicación fue particularmente alevosa esta vez. Globovisión, que trasmitió una noticia equivocada que luego rectificó, fue objeto de un ataque sañudo, que se concentró en Alberto Federico Ravell. Chávez, fuera de sí, hizo algo sumamente peligroso; su amenaza de exhibir la fotografia de Ravell constituye literalmente una incitación al linchamiento físico. Por otra parte, Chávez por primera vez profirió una amenaza concreta contra la libertad de expresión al vociferar que podía quitarle a las televisoras la concesión del Estado que les permite funcionar. ¿Con qué derecho, con base en qué ley puede atribuirse Chávez la facultad de cerrar una televisora por razones políticas? ¿Mide Chávez acaso el alcance de esta insensatez?
Con el MAS Chávez mostró una faceta particularmente desagradable de su temperamento intolerante y poco democrático. Incapaz de admitir en su entorno una postura crítica, Chávez dijo claramente que el único modo de relacionarse con él y su revolución de pacotilla es mediante la incondicionalidad y el servilismo. Más de un dirigente del MVR debe haber sentido que era a ellos a quienes se dirigía, que era a ellos a quienes les pedía obediencia perruna. Chávez se queja de su soledad. ¿Cómo no va a estar solo un jefe que no acepta sino sirvientes a su lado? Por el bien del país esperamos que esto haya sido un pasón provocado por una lumpia mal fumada y que pasados los efectos perturbadores de aquél va a recuperar la sindéresis. De lo contrario, lo que viene sí es verdad que será candanga con burundanga. ¿O es que Chávez no se ha dado cuenta de que nadie le tiene miedo?