EDITORIAL | El ejercicio del periodismo en Venezuela cruza el Rubicón
Bienvenido 2025. Comenzar cada nuevo año abre la puerta a la esperanza de que las cosas serán mejores, de que se lograrán nuevas metas, de que se conquistarán deseos, del ahora sí. El año que recién terminó dejó a Venezuela con una marca que se hace indeleble, la idea de que la soberanía popular ha sido violentada.
El diccionario de la Real Academia Española define la expresión «cruzar el Rubicón» como «dar un paso decisivo arrostrando un riesgo». La frase proviene de tiempos antiguos para denotar el momento en que se cruza un punto sin retorno, en alusión al cruce del río Rubicón por parte de Julio César la noche del 10 de enero del año 49 A.C.
En Venezuela, 21 siglos después, hablamos también de un parteaguas en nuestra historia contemporánea, cuyas repercusiones apenas hemos comenzado a atestiguar.
El informe al cierre del año de Barclays detalla los impactos de la inestabilidad venezolana, y no solo en materia económica, agudizada por la imposición de un gobierno atornillado pero carente de reconocimiento y una ventana de oportunidad estrecha para una posible transición. Otras organizaciones también han dibujado escenarios para el país, todos problemáticos y mayormente impredecibles.
Estos tiempos también incluyen nuevos y profundos retos para la prensa venezolana. La represión que se vivió en las calles luego del 28 de julio no dejó por fuera a este oficio. Hubo una decena de periodistas detenidos, varios de ellos continúan encarcelados y todos han quedado con procesos judiciales abiertos y restricciones.
Además, a las restricciones ya conocidas para el ejercicio de la libertad de expresión y del periodismo auténtico, implantadas a partir del autoritarismo en el ejercicio del poder y la aplicación medalaganaria del estamento jurídico, se han sumado nuevos instrumentos para la represión de la palabra y la información.
De los creadores de una «ley contra el odio» que ha servido para apretar mordazas, ahora se ha sumado una «ley contra el fascismo» y una ley Simón Bolívar, quizá la más grave de todas. En todos los casos, por cierto, instrumentos que se dejan sin reglamentos para facilitar su libre interpretación por parte de funcionarios que actúan jueces y partes.
Todo ello ha aumentado los riesgos para quienes dedican su talento a informar a una sociedad que a diario es intimidada, castigada, por sus decisiones políticas. Ninguno de los medios de comunicación independiente escapamos de ello.
Pero debemos ser inteligentes para continuar avanzando. Ante el silencio, el miedo, la amenaza, creatividad y propósito. Seguiremos trabajando con el énfasis necesario en sortear obstáculos y «conchas de mango», para garantizar que -a pesar de todo- nuestras audiencias tengan los elementos necesarios para entender el contexto que los arropa y, al mismo tiempo, proteger el oficio y sus ejecutantes.
En tan solo algunos días, Venezuela entrará en aguas inexploradas. El sistema que conocimos hasta ahora vivió una larga degradación hasta finalmente conducirnos a otra cosa, una manera distinta de entendernos y cada vez más alejada de la idea de democracia. Lo sabemos y actuamos en consecuencia.
El periodismo necesita la democracia, y la democracia necesita del periodismo. Cuando uno de los elementos de esa ecuación se pierde, el otro debe ponerse a resguardo. Y así lo hacemos, sin dejar de cumplir nuestro propósito. Por eso a partir de ahora, nuestro ejercicio se adapta a esas nuevas realidades y, entre otras decisiones, nuestras firmas desaparecen de las notas, no solo por saber que una espada de Damocles pende allí arriba sino como testimonio del ejercicio restringido de la prensa.
Sabemos que una sociedad mejor informada es capaz de tomar mejores decisiones. El poder también, y lo vio hace poco más de cinco meses. Por eso insistirá en impulsar cada vez más narrativas desinformantes, a la par de cerrar más ventanas de expresión. Desde esta trinchera, que ahora se siente cada vez más como tal, seguiremos cumpliendo nuestro rol de promotores de un eventual retorno a la democracia en Venezuela, con nuestras cicatrices. Saldremos adelante.