El CLAP no llega a tiempo ni siquiera en cuarentena
“Nos están poniendo a pasar hambre. Hace más de un mes que pagamos las cajas CLAP en Catia y no nos han llegado”, se queja José Hernández, habitante del barrio Gramoven, quien lamenta que con su salario mínimo no es mucho lo que pueda adquirir
Luna Perdomo – Orianny Granado
En el kilómetro 12 de El Junquito, en la urbanización Lomas De Paya, las cajas del CLAP han llegado literalmente una vez a la cuaresma. El sábado 18 de abril les avisaron que debían pagar 30.000 bolívares porque -supuestamente-llegaría ese mismo día y con alguna proteína. Cancelaron y los tuvieron esperando hasta la 1:00 de la madrugada del día siguiente, pero la caja no llegó.
Despacharon el domingo después de mediodía y sin proteína. La caja CLAP en esta zona trajo seis paquetes de medio kilo de espaguetis, dos kilos de arroz, dos sardinas en lata (170 gramos cada una), un kilo de azúcar, un kilo de lentejas, dos de harina de maíz precocido, un litro de aceite y medio kilo de leche (de la mala).
Una semana después informaron que solo había llegado mortadela, que solo se entregaría a las familias con niños pequeños o con adultos mayores. El cargamento no alcanzaba para todos.
Tabla de picar y cuchillo en mano, los integrantes de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) fueron casa por casa picando medio kilo de mortadela, en la calle, para la repartición. “Toca mitad de mortadela para cada familia, pero solo para los que tienen niños”, fue lo que se les dijo a los habitantes de Lomas de Paya.
La mortadela no alcanzó para los adultos mayores, mucho menos quedó para las demás familias, pero el excedente que cancelaron por la supuesta proteína tampoco les fue devuelto.
“No nos han dicho que vaya a llegar pollo, sardinas o legumbres como han hechos en otros lados”, comenta Ramona de Colmenares, adulta mayor que pagó de más por la caja y que no recibió su medio kilo de mortadela, quien recuerda que la última vez que les vendieron sardinas fue el año pasado en el mes de diciembre.
Esa caja es la única que los habitantes de Lomas de Paya han recibido desde que inició el confinamiento por el coronavirus el 16 de marzo pasado, y se preguntan qué pasó con la medida anunciada por el gobierno de que los CLAP llegarían cada 15 días durante la cuarentena. Hasta ahora desconocen cuándo volverá a repartirse la comida, al tiempo que advierten lo que ya es conocido: que esos productos pueden “rendirlos” máximo por una semana.
En otras zonas de El Junquito, las cajas también han llegado una sola vez en cuarentena y lo único extra que se ha vendido fueron sardinas. En el kilómetro 16, a finales de abril, a cada familia se le vendió un kilo de sardinas a 30.000 bolívares. También se les ofreció un combo de aproximadamente 12 kilos de verduras, hortalizas y ramas surtidas por un total de Bs. 550.000, pero aún no se les ha confirmado si va a llegar, pues no son muchos los interesados.
«Nos están poniendo a pasar hambre»
“Nos están poniendo a pasar hambre. Hace más de un mes que pagamos las cajas CLAP en Catia y no nos han llegado”, se queja José Hernández, habitante del barrio Gramoven, quien también lamenta que con su salario mínimo no es mucho lo que pueda adquirir en los comercios tradicionales. “Los salarios son miserables, ¿qué se hace con 450.000 bolívares mensuales?; entonces, ¿qué como yo? ¿con qué compramos los productos de higiene?”, son algunas de las interrogantes que abruman a este obrero en medio de la cuarentena.
Hernández considera que en su comunidad los integrantes de los CLAP no usan mucho la lógica para distribuir los alimentos, pues “para la parte de abajo del barrio mandan lo más caro, que es donde hay pobreza extrema”, asegura, mientras señala que la causa de que no envíen proteínas ni productos económicos es que los habitantes de esa zona no están en base de misiones.
Otro habitante de Gramoven, quien solicitó el anonimato, respalda la denuncia de José Hernández y cuenta que ante la ausencia de las cajas CLAP han enviado unas bodegas móviles para vender a precios justos, pero explica que no les conviene porque “resulta que, muchas veces, con ese precio nos sale mucho más caro que comprar con efectivo en Catia y ellos (los integrantes de los CLAP) se agarran lo mejor”.
“No nos venden huevos, mortadela, pollo, ni carne. Ellos armaron un grupito. Son 30 consejos comunales y ellos solo seleccionaron siete para que reciban esos productos y todos los demás no recibimos nada”, revela Hernández.
Por la caja de comida en Gramoven pagaron 17.000 bolívares antes de que se decretara la cuarentena por covid-19, pero siguen esperando la poca comida que trae el CLAP porque muchas familias de la zona dependen únicamente de ella. Hernández y su vecino dicen que la misma situación viven con el gas: entregan las bombonas, pagan 50.000 bolívares y esperan entre 15 y 20 días para que les despachen.
Y las esperanzas de quienes depende de la dádiva gubernamental se estrellan contra una cruel advertencia: a mediados de abril, el protector del estado Nueva Esparta, Dante Rivas, pidió a los ciudadanos “estirar” la caja CLAP y “comer lo necesario” para que los alimentos les rindan hasta que llegue la siguiente. “Esta caja que entregamos ahorita debe durar por lo menos tres meses”, dijo.
En Caricuao no todos los sectores son prioridad para el CLAP
A pocos días de haberse decretado la cuarentena nacional el 16 de marzo, en la parroquía Caricuao comenzaron a cobrar el dinero correspondiente a la caja del CLAP, pero en este caso no se trataba de la habitual caja que llega de manera mensual, sino una entrega para que los vecinos tuviesen «cómo hacer frente a la pandemia» .
Sin embargo, aunque todos los vecinos de la UD-2 de Caricuao pagaron para recibir este nuevo «beneficio», no a todos les llegó. En las terrazas de la Zona A las personas no vieron la comida sino hasta mediados de abril, rompiendo así con la puntualidad particular que caracterizaba esta entrega en esa comunidad.
También a finales de marzo, desde el consejo comunal informaron que debían comprar 3 kilos de sardina fresca por cada benefactor de CLAP, pues quien no aceptara retirarlas corría el riesgo de no recibir «nuevos beneficios» que estarían llegando.
Días después anunciaron que venderían un combo de pollo y mortadela, pero no era suficiente para toda la comunidad, por lo que entregarían solo un producto por vivienda; productos que lógicamente serían asignados a dedo por los dirigentes del comité local.
Aunque los vecinos se muestran «agradecidos» por la entrega de proteína animal, que en muchos casos ha servido «para matar el hambre», les preocupa que ahora la bolsa no llegue con regularidad «porque ahí es donde viene lo que uno más rinde».
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