El dorado existe y está en la miel, por Miro Popić
La miel era el edulcorante primordial de los humanos desde tiempos precristianos, mucho antes de que se inventara el azúcar, por lo que no es correcto afirmar que el gusto por lo dulce en este lado del mundo es consecuencia de la colonización hispana. No. La introducción del cultivo de la caña de azúcar en Venezuela y en América fue obra de los conquistadores, lo que incorporó un nuevo ingrediente en la dieta americana con sus productos derivados, pero la preferencia por lo dulce es algo general a los humanos, y nuestros aborígenes ya lo tenían incorporado a sus caprichos gustativos, aunque no abusaran de él.
Un dibujo rupestre encontrado en la cueva de la Araña, Valencia, España, de hace unos diez mil años antes del presente, correspondiente al período epipaleolítico, conocido como el hombre de Bicorp, muestra una curiosa figura humana trepada en un árbol tratando de sacar miel de una colmena de abejas. Era la manera que tenían los primitivos europeos de procurarse algo de dulzor para enriquecer su dieta elemental.
Algo similar hacían los indígenas de la Orinoquia en tiempos prehispánicos. Lo comprobó el primer obispo de Venezuela, Rodrigo de Bastidas, asombrado ante la gran cantidad de colmenas y de abejas silvestres en los bosques nativos produciendo miel amarilla y negra, hecho narrado también por Galeoto Cey quien dijo que «abejas hay en grandísima cantidad y hacen la miel en los huecos y vacíos de los árboles… Llámenla los indios mava y siempre tienen un poco de agrio, que todas las flores lo tienen».
El padre José Gumilla dijo en El Orinoco ilustrado y defendido que «… no se halla palo hueco, árbol ni rama cóncava donde no se halle colmena con abundante miel, la que sacan con facilidad… Es tanta la miel que recogen, que por un cuchillo venden los indios cinco frascos de ella después de espumada y colada; todavía abundara más, si una especie de monos pequeños o micos no persiguieran las colmenas». Lo que equivale a decir que hasta los monos comían miel.
Fray Jacinto de Carvajal, en su Relación del descubrimiento del río Apure, en 1647, habla del hallazgo, entre Barinas y Apure, de un monte rico en miel de abejas y de un compuesto preparado con el látex extraído de la corteza de ciertos árboles. Fray Pedro Simón, describiendo las costumbres de los indios caribes que conoció́ cuando en 1612 recorrió́ sus territorios, dice que hay «…mucha miel de abejas, de cuatro o cinco castas, que crían la miel con diferentes modos, unas en huecos de árboles y no hacen panales como en Europa, sino que van formando una corteza de cera, tan grande y gruesa como un huevo, y dentro todo lleno de miel liquida y muy sabrosa».
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Una aislada comunidad de la Gran Sabana, ubicada entre Santa Helena de Guairén e Ikabarú, está luchando por obtener la certificación oficial del Servicio Autónomo de Propiedad Intelectual, SAPI, para que se le otorgue la Indicación Geográfica Protegida, IPG, a que tiene derecho, por antigüedad y por dedicación. Hablo de lo que se conoce como El Paují, aunque ya casi nada queda de aquellos años dorados. Los originarios pobladores han fallecido o partido, solo unos cuantos tercos insisten en lo suyo, junto a unas cuantas abejas que producen la miel más natural y orgánica que se puede conseguir en el mundo entero.
Tuve la suerte de poder asistir a una cata de seis mieles multiflorales procedentes de La Gran Sabana, de la comunidad de Kavytepuy, donde la única intervención humana es cuidar las abejas y retirar la miel de los panales cuando llega el momento. Una experiencia inolvidable y mágica, reveladora, única. Increíble cómo es posible generar tantas diferentes y excelentes tipos de miel a partir de la flora de un territorio inexplorado que lucha por resistir la avaricia aurífera amparada bajo ese bomba de tiempo que llaman arco minero.
Bajo la conducción técnica de la profesora Elba Sangronis, consultora en Ciencia de los Alimentos, master en Ciencia de los Alimentos de la Universidad Simón Bolívar, Ph.D. Food Science Wahinsgton State Univerwsity, Ruth Amaya y su esposo Peter Caston (@mielsabana @miel_kavytepuy) presentaron las seis mieles de la comunidad de Kavytepuy, mientras los presentes hacíamos de conejillos de indias para determinar las propiedades gustativas y aromáticas de cada una de ellas. Una tarea que volvería a hacer con gusto y hasta pagaría por ello. Un mundo nuevo para mí que confirma las primeras leyendas que comenzaron cuando la narrativa de El Dorado se instaló en el imaginario de los grandes aventureros del mundo.
El Dorado sí existía, lo que pasa es que por buscar el oro no se percataron de la miel, la verdadera riqueza de esa lejana y maltratada tierra nuestra, donde radica la última salvación del mundo. La única donde por lo menos hay agua. Si en vez de horadar la Gran sabana y perforarla hasta sus entrañas, le prestáramos atención a las abejas, viviríamos en un mundo más dulce y menos peligroso que el actual. Al menos, sin derrumbes como los de Bulla Loca, en La Paragua, estado Bolívar.
Miro Popić es periodista, cocinólogo. Escritor de vinos y gastronomía.