El Primero de Mayo, por Humberto Mendoza D’Paola
Twitter: @Giminiano
El Primero de Mayo genera en mí una gran nostalgia que me lleva a mi adolescencia barquisimetana, concretamente, los años de mi liceo Lisandro Alvarado. Época en que profundizaba mi participación en el movimiento estudiantil organizado y empezaba a coquetear con la militancia en las juventudes del MIR y del MAS, en reuniones en la Casa Sindical, en visitas a la radio, encuentros con organizaciones de los barrios y la Casa del Maestro.
En la semana previa al Primero de Mayo, solíamos organizar charlas, conferencia y pequeños mítines en el auditorio del liceo, en los cuales participaban dirigentes sindicales, profesores y sobre todo los estudiantes del Lisandro encabezados por su dirigencia nucleada primero en la Asamblea de Estudiantes y luego, a partir de 1975, el Centro de Estudiantes que tuve el honor de presidir. Nos acompañaba en esos actos el Gordo Páez y su poderosa voz. Entre mis compañeros estaban y participaban los que son miembros de Carota, Ñema y Tajá. Eran los preparativos para nuestra participación en las grandes marchas populares por las calles de Barquisimeto y que siempre finalizaban en mítines y entregas de pliegos de peticiones reivindicativas.
Eran días de unidad, que daban espacio para olvidar sectarismos y divisiones: ver caminando codo a codo a los dirigentes sindicales de AD, COPEI, MAS, MIR, PCV, gritando o cantando las mismas consignas y nosotros los estudiantes mezclados entre ellos ayudando con las pancartas y el sonido. Casi siempre mis amigos y yo terminamos en la casa de Lola y José Agüero, por la calle 60. Allí, junto a Napoleón Rodríguez, Daniel Colmenares, el Catire Vargas, Ian Izarra, nos encontrábamos con Adelis Freites y otros cantautores populares.
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Lola y otras compañeras hacían un gran sancocho y las cervecitas daban paso al caballito frenao entre discusiones políticas y canciones revolucionarias interrumpidas por consignas en favor de la clase obrera. Otras veces era con Adán Batista, el profesor Fortunato Armas, Freddy Rincón, el profesor Edgar Bazán, el gordito Edwin y otros militantes del MAS.
Luego, en Caracas e incorporado al movimiento estudiantil en el comité de preinscritos y ya militando en la Juventud de MIR, los primeros de mayo eran días de gran agitación y trabajo –diría más bien la semana del 1 de mayo– tanto en los locales de la FCU, el antiguo estacionamiento de la Plaza del Rectorado, las emisoras de radio, los autobuses de la avenida Lecuna, el San Ruperto, los Mercedes de la ruta Chacaíto-Magallanes de Catia, perifoneándo, pintando pancartas, agitando. Era de rigor asistir puntualmente a los puntos de concentración de la marcha y participar en ella; hacer notar nuestra presencia, llevar banderas no partidistas sino con consignas que identificaban nuestras políticas hacia los trabajadores.
En democracia, las marchas en las cuales participé eran masivas y pacíficas, sin que faltará algún escarceo aislado entre militantes obreros de partidos diferentes, por lo general al final de las marchas y ya ellos un poco entonados. Pero prevalecía la unidad de participación, de objetivos contenidos en el famoso pliego a ser entregado al presidente de la República, quien por lo general asistía a la tribuna que se instalaba en la Plaza O’Leary.
Era un día de lucha y protesta profundamente democrático y participativo. Hasta 1996, participé en las marchas y eventos del Primero de Mayo, día Internacional del Trabajador. Hoy rememoro esos días con nostalgia ante la inexistencia de esas marchas multitudinarias y representativas y me embarga la tristeza al ver por las redes sociales el asalto en Plaza Venezuela, ante la mirada complaciente de la policía, a una pacífica marcha de trabajadores y jubilados, luchando por salarios y jubilaciones dignas.
Esta oclocracia, como acertadamente la califica mi amiga Laura Cracco, no permite ningún tipo de disidencia ni manifestación reivindicativa porque o las reprimen las fuerzas represivas o mandan a sus camisas rojas, versión chavista de las camisas pardas y negras propias de los regímenes italiano y alemán durante los días previos a la segunda guerra mundial. Al enterarme de esta última noticia, reflexionaba sobre un artículo de José Ignacio Hernández sobre la Justicia transicional y el plebiscito sugerido por el presidente Petro. Con estos tonton macoutes de la cleptocracia, no es fácil pensar en Justicia Transicional y reconciliación. ¿O quizá haya que hacerlo con mayor fuerza…?
Humberto Mendoza D’Paola es abogado egresado de la UCV
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