En La Vega ni los megas ni la economía dan para la educación a distancia
Para los padres venezolanos la educación a distancia ha sido un calvario, por razones varias: económicas, sociales y por la precariedad de los servicios públicos
Flor y Mariam* cada una tiene dos hijos en el sistema escolar, en primaria y bachillerato. Las dos viven en La Vega (parroquia del Distrito Capital) y ambas hicieron más que maromas para poder cumplir con la educación, tras la modalidad impuesta con la llegada del nuevo coronavirus y las medidas para evitar su propagación.
Pedir prestados equipos electrónicos, salir en busca de buena señal o cazar una red WiFi libre, aumentar, y costear, el consumo de datos móviles de su plan de telefonía celular e intercambiar artículos para cumplir con la lista útiles escolares, son algunas las prácticas a las que han tenido que recurrir para que sus hijos sigan con su educación.
Con la llegada del coronavirus a Venezuela, el pasado 13 de marzo, una de las primeras medidas fue la suspensión inmediata de clases, en todos los niveles de educación. Ante ese escenario, la solución planteada por el Ministerio de Educación para no interrumpir la “normalidad” del año escolar y no declararlo perdido, fue la activación de un sistema de clases a distancia. Desde el ente gubernamental se estableció un Plan Pedagógico de Prevención y Protección con lineamientos para las diferentes escuelas del país.
Para los padres venezolanos la educación a distancia ha sido un calvario, por razones varias: económicas, sociales y por la precariedad de los servicios públicos; en el primer mes y medio de cuarentena, entre el 13 de marzo y el 30 de abril se reportaron 19.090 fallas eléctricas en todo el país.
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Cuando llegó la pandemia Flor tenía dos hijos en edad escolar, uno en quinto año de bachillerato y uno en segundo nivel de pre escolar. Para poder cumplir con las asignaciones de ambos tuvo que pedir una computadora prestada y su celular lo usaba para ver los videos de las clases y/o tareas; a pesar de su plan de datos telefónicos, que no le alcanza para cubrir la educación a distancia de sus hijos y no cuenta con un buen servicio de internet.
Para este año, en la escuela donde estudia su hijo pequeño decidieron hacer guías que retiran los padres y una vez resuelta la guía se lleva a la escuela para que los maestros la corrijan. “Se decidió que para este año escolar fuera así, porque no todos los padres cuentan con tecnología”, dice. Sin embargo, esto no los exime de requerir del celular, la entrega de las guías las anuncia por teléfono. “La guía de octubre me enteré en la rayita, porque tenía datos y pregunté cuándo tenía que entregarla y me respondieron: ‘Hoy hasta la 11:00 am’. Es fuerte, porque si uno no tiene datos o internet o saldo para recargar uno se queda en el aire”, resalta Flor, quien vive cerca de la fábrica de cemento de La Vega.
Dentro de todo valora que este año escolar no le hayan pedido lista de útiles. “Todo está increíblemente caro y la plata no alcanza. Este año no hubo lista de útiles, solo pidieron una carpeta y yo le compre dos cuadernos para las tareas: uno doble línea y uno cuadriculado”, esto para el más pequeño. Su hijo mayor terminó el quinto año de bachillerato en julio.
*Lea: Cendas calcula que en julio la educación a distancia requirió invertir mínimo $1.200
Para Mariam convertirse en la maestra de sus hijos ha sido todo un reto, no solo en recursos; “Fue muy fuerte tratar de nivelarnos a los profesores. Nos tocó convertirnos en los maestros de nuestros hijos y educarlos sobre temas que muchos de nosotros no conocemos o no tenemos cómo impartirlos.”, asegura. “Bajo el estrés que y la tensión que tenía, por la pandemia, las fallas de las comunicaciones; yo no lograba captar la atención de mis hijos para poder ayudarlos correctamente. Aún me siento sin capacidades para medianamente poder sustituir a uno de sus maestros”, aclara.
Los hijos de Marian, quien vive en el sector San Miguel de La Vega cursan 2do grado de básica y 5to año de bachillerato. La educación a distancia la agarró sin televisor en la casa y sin un plan de datos, conexión a internet y telefonía que pudieran ayudarla. “muchas veces tuve que salir a buscar una conexión WIFI para poder ver las tareas, otras veces traté de apoyarme en los libros, pero eso no servía de mucho, casi todo piden buscarlo en internet”, explica.
A diferencia de Flor, a ella si le pidieron útiles escolares, lista que no ha podido cumplir y lo poco que ha conseguido ha sido a través de intercambio, “Conseguí que me regalaran un sacapuntas y cambie una regla que tenía guardada por lápices”, narra.
También le pesa económicamente pagar por aumentar el plan de su telefonía para la educación a distancia, “Se me va el saldo súper rápido, trato de tomarle capturas a todo lo que pueda”.
Este año no le exigieron uniforme escolar. “El de segundo grado lo estoy llevando los viernes a la escuela para que vea clases allá, sin uniforme. Llegamos al acuerdo que no tenemos para comprarles los uniformes a los niños y lo que tienen están deteriorados”, explica.
Con el mayor ha sido más complicada la educación virtual, también establecer unas clases presenciales o que les reciban las tareas en físico.
El Centro Comunitarios de Aprendizaje por los Derechos de la Niñez y Adolescencia (Cecodap), presentó el pasado octubre un informe, con el apoyo técnico de Datanálisis, denominado “Situación actual de la educación a distancia en Venezuela”, donde se expone que el 72% de los hogares venezolanos aseguran que la calidad de la educación a distancia, durante la última etapa del año escolar 2019 – 2020, es baja.
“No poder acceder a la educación a distancia supone que la mayoría de los niños, niñas y adolescentes del país vean vulnerado su derecho a la educación y por consiguiente en mayor riesgo frente a las condiciones estructurales de la pobreza en Venezuela y sus efectos concurrentes ligados a la violencia”, expresa el estudio de Cecodap.
*Cambiamos los nombre de las entrevistadas para resguardar su identidad