Escenarios y matemáticas, por Rafael Uzcátegui

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En días pasados un grupo de activistas y defensores de derechos humanos, con la asesoría del sociólogo Héctor Briceño, nos juntamos para realizar un ejercicio de construcción de escenarios futuros en Venezuela. Los aprendizajes de los últimos años, en nuestro desigual abordaje del autoritarismo, nos han aleccionado sobre la importancia de cultivar el pensamiento estratégico, ese que intenta anticiparse a lo que depara el futuro para tomar decisiones en el presente.
El vértigo de la conflictividad política en el país pudiera impedir ver el bosque entero cuando se intenta evitar que talen el árbol que tenemos al frente. Un ejemplo: las organizaciones de derechos humanos documentaron, en el año 2004, las diferentes violaciones producto de la aplicación de la llamada «Lista Tascón» –cuando eran negados derechos y gestiones institucionales a quienes habían firmado a favor de la activación del Referendo Revocatorio– como casos que revelaban un patrón de discriminación. Y efectivamente fue así. Pero haber visualizado con distancia la película completa nos hubiera permitido hacer lo que no hicimos: Alertar lo que significaba para la propia vigencia de la democracia.
Nuestro ejercicio reciente estaba signado por un período electoral que, tentativamente, pudiera extenderse hasta el año 2025, cuando correspondería organizar comicios regionales. Los 4 escenarios probables que se lograron definir son mutables e interactivos. Siguiendo la metáfora de la escalera serían influenciados por el resultado de un primer escalón: La realización de elecciones primarias.
En el análisis se incorporó, además, las variables «errores de cálculo», cuando una de las partes subestima a la otra, y los llamados «cisnes negros», los acontecimientos que parecían improbables y que, al ocurrir, tienen un gran impacto y repercusiones. Al graficarlo todo colocamos 4 ejes dónde las diferentes posibilidades se alejan o se acercan: Persuasión, represión, fragmentación y consenso.
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El primer escenario se bautizó como «El ideal de Maduro». En este, el chavismo realmente existente logra re-cohesionar su base de apoyo popular en torno a la figura de Nicolás Maduro. Para ello aumentan el gasto estatal, los recursos públicos y el clientelismo, generando la expectativa que, ahora sí, se tomarían los correctivos necesarios para que la «revolución» pueda retomar aquellos días de gloria bajo Hugo Chávez. Miraflores obtiene una importante cantidad de recursos internacionales, vía prestamos, inversión o alivio de las sanciones, mientras, progresivamente, aumenta el reconocimiento y la confianza de la comunidad internacional en el gobierno.
Aquí, aunque sean situaciones puntuales de represión, la principal estrategia de aglutinamiento es el uso de la persuasión. Esta situación idílica para Miraflores necesita, en contraste, la máxima dispersión de las fuerzas democráticas, quienes han agravado sus disputas internas y se presentan divididas, en varios pedazos, a las elecciones presidenciales, debilitando con ello el apoyo de la comunidad internacional. Incluso, algunas de ellas retoman el discurso insurreccional. Los mensajes que recibe la población son de pesimismo y desesperanza, por lo que el flujo migratorio continúa de manera importante. Las proyecciones hacen que Maduro se sienta lo suficientemente seguro para otorgar algunas garantías, como invitar a observación electoral.
Una segunda posibilidad de ocurrencia fue calificada como «Rey tuerto». Siendo similar al anterior, Maduro intenta persuadir a la población y la oposición mantiene la disputa por el liderazgo interno, la diferencia es que la fragmentación opositora no es de la profundidad que impida el diálogo entre sus partes y la posibilidad de acuerdos electorales.
Por tanto, se aumenta los niveles de represión abierta, y el gobierno promueve reuniones con sectores de la oposición para, desde fuera, azuzar la división.
No sólo se mantienen las inhabilitaciones, sino que nuevos lideres sociales y políticos son víctimas de vulneración de sus derechos políticos. La Asamblea Nacional aprueba de manera express leyes restrictivas contra el espacio cívico, mientras el ejecutivo impone algunos castigos ejemplares. Maduro logra un relativo nivel de legitimidad luego que la comunidad internacional se fracciona en tres pedazos: Los tradicionales leales al gobierno, quienes deciden aceptar la situación en aras de normalizar las relaciones con Venezuela y quienes mantienen una postura a favor de la democracia en el país. Maduro mantiene la gobernabilidad, pero a un costo político alto.
Un tercer escenario ha sido rotulado como de «Cambio inminente». En este, la ondulación del péndulo la deciden las fuerzas opositoras, quienes han alcanzado un nivel óptimo de consensos e inclusión. Las primarias se convirtieron en el primer eslabón de una cadena que logró concatenar la diversidad de demandas sociales, revirtiendo la desesperanza y desconfianza, e incorporando al movimiento protransición a diferentes figuras del oficialismo, quienes han tomado distancia de Maduro.
La represión, abierta y generalizada, paradójicamente, ayudó a la cohesión en torno a la defensa frente al enemigo común. Los intentos de mejorar la popularidad del Ejecutivo fueron infructuosos, y el propio chavismo evidencia su deseo de contar con otro liderazgo, mientras se escuchan ruidos de sables dentro de los cuarteles.
Por su parte la comunidad internacional recupera su confianza en la capacidad de la oposición y mayoritariamente apoya la lucha por la mejora de las condiciones electorales, incluyendo a varios países latinoamericanos. Este escenario es de alto riesgo debido a las impredecibles respuestas oficiales frente a una derrota electoral, inminente e indetenible. Sectores menos radicales de cada polo político comienzan una serie de acercamientos.
Un cuarto horizonte potencial es el de «Conflicto acentuado». Aunque la oposición no ha alcanzado máximos óptimos de consenso, ha logrado unos importantes niveles de coordinación estratégica que le han permitido, con algunos saldos negativos, sortear la represión. La cohesión interna del gobierno se debilita, evidenciándose tensiones internas, sin embargo Maduro conserva importantes bastiones de apoyo tanto dentro del partido como dentro de las Fuerzas Armadas. La estrategia clientelar logra un impacto relativo, pero no en la intensidad buscada por las autoridades. Estados Unidos y la Unión Europea mantienen el liderazgo de la comunidad internacional en su incidencia sobre Venezuela, mientras la mayoría de los países latinoamericanos se mantienen a la expectativa.
Frente a la posibilidad de perder elecciones, las autoridades toman decisiones que le generan un alto costo político, abandonando el frente internacional por jerarquizar el control interno. Aumentan las tensiones internas dentro del oficialismo.
El diseño de estas posibilidades contempló los llamados «imponderables», que pudieran incidir en cualquiera de los 4 horizontes. Por ejemplo, la convocatoria a megaelecciones o la sustitución de Nicolás Maduro como candidato. Como son dinámicos, estas situaciones influirían en la descripción anterior. Otros elementos con impacto en los escenarios son si se mantiene o debilita la hegemonía de la ruta electoral, los niveles de construcción de consensos dentro de las fuerzas democráticas, la propia unidad interna de la sociedad civil así como el debate entre radicales y moderados. Está por verse el impacto que pueda tener el debate sobre el reclamo del Esequibo.
El elemento clave, como vimos, es la cohesión o división del campo democrático, una variable que las autoridades persistirán en intervenir. Pudiéramos conjugar fórmulas matemáticas. La primera: La unidad opositora es directamente proporcional a la posibilidad de cambio político. Mayores consensos elevan la probabilidad, mientras que luchas intestinas lo disminuyen. En contraste, podemos postular que la unidad oficial es inversamente proporcional a la transición democrática. No hay manera que regrese la democracia si los chavismos no se dividen y se confrontan entre sí en aras de sobrevivir. Por tanto, hay que elevar el costo político de cualquier decisión que aumente, dentro de las fuerzas por la transición, la fragmentación o la desconfianza. Por eso, no hay que perder el foco.
En una opinión personal, hasta ahora el escenario de mayor probabilidad parece ser el de «Conflicto acentuado». Los resultados de las elecciones primarias han permitido al bloque democrático aspirar a transformarse de nuevo en una amenaza creíble, tras la imposición por la base del consenso en torno a una candidatura presidencial, en un ejercicio de participación que ha resucitado la confianza en las posibilidades de cambio. Será un camino lleno de obstáculos y zancadillas, pero reiteramos, el objetivo del autoritarismo es impedir la recomposición de sus antagonistas y la sintonía de la clase política con las aspiraciones populares.
Rafael Uzcátegui es Sociólogo y Coordinador general de Provea.
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