Estampas de la Venezuela «revolucionaria», por Simón Boccanegra
Un periodista europeo, que ha venido en varias ocasiones a este país y que anda por aquí de nuevo, estuvo cubriendo las protestas ante la Asamblea Nacional, y en idas y venidas entre las estaciones de Capitolio, Bellas Artes y Colegio de Ingenieros, tomó seis veces el metro. Puesto que en el curso de sus incursiones por Venezuela siempre pega un brinquito hasta mi oficina, ya existe un cierto grado de confianza que le permitió mandarme un correo contándome impresiones sobre la cotidianidad de la Venezuela «revolucionaria». Las transcribo, con su venia, sin ponerle ni quitarle ni una coma y respetando hasta la sintaxis de quien escribió a vuelo de computadora.
· En el primer tren me encontré con un señor que le faltaba una pierna, y que además decía que tenía SIDA, que estaba pidiendo dinero. «Es el único recurso que tengo», decía.
· En el segundo, se subió un muchacho que cantó (muy mal) una valsada, también con fin de recoger dinero.
· En el tercero, la cosa mejoró esta vez fue un par de jóvenes bastante talentosos, que nos entretuvo un rato con una canción «hip-hop».
· En el cuarto, una señora al lado mío no ofreció ningún tipo de entretenimiento…simplemente me pidió «una ayuda».
· En el cuarto, apareció un hombre que no decía nada. Mientras le temblaba incontrolablemente la mandíbula, levantó una mano con unas heridas verdaderamente espantosas, y sin curar, y con la otra mostró unos recipes con los detalles de las medicinas que necesitaba.
Me subí en el sexto con cierta aprensión, pero esta vez no pasó nada. Es cierto que hay que tratar con cuidado este tipo de material anecdótico, para no sacar conclusiones indebidas en base al azar del día a día. Pero me parece que lo de hoy no podría ocurrir en un país en el que (1) el desempleo estuviera bajo control, o por lo menos en descenso, como dice el gobierno, y (2) el sistema de salud funcionara pasablemente bien.