Hambre y libertad, por Miro Popić
Twitter: @miropopiceditor
La libertad es imposible con hambre. Esta sentencia la saco del libro El hambre en la historia, de E. Parmalle Prentice, quien, al estudiar el problema en la Europa de su tiempo, llega a estas conclusiones: comida suficiente y barata es sinónimo de progreso; la escasez de alimentos trae consigo salvajismo; hay miseria y esclavitud cuando se necesitan muchos brazos para producir una cosa; inevitabilidad de la esclavitud cuando es la única fuente de trabajo; el hambre relaja y debilita los músculos humanos.
En nuestro continente no hay muchos documentos de hambrunas antes de la llegada de los hispanos, salvo una en el imperio incaico, en la segunda mitad del siglo XV, que duró siete años y fue provocada por una enorme sequía. El problema comenzó con la conquista y las relaciones de servidumbre a que fueron sometidos los indígenas. Algunas se debieron a los cíclicos problemas meteorológicos que hoy simplificamos con el niño o la niña, pero la mayoría fueron de origen político y económico. Víctor Manuel Patiño en Historia de la cultura material de la América equinoccial, menciona el origen de estas hambrunas a causas de: huelgas de siembras o suministros por parte de los indígenas; epidemias y pandemias; tala de mantenimiento como arma de guerra; dilapidación del grupo conquistador; otros fenómenos desconocidos en la época prehispánica, como el monopolio y la carestía artificial e inducida.
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Conforme a relatos de Girólamo Benzoni, La historia del Mondo Nuovo, y de Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, la primera huelga la hicieron los taínos de la isla La Española, actual República Dominicana y Haití, en 1518.
Fue una huelga de siembras en contra de los españoles donde «el hambre mató muchos más el año que arrancaron la raíz de la yuca con la que hacían el pan de los nobles (el casabe), y se abstuvieron de sembrar el maíz que es el pan del pueblo».
Pedro Cieza de León, el gran relator de la conquista del mundo andino, cuenta que en 1558 los indígenas del alto Cauca hicieron una huelga de siembra de consecuencias terribles, porque «con la guerra que tuvieron con los españoles, vinieron a comerse unos a otros, por la hambruna que pasaron, causada de no querer sembrar a fin de que los españoles, viendo falta de mantenimiento, se fuesen a sus provincias».
Otras hambrunas se debieron al desplazamiento de la mano de obra indígena y esclava a la extracción minera y como servicio en las haciendas, abandonando el trabajo de siembra que no alcanzaba siquiera para mantenimiento de los grupos familiares. Este vacío fue llenado rápidamente por funcionarios y mercaderes que monopolizaron todo lo que se podía almacenar, especialmente cereales, y otros que provenían de ultramar beneficiando a la metrópoli. Patiño afirma que «la política de subsistencia a cargo de los cabildos, aunque trató de reglamentar el suministro de víveres, no logró impedir los males anotados, que provenían del sistema político. Generalmente las medidas perjudicaban a la clase más desfavorecida».
La guerra del hambre no es lo mismo que el hambre en la guerra. Hay un dato curioso en nuestra historia americana donde se da el caso de que guerreros indígenas, en vez de dejar morir de hambre a sus enemigos, los alimentaban antes de atacarlos. Cuestión de orgullo.
Para ellos era una cobardía atacar a gente hambrienta ya que, si vencían, podían decir que los derrotaron por esa debilidad y no por la fortaleza de sus enemigos. Y si eran derrotados, sería una vergüenza caer ante adversarios muertos de hambre.
En otros casos, sembraban de noche ayudados con antorchas y peleaban de día. Cuenta Cienza que decían a los cristianos «que la guerra la continuasen todo el tiempo que ellos quisiesen, y que no destruyeran los mantenimientos, sino que comiendo a discreción de ellos, dejasen los demás para que ellos hiciesen lo mismo, pues lo sembraban».
Nosotros no estamos en guerra, al menos oficialmente, así es que ni siquiera podemos soñar con que nos alimenten antes de atacarnos. Tampoco nos dejan sembrar, menos de noche porque no hay gasoil para alumbrar los campos. La alimentación está a merced de los CLAP o los bodegones. Dime lo que comes o dónde compras y te diré quién eres. Están claros que con hambre no hay libertad.
Miro Popić es cocinólogo. Escritor de vinos y gastronomía.