Hay propinas que pueden ser mortales, por Miro Popic
La propina, según el diccionario, es un “agasajo que sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción se da por algún servicio”. Quienes más la agradecen son los mesoneros que trabajan en restaurantes y bares donde, dependiendo del efecto del alcohol, será más o menos generosa. Aunque algunas pueden ser letales. Si no, que le pregunten al teniente Alejandro Andrade, quien acaba de ser condenado a 10 años de prisión en un juzgado de Miami, acusado de haber lavado dinero por más de 1.700 millones de dólares. En su defensa, su abogado dijo que, pese a esa enorme cantidad de dinero, su cliente solo se hizo con 60 millones de bolívares. Como si robar solo 60 millones contra 1.700 no fuese igual delito.
¿Y qué tiene que ver esto con las propinas? Pues, porque fue gracias a una propina que se descubrió uno de los tantos entramados de corrupción que afectan al país y que, en nuestro caso, se relaciona con el vino. Mejor dicho, con un vino, Pétrus, considerado el más costoso del mundo. Vamos por parte.
De acuerdo a informaciones suministradas por las autoridades policiales del principado de Andorra, la investigación comenzó cuando un mesonero del restaurante Le Cinq, del prestigioso hotel George V de París, recibió como propina la cantidad de 100.000 euros (en realidad 99,998) De inmediato se dirigió al gerente del hotel para aclarar la “donación” y poder justificar en su banco y ante el fisco francés, el origen de tan alta suma de dinero. Cuando se le preguntó quién le había dado tal propina, respondió que había sido un cliente venezolano. De inmediato el gerente llamó a la policía y de ahí partió la investigación que llevó a la reciente condena del teniente de Andrade.
Ocurre que la propina llegó vía transferencia desde la Banca Privada de Andorra ordenada por una compañía registrada en Panamá, punto de partida para descubrir lo que posiblemente sea el mayor entramado de lavado de dinero y corrupción del mundo
La generosidad de ese cliente venezolano parece que era algo rutinario en dicho hotel, considerado uno de los más lujosos del mundo. Un seguidor en tuiter me acaba de enviar un extenso reportaje aparecido en LeParisien el 12 de agosto de 2018 (file:///Users/miropopic/Desktop/Le%20george-v,%20roi%20des%20palaces%20parisiens%20-%20Le%20Parisien.html), con el título de Le George-V, roi desde palaces parisiens (George V. Rey de los palacios parisinos).
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Allí, la periodista Odile Plichón, describe con minuciosa observación todos los lujos que se ofrecen en tan afamado hotel y, entre las muchas anécdotas que narra, incluye uno de una mesonera llamada Fanny Champlon. Textualmente escribe: “Así, Fanny Champlon, en el bar, recuerda aquella noche donde, joven empleada, estaba en el room service, y un cliente venezolano, que acaba de ordenar un cena a las 4 de la mañana, le había pedido tres Pétrus entre los más caros de la cava (60.000 euros los tres), cuando ella no sabía nada de cómo funcionaba la cava. ‘Tuve la oportunidad de conocer una sección consagrada a los Pétrus”.
¿Cómo es esa sección de Pétrus? Tal como lo cuento en la página 119 de mi libro Venezuela on the rocks!, catorce metros bajo tierra, en un hueco abierto entre las rocas que sirvieron para construir el Arco de Triunfo, bajando una pronunciada escalera de caracol, está la famosa cava del hotel construida en 1928. Pasados los estragos de la segunda guerra mundial, la cava fue restaurada en 1998 por Eric Beaumard, ganador como mejor sommelier de Europa en 1994 y autor del libro Les vins de ma vie. Hay allí 50 mil botellas de 2.800 casa productoras, donde la joya es una magnun de Pétrus de 1959.
En una de las esquinas superiores hay una sección en honor a los principales clientes donde figura una placa en una repisa sobre una columna, dedicada a ese generoso venezolano amante del Pétrus, donde se lee, en español “a Diego Salazar El Matador de Pétrus”.
Hay propinas que matan