Almagro se lo juega todo, por Gregorio Salazar
Si algún gesto le faltaba a Luis Almagro para quemar las naves en su lucha contra el régimen de Maduro lo acaba de hacer con su afirmación de que ninguna vía se puede excluir cuando se trata de desalojar del poder a quienes mantienen en condiciones de severa crisis humanitaria a su propio pueblo y además se niegan a permitir la asistencia internacional que la mitigue.
Polémicas declaraciones sin duda a la luz de los principios internacionalistas y que de inmediato obligó a un deslinde de once de los catorce países del Grupo de Lima, tan avocada a la situación venezolana, mientras que en su natal Uruguay, país que lo postuló a la OEA, tuvo el rechazo de propios y extraños, desde el izquierdista Frente Amplio hasta sectores de la derecha.
Desde el gobierno, el presidente Tabaré Vásquez dejó saber que Uruguay no respaldará a Almagro para una reelección el año próximo. Las críticas parecieron colmar la paciencia del secretario general de la OEA que insiste en poner las cosas en blanco y negro y cree que su posición está blindada por el derecho y la ética. “Un niño por día se muere de desnutrición infantil en Venezuela. Eso es una campaña de exterminio. ¿Eso es lo que defienden? ¡Por favor! Defienden dictaduras, defienden opresión, defienden represión, defienden torturas, defienden torturadores, defienden a los asesinos, a aquellos que violan a los presos políticos. Eso es lo que están defendiendo. ¡Por favor! ¡No sean ridículos! ¡No sean imbéciles!”, declaró exaltado a una emisora de Montevideo.
La embestida de Almagro logró incluso sacar de su mutismo al jefe del gobierno cubano Díaz-Canel, quien no había accedido a una entrevista desde el mes de abril cuando tomó el cargo. Por supuesto, tampoco se hizo esperar el fuego nutrido desde otros sectores de la izquierda latinoamericana que están exigiéndole al “traidor” y “ministro de las colonias norteamericanas” su renuncia a la Secretaría General de la OEA.
Ya se verá si Almagro queda chamuscado al intentar repetir en su cargo, pero visto está que ello parece importarle poco en lo personal al uruguayo, a no ser porque su permanencia en la OEA significa preservar una plataforma privilegiada para luchar contra el régimen madurista. De resto Almagro ha asumido su enfrentamiento como un compromiso ético y existencial a fondo.
Lo central es que Almagro ha puesto en el punto de penalti el menudo dilema que significa para las democracias latinoamericanas el qué hacer con un régimen como el venezolano que al haber generado un éxodo y secuelas sólo comparables con la de países en guerra está creando graves urgencias sociales y económicas en varios países de la región, en especial los fronterizos con Venezuela. Por lo que se ha anunciado, se apegarán a la vía institucional de suyo lenta y tortuosa como es el de la justicia internacional.
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Lo que sí dejó entrever la conducta de Almagro es que ciertamente la opción de la intervención extranjera para desalojar por la fuerza a Maduro y sus aliados en Venezuela ha estado siendo analizada, estudiada, evaluada, considerada. Sólo que el deslinde del Grupo de Lima pareciera haberla alejado.
Nada fácil esta opción para los gobiernos que se involucraran, que se verían lidiando en lo interno con su propia opinión pública y sus adversarios políticos.
Le tocaría responder por las vidas humanas que se sacrificarían en el intento. Piénsese en el gobierno de Colombia teniendo que financiar una confrontación fratricida. ¿Se la autorizaría el Poder Legislativo? Tampoco parece factible, principalmente, mientras no se garantice una movilización en el componente militar venezolano.
Es frecuente ver en las redes sociales la discusión sobre este tema y resulta curioso que sólo se piense en la acción rápida y puntual de la defenestración del régimen sin ninguna otra implicación, sobre todo cuando éste ha tenido tiempo suficiente para planificar cómo elevar el costo político a quienes la intenten. Esto es, costo en vidas y en la destrucción a fondo de la capacidad de recuperación económica del país que sin duda intentarían los perdedores. Por lo pronto no está a la vuelta de la esquina la intervención que no descarta Almagro. Pero esta es una película a la que faltan todavía muchos fotogramas.