Juicio político, por Teodoro Petkoff
Como en el viejo chiste del policía que pide sus papeles a un ciudadano y no encontrando cómo matraquearlo porque todo está en regla, le pregunta por el dinero que lleva en la cartera, le dice que eso es para comprar una pistola y lo detiene por porte ilícito de armas, el Consejo Nacional de Protección del Niño y del Adolescente impuso una crecida multa a TalCual porque publicó un texto de nuestro Laureano Márquez en el cual este dirige una carta a una cierta niñita que según su padre, hombre de mucho poder, dijo algo que lo impulsó a introducir cambios en uno de los símbolos patrios. El policía del cuento, en definitiva.
Tenemos razón pero vamos presos. Según el Cnpna, supuestamente habríamos violado la Ley de protección al menor. Al mismo tiempo que nos multó prohibió a Laureano y a TalCual mencionar nunca más en su vida el nombre de la niñita ni nada que tuviera que ver con ella. Una insólita modalidad de censura.
Apelamos, desde luego, y hoy en un tribunal de Barquisimeto (porque la niñita vive en esa ciudad), después de más de un año, una jueza decidirá sobre nuestra apelación. Todo este incidente es absolutamente ridículo e insostenible, pero constituye una expresión muy socarrona, muy ladina y relancina de las pretensiones del gobierno de ejercer presión sobre los medios mediante la judicialización de la censura. El gobierno, aparentemente, no censura; la tarea queda a cargo de los tribunales, que de modo selectivo (no masivo, ciertamente), por inducción de la Fiscalía, abren juicios a periodistas o medios, dejan esos juicios colgando indefinidamente, como amenaza “disuasiva”, hasta que de pronto, como en nuestro caso, dejan caer el hacha judicial, si alguna motivación específica los lleva a ello. La motivación, en el caso de TalCual, es clara: su postura política, que al gobierno no le place.
TalCual, obviamente, está siendo víctima de una retaliación política. El pretexto es insostenible en sana juridicidad. Que Laureano le dirigió una epístola periodística a alguien que según el Cnpna sería innombrable (a pesar de que su padre se refiere a ella a cada rato en sus discursos, con lo cual estaría incurriendo en el mismo “delito” del cual se nos acusa), es cosa sin pies ni cabeza.
Si ese señor no comete ninguna infracción, con sus frecuentes alusiones a los dichos y hechos de la graciosa personita que no podemos nombrar y que resulta ser su hija, entonces tampoco nosotros. Por vía contraria, si fuere cierto que nosotros cometimos una falta al mencionarla, entonces no hay duda alguna de que él también lo hace. Una de dos, pues, o el padre de la niña y nosotros cometimos una falta y ambos merecemos sanción o ninguno de los dos está incurso en falta alguna y la sanción sólo para TalCual constituiría una manifiesta injusticia. ¿O es que en este país unos son más iguales que otros ante la ley? Pregunta, más que retórica, bolsa, porque, no hay duda que sí, que en este país todos somos iguales, pero hay unos que son más iguales que otros.