La cocina que vendrá, por Miro Popić
La cocina no va a desaparecer. Los restaurantes seguirán existiendo. La gente continuará comiendo. Cambiará solo la manera de entender el hecho alimentario.
Leo que en España se agotó la harina de trigo y la levadura. El consumo aumentó un 196%. En cuarentena, todo el mundo comenzó a hacer pan en casa, lo cual es una buena señal de lo que viene. Menos dependencia, mayor compromiso. Ahora las estrellas Michelin estarán en nuestra cocina.
Las ventas de alcohol se incrementaron en un 54%. No quiere decir que nos volvimos alcohólicos por la pandemia, no, simplemente nos hizo previsores. Estamos conscientes de que el agua es necesaria para la vida, pero el alcohol es indispensable para vivirla.
Las ventas de chocolate aumentaron un 60%, la manera más económica y práctica de acceder a un momento de felicidad por unas pocas monedas sin sentimientos de culpa.
El distanciamiento social se convirtió en acercamiento social alrededor de la mesa, la nevera, el horno, es decir, regresamos a la hoguera como punto de encuentro. Volvemos a estar como en los inicios, sentados alrededor del fuego hablándonos a los ojos.
Nuestro horizonte dejó de ser la pantalla del móvil y nuevamente miramos alrededor, levantamos la cabeza, al menos por precaución, buscamos en viejas gavetas y ordenamos la biblioteca. Ante la ausencia de abrazos, nos aferramos a las palabras.
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De repente buscamos qué leer y nos enfocamos en recetas de cocina, ante el temor de improvisar con lo que queda en el refrigerador. Reducimos la ingesta diaria a dos, para no engordar tanto, bromeamos, pero en realidad es porque carecemos de certezas, no sabemos cuándo volveremos al mercado ni si lo que hay alcanzará para todos. No pedimos más justicia que un plato de comida para todos.
En estos días en que la cocina es mi oficina: He visto gente haciendo quesos en casa con leche del automercado. He visto chefs famosos dejando entregas a domicilio. He recibido llamadas de cocineros preguntándome si necesito algo. He visto a mi nieta haciendo pizzas virtuales en su Tablet. He probado vinos comprados en farmacia. He compartido catas frente a una pantalla. He visto colectas entre clientes habituales para adelantar propinas a trabajadores de restaurantes que han perdido sus empleos. He comprado tomates sin palparlos y frutas sin olerlas. He seguido cocinando para Yolanda como en nuestra cuarentena de años de vida juntos. He contestado todos mis correos. He seguido con mis proyectos como si fuera a publicar mañana. He sonreído a pesar del miedo y la tristeza. Lástima que no podamos abrazarnos, pero ya lo haremos, y con más fuerza. Somos gregarios.
Lo único cierto es que ya hemos cambiado. No tengo respuestas, solo preguntas. ¿Cómo será la cocina que nos viene? No lo sé, pero estoy seguro que será mejor. Al menos, más humana.