La cual aceptó, por Teodoro Petkoff
Íbamos a presentar hoy una tercera víctima del macarthismo, pero quedará para mañana, porque es imposible no comentar lo que dijo ayer Isaías sobre Lucas Rincón en El Nacional. Desde el 11 de abril de 2002 el oficialismo tiene a Lucas atravesado en la garganta cual espina de pescado. Que hubo un golpe no hay duda, pero que todo el mundo creyó que Chávez había renunciado, tampoco hay duda, porque el país vio al general de los tres soles informándolo por televisión.
Ahí está el detalle, como diría Cantinflas. Sin embargo, hasta ahora, la Fiscalía, que tiene una lista de 400 personas para imputarlas por el “carmonazo” y que ha logrado del TSJ el pasaporte para llevar a juicio a un grupo de altos oficiales por el mismo caso, hasta ahora no ha logrado explicar por qué el general Lucas Rincón Romero ni siquiera ha sido citado como testigo de excepción, puesto que fue a él a quien Chávez le dijo que “aceptaba la renuncia” que le pedían. Lucas no podía haber inventado eso. Una investigación no prefabricada no podría obviar a Lucas como primer chicharrón de esa cazuela. Tenía que haber sido el primer testigo y cuidado sino el primer imputado.
Al fin, Isaías Rodríguez, aprovechando el tercer aniversario del golpe, resolvió el acertijo de qué hacer con Lucas Rincón y su malhadada aparición en la pantalla. Tres años le tomó despejar la incógnita. Resulta que, según Isaías, a Lucas lo “conminaron”, prácticamente a punta de pistola, a decir lo que dijo. Sin embargo, el cuento de Isaías -quien lo echa, por cierto, presentándose, “modestamente”, como el hombre que salvó al Presidente-, deja muy mal parado al general Rincón. Vamos a ver qué dice éste. Que un general de la República, además con tres soles en el lomo, se deje “conminar” por sus colegas, como si fuera un recluta, a decir algo que no era verdad, casi no se puede creer.
Un general de la República, en esas circunstancias, se debe hacer matar antes que incurrir en tamaña felonía. No obstante, Isaías explica que, en verdad, Lucas trataba de “ganar tiempo” y que se papeloneó todo, inventando lo de la supuesta renuncia, porque no tiene ni la “cancha de Chávez”, ni, de nuevo muy “modesto”, “mi experiencia política”. De modo que, según Isaías, o bien el general tuvo miedo a la hora de las chiquiticas y, obligado, dijo una cosa que, según el nuevo evangelio, Chávez nunca le habría dicho o intentó una viveza pero es tan torpe que no le salió bien la cosa y terminó haciéndole creer al país entero, con su peculiar sintaxis, que el Presidente había abandonado el cargo. Cómo pudo ser ministro de la Defensa después de cualquiera de las dos tortas, es un misterio que Isaías seguramente nos revelará el año que viene.
Es como para preguntarse si el general Lucas Rincón Romero se va a quedar con esta presentación de los hechos, prestándose para repetirla ante los tribunales –porque ahora sí tendrá que ser citado a declarar-, utilizando la coartada que Isaías ha fabricado para él, o va a demandar por difamación e injuria al Fiscal General de la República.