La cultura cuesta abajo, aunque…., por Fernando Rodríguez
No hay la menor duda de que la espantosa crisis económica que nos ha caído encima ha mermado todas las actividades ciudadanas, desde el autobús y el almuerzo insufrible hasta aquellas propias del modesto bonche sabatino o las destinadas a recrear el espíritu.
Salvo, por supuesto, si usted tiene dólares y puede comer en esos restoranes del este de Caracas de los que habla Maduro, y que quiere vender como índices de que todavía somos aspirantes a país potencia, hasta viajar a Madrid a ver la “divina” exposición de Andy Warhol; vainas de clases, diría algún comunista anacrónico.
Claro que viene mermando desde que Chávez agarró el poder y puso la cultura en las manos más ineptas, desde aquel Farruco, comisario brutal, que no sé oye hace mucho (¿?), hasta los más desconocidos e iletrados compañeritos, incluido Adán Chávez que no debe saber quiénes son Alejandro Otero o Eugenio Montejo. Y el actual que sí debe saber quién es Adán Chávez pero no mucho más.
Pero mal que bien, en pequeña escala, una cultura no oficial, y a veces crítica, logró sobrevivir en sitios muy selectos o en esfuerzos en editoriales y librerías audaces y decididas o en un auge cuantitativo teatral nunca conocido que provocó la muerte de las telenovelas, a punta de orgasmos al principio pero que terminó con algunas excelencias, pocas pero excelentes, de Sciamana, Manrique, Arocha, etc.
Y un auge del cine, producto de un billetaje, ya desaparecido, salido de una hiperbólica ley de cine petrolera que algunos frutos legítimos, ciertamente, dejó y unos bodrios que pretendían adaptar la historia nacional a la ignorancia chavista, el Bolívar de Arvelo fue su desastroso clímax y los de Chalbaud su preludio no menos infame.
La cultura gubernamental no sirvió para nada y lo popular se fue al diablo para gloria del Sistema de Orquestas, que se llevó todo el dinero cultural, para que en el exterior creyeran que nuestros gobernantes hacían sus gabinetes con música de Mahler de fondo y nuestros jóvenes que son asesinados por las fuerzas del orden o las bandas rivales, asesinos y asesinados, decenas de miles son jóvenes, sino que viven tarareando a Mozart.
(Por cierto que la extraordinaria pianista, y valiente demócrata, Gabriela Montero le acaba de dar una paliza al notable director Dudamel, que ha utilizado dos importantes espacios mediáticos internacionales para volver a padecer de lo que lo creíamos curado, mezclar la dirección de orquesta con el de arrodillarse ante los sátrapas ).
La hecatombe inflacionaria y la inseguridad impiden que la gente asista a espectáculos. Igualmente la falta de lana. La taquilla de cines, teatros y conciertos se va a pique. Los libros son objetos de gran lujo, para producirlos y, por supuesto, para adquirirlos. La depresión nacional no invita a ejercitar el alma. La cultura oficial ha terminado por no existir. La antesala de la nada pues.
Y sin embargo algunos guerreros siguen, la gente de Lugar Común, despojado de su sede principal, una librería que se recordará, dicen seguir en la contienda y creo que lo harán.
Pero quería referirme a un rasgo que me ha asaltado en un par de eventos a los que asistí esta semana. Algunas embajadas e instituciones internacionales están ayudando más que de costumbre, seguramente valiéndose del abismal diferencial cambiario. Ese par de ejemplos baste, hay más, incluso en estos días.
El ya consuetudinario Festival del cine francés, esta vez dedicado con toda nobleza a Margot Benacerraf, esa gran artista y ese ícono de la relación franco-venezolana, agasajada además con un generoso documental sobre su vida y obra.
O la fascinante XVI Bienal de miniaturas gráficas Luisa Palacios, internacional, creada por ella en 1980, esta vez dedicada a la obra notable de nuestra Teresa Casanova y a uno de los más grandes maestros del arte continental, el peruano recientemente fallecido Fernando de Szyslo.
Con más de cincuenta obras expuestas (de 170 concursantes), 30% de ellas venidas del exterior. Un verdadero festín de las artes gráficas, que desde hace varias décadas tienen como primer nombre el del Taga. Patrocinado el evento por la Corporación Andina de Fomento (CAF), bajo la muy talentosa custodia de Mariela Provenzali.
El tema da para mucho.