Los colaboracionistas, por Ángel Lombardi Lombardi
En Sistemas Políticos no democráticos, individuos y sociedad son sometidos a una lógica del poder básica, de carácter psicológico, a nivel de la manipulación de los instintos básicos, que todavía nos vinculan con nuestro, quizás no tan lejano, origen primate. Para ilustrar lo dicho, basta observar el adiestramiento y domesticación de animales, el método (quizás no el único) del «premio-castigo», lo hacemos con los niños, en la familia, en la educación y en general en la vida social y económica (te portas bien o te va mal). El mismo principio y método se recomienda en muchos cursos de gerencia, en un lenguaje más prosaico, (zanahoria o garrote) y todas las sociedades lo han usado para el necesario orden social (crimen y castigo).
En los sistemas democráticos estos principios y métodos tienden a minimizarse y se diluyen en un sistema más cultural y humano, asumiendo que no somos animales sino humanos, personas conscientes de su libertad responsable y sujetos de derechos inalienables, como la vida, la dignidad, la libertad y todo lo que se identifica con un orden humano, civilizado, legal, etc. y que se resume y ejecuta en un Estado de Derecho y el respeto absoluto a los Derechos Humanos.
En esta expectativa vive la humanidad actual y que a nivel político se expresa en la palabra democracia. Lo contrario es la no-democracia y aquí entran las diversas categorías que la teoría política usa, desde la dictadura a la tiranía y desde el autoritarismo al estado-totalitario, en la práctica, tienden a mezclarse algunas características.
Una de ellas, el temor y el miedo, es relativamente fácil de identificar, no así la otra característica, que es más fácil disimular y hasta ocultar y es a lo que aludo en el título. El colaboracionismo y los colaboracionistas. La fórmula más usada es la omisión. Yo no soy político, yo no me meto en política, yo me dedico a mis asuntos y quiero vivir tranquilo. A mi nada de eso me interesa, todos los políticos son iguales y todos los gobiernos roban, ni participo ni voto, me ocupo de lo mío. Etc. Todas estas actitudes y conductas no las descalifico, al contrario trato de comprenderlas, pero lo que no se puede comprender es cerrar los ojos frente «a lo que está mal» y no reaccionar. Aquí aplica la frase de Martin Luther King :no sorprende la maldad del malvado sino la indiferencia y pasividad del bueno.
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Lo dicho puede configurar un colaboracionismo pasivo, pero el realmente repudiable es el colaboracionismo activo, producto del temor y el miedo pero fundamentalmente de la codicia, del provecho y del oportunismo. Todos los ven y los conocen, sus actos y beneficios, los muestran y algunos son tan cara dura que en privado dicen lo contrario a lo que hacen. Históricamente está comprobado que las dictaduras, tienden a durar, no tanto por sus mecanismos de represión (garrote), sino por las dádivas o limosnas populistas y los provechosos negocios (zanahoria).
Se le atribuye a Stalin la siguiente anécdota, desplumó a una gallina y la suelta, y esta sale despavorida, al rato le ofrece granos de maíz y esta regresa dócil y obediente. Garrote y zanahoria, zanahoria y garrote, no importa el orden, pero así funciona.
Ángel Lombardi Lombardi es licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, con especialización en la Universidad Complutense y la Universidad de La Sorbona. Fue rector de la Universidad del Zulia y rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta.
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