Mujeres venezolanas viven en «emergencia urbana compleja»
Durante la etapa más estricta de la cuarenta por coronavirus, en varias ciudades venezolanas surgieron redes de apoyo y de servicios de cuidado. Sin embargo, se dieron no por planificación sino por deficiencia del sistema de gobernanaza venezolano en cuanto a la implementaación de una política urbana
Por siglos, se pensó que el espacio público de las mujeres estaba reducido únicamente a lo doméstico y que nuestras ciudades debían construirse no en función de la satisfacción de sus necesidades, sino de las del hombre —y desde su perspectiva— por ser catalogado como el gran consumidor. Sin embargo, en los últimos años, dentro del mundo urbano y dentro de las propias sociedades se ha empezado a cuestionar esta idea, pues las urbes son también para las mujeres y por ello, como ha afirmado la agencia de Naciones Unidas para el Hábitat, es necesario involucrarlas más en el proceso de diseño y planificación urbana de nuestras metrópolis.
Así el concepto de urbanismo con perspectiva de género ha ido tomando fuerza a nivel global, para apostar por la creación de centros urbanos más inclusivos y con menos inequidades, lo cual, a su vez, contribuirá parcialmente con el cumplimiento de dos de los objetivos de desarrollo sostenible de la agenda ONU 2030: igualdad de género y comunidades sustentables.
En Venezuela, su aplicación es clave para garantizar el acceso a servicios básicos a mujeres, adolescentes y niñas, que son quienes personifican la pobreza —72% de ellas viven en situación de pobreza, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida 2020— y han tenido que enfrentar los efectos de la crisis humanitaria y también de la «emergencia urbana compleja», que la urbanista venezolana María Eugenia Mangia atribuye a la falta de planes gubernamentales en esta materia.
«Aunque puede haber un discurso sobre políticas públicas en el tema de género, porque es casi obligatorio, en la práctica no se ve mucho. Por ejemplo, el espacio público seguro tiene que ver con el alumbrado, la limpieza y la posiblidad de que una mujer transite por una vía, atraviese una plaza y se sienta segura. Eso no está realmente ocurriendo. Hay que empezar con las cosas básicas en el caso de las ciudades venezolanas», explicó.
Pero la inseguridad es tan solo uno de los tantos problemas sobre los que la falta de planificación urbana tiene incidencia.
La también profesora de la Universidad Simón Bolívar (USB) resaltó que durante las etapas más estrictas del confinamiento por el covid-19 se empezaron a desarrollar sistemas de servicios en las comunidades. Surgieron escuelitas dentro de los propios barrios y los edificios se convirtieron en centros comerciales. Cree que esto debe ser aprovechado para que no solo sean planeaciones informales.
Entonces, como señaló Mayra Madriz, planificadora urbana con experiencia en desarrollo de ciudades de América Latina, debe pensarse en la redistribución de equipamento y focos de empleo, que en la mayoría de los casos están concentrados en una sola zona de la ciudad. Esto para no separar las zonas residenciales de las zonas de abastecimiento, maximizar el uso del tiempo y crear proximidad, un factor que surge para hacer que la ciudad sea más compacta y no se separe funcionalmente.
Cree que esto debe trabajarse a escala metropolitana y de vecidario, como lo están haciendo en ciudades como Bogotá, en la vecina Colombia, a través de la creación de Manzanas del Cuidado, que facilitan las realización de tareas de la mujer y de trabajadoras de cuidado, creando centros multifuncionales en donde las madres pueden llevar al médico a sus hijos y en ese mismo lugar tener opciones de recreación o estudio para ellas, lo cual convierte a los distritos en áreas de usos compatibles.
«Hay que entender cuáles son las prioridades y las deficiencias e ir trabajando para satisfacer en cierto grado las necesidades de la escala barrial. La gente se está organizado a nivel vecinal y con estas redes, no por planificación, sino por deficiencia, la gente empieza a apoyarse con servicios de cuidado. (…) Cuando se piensa en construir ciudad se piensa en infraestructura, pero las hacemos para hábitat de los seres humanos. Ese enfoque de calidad de vida ciudada es uno de los factores obviados ante una perspectiva del diseño para la eficiencia económica de las urbes. Debemos pensar ahora hacer ciudada para la persona que tiene que ir a hacer las compras, llevar el niño a la escuela, tener actividades de reacreación», comentó Madriz.