Neobuhonerismo, por Teodoro Petkoff

Dijo Hugo en Johannesburgo que el neoliberalismo es el causante de los desastres en el mundo. En el mundo, a lo mejor, pero en Venezuela no hay que ir tan lejos para encontrar al causante de los desastres, que no es otro que el mismísimo Hugo. Hoy sabemos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), que el primer semestre del año cerró con 16,2% de desempleo abierto, contra 13,3% en el mismo periodo del año pasado. Hablamos de casi dos millones de venezolanos sin trabajo. Adicionalmente, nos hace saber el INE que en el sector informal de la economía se desempeña el 52,1% de la población económicamente activa, lo cual equivale a cinco millones de trabajadores, sobre un total de 11,4 millones de venezolanos en edad de trabajar. No es difícil saber por qué la descomposición de la sociedad ha alcanzado niveles tales como para que nuestro país aparezca en las estadísticas sobre esa materia como el quinto más violento del mundo y el segundo más corrompido de América Latina. Esto es, sin más circunloquios, una verdadera catástrofe social. Desde luego, sería un despropósito sostener que todo esto sólo es culpa de Chávez y su gobierno. Pero si bien éste heredó una situación difícil, entre sus manos se ha hecho aún peor. Tres años y medio después, el discurso sobre el neoliberalismo suena hueco y cínico.
Porque a la ineptitud en el manejo de la política económica ha unido una fantástica incapacidad para la implementación de los programas sociales. De hecho, la gripe agarra al país de los pobres literalmente sin pañuelo. Nunca han estado tan desvalidos como ahora. Hasta los Multihogares de Cuidado Diario, uno de los más antiguos y sostenidos programas de atención a la niñez humilde, han sido prácticamente liquidados. El simbólico «vaso de leche escolar» ya ni se recuerda. Los cada vez más esporádicos mercados militares, del Plan Bolívar, no alcanzan a sustituir al Proal, encallado en los meandros burocráticos del gobierno. El programa de bultos y uniformes escolares ha terminado en epilépticos repartos en no importa qué época del año a unas pocas escuelas.
No hemos llegado a esto por casualidad ni por efecto del neoliberalismo salvaje. En esto nos metió Chávez. Nadie más. Una política económica fundada en una expansión brutal del gasto público, financiada por ingresos petroleros no recurrentes y por un endeudamiento tan grande que su servicio cubre la mitad del presupuesto, forzosamente tenía que llegar a este impasse. Ahora estamos asfixiados. Chávez en Suráfrica repite el lugar común de la «deuda eterna», pero su gobierno la ha incrementado en un tercio, con intereses salvajes y dentro de unos días sale Felipe Pérez a buscar más plata en el exterior y dispuesto a pagar 16% por ella. Así empezó Argentina.