Nostalgia del SPAM, por Miro Popić
Si usted entra en un bodegón de esos que se han puesto de moda en la capital y se encuentra con que la principal oferta es una lata de SPAM de 340 gramos en 5 dólares del imperio, es porque estamos realmente mal. Por donde quiera que se le mire es una vergüenza que así sea. Comencemos por el precio.
Cinco dólares la lata arroja que el kilo de SPAM está en 15 dólares que, al cambio promedio, da algo así como 330.000 bolívares soberanos. Casi cinco veces más caro que la carne de res, que ya es costosa, y más de un 750% por sobre el salario mínimo. No sé quién pueda pagar esa cantidad, pero, si lo traen a su bodegón más cercano, es porque hay un cliente esperando. Yo, en el supuesto de que pudiera hacerlo, ni se me ocurriría.
¿Cómo va a cambiar uno una buena punta trasera de Santa Bárbara del Zulia, por ejemplo, por un trozo de una cosa rara que viene en lata y contiene más químicos que proteínas y cuesta cinco veces más?
Mis recuerdos del SPAM se remontan a la lejana época de estudiante cuando vivía en una pensión modesta y la cena era esa cosa, frita y requemada, servida con arroz recalentado y que, para hacerla efectiva, llamaban carne enlatada, aunque lo que menos contenga sea carne. Surgió como alternativa alimentaria militar para la tropa y luego su consumo pasó al mundo civil cuando a alguien se le ocurrió inventar una manera de abrir la lata sin necesidad de una bayoneta o de un abrelatas. Fue siempre comida de pobres que ahora, en nuestra sufrida Venezuela, algunos aprovechadores quieran hacerla pasar como caviar.
Lo inventó una empresa llamada Hormel Foods Corporation en julio de 1937 y en un principio se llamaba Hormel Spiced Ham hasta que luego paso a SPAM, tomado de Shoulder of Pork and Ham, que equivale a paleta de cerdo y jamón. Algunos humoristas dicen que viene de Something posing as meat, “algo haciéndose pasar por carne”, o, Specially processed artificial meat, “carne artificial especialmente elaborada”. Si uno se fija en la etiqueta y cree en ella, verá que se trata de carne de cerdo procedente de la pierna a la que se le agrega sal, agua, azúcar y nitrito de sodio, además vaya uno a saber qué.
El gusto es algo personal y cada quien come lo que le da la gana si lo consigue en el mercado y tiene como pagarlo. Pero lo que a mí me parece sospechoso es que el nombre de SPAM se haya convertido en sinónimo de basura, que es como llamamos ahora a todo lo malo que nos llega por el correo virtual. Si el río suena es porque piedras trae, decía mi madre.
Desde que se inventaron los alimentos enlatados el hábito gustativo de ciertos consumidores se modificó y todo lo vegetal o animal que se ingería pasó a adquirir un gusto extraño, marcado por la necesidad de preservación o estabilización. Si se escribe una historia del sabor a partir de las conservas, los referentes gustativos serán siempre más industriales que naturales. Los valores sensoriales cambian.
Para sentir nostalgia del SPAM hay que tener un pasado militar, tal vez los únicos que puedan pagar 5 dólares por una lata de 340 gramos