$olidario$, por Teodoro Petkoff

¡Quién lo hubiera pensado! Bush y Chávez contra el mundo. Hugo Chávez se cuadró con los americanos contra el clamor mundial que proponía incrementar progresivamente la utilización de fuentes energéticas distintas al petróleo, («limpias», propicias para el desarrollo sustentable). El gran tema de Johannesburgo fue el del desarrollo sustentable. Hugo, la noche que se fue para Sudáfrica, nos pedagogizó sobre la materia. Nos explicó lo de la capa de ozono, lo del recalentamiento de la Tierra, lo de los desastres naturales causados por la depredación del ambiente impulsada por un modelo de desarrollo basado en el lucro, habló de las inundaciones de China y Europa y evocó nuestras propias tragedias naturales, recordó cómo el capitalismo salvaje ha destruido los lagos de Maracaibo y de Valencia. Abogó, en fin, por un nuevo modelo de desarrollo, basado en la solidaridad, y dijo que iba a proponer la creación de un Fondo Humanitario Internacional, para atender a los países pobres.
Chávez aludió a temas que están colocados en el centro de la agenda planetaria. Más allá de la espectacularidad mediática de las protestas de Génova, Davos, Seattle y del abigarrado pintoresquismo del Foro de Porto Alegre, hay un movimiento mundial, cada vez más vasto, que reclama un rostro humano para la globalización. Se trata de una profunda reflexión sobre el destino de la humanidad. Dentro de ella se inscribe el Protocolo de Kioto, que postula la necesidad de desarrollar opciones energéticas de origen no fósil (hidrocarburos) como las hidroeléctricas, eléctricas, eólicas (viento), solares, bagazo de caña, etc., para contribuir a reducir la contaminación ambiental, la destrucción de la capa de ozono y el consiguiente recalentamiento de la Tierra. Son temas existenciales, que atañen a la sobrevivencia del planeta y no porque Chávez asuma ese discurso habría que colocarse en la acera contraria. Por lo mismo, no es posible permanecer callados ante su inconsecuencia en la Cumbre. Cuando debió colocarse al lado del mundo entero, en este clamor por energía «limpia», por el desarrollo sustentable, subordinando los intereses propios a los de la solidaridad, Chávez prefirió ponerse al lado del implacable egoísmo crematístico de los poderes petroleros norteamericanos. Igual que en su país, Chávez mostró en la Cumbre de la Tierra la distancia sideral que existe entre su discurso y su práctica. Pudo más el egoísmo. Pudo más la miopía. Todo lo que dijo en Johannesburgo no fue sino palabrería. La misma de aquí pero en el escenario global. Fue la globalización de la habladera de pistoladas.