Panamá terminó convirtiéndose en el hub del chavismo

Chavismo.INC revela cómo Panamá se convirtió en un escape para el chavismo: solo en 2019 los venezolanos inyectaron 2.811 millones de dólares en compañías del istmo y seguían aumentando el número de residentes y refugiados
A casi dos horas de Venezuela por aire, con el mismo idioma y esa familiaridad caribe, en la última década Panamá se convirtió en uno de los destinos favoritos para el refugio, la salida o la aventura de miles de venezolanos.
Aunque el país centroamericano no formó parte del proyecto político nacido en 2004 llamado ALBA, ni del acuerdo energético por el que el expresidente Hugo Chávez ofrecía petróleo con créditos de ganga, Petrocaribe, aquí llegaron, se movieron y pasaron miles de millones de dólares de venezolanos, incluso de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa).
Entre 2012 y 2015, inyectaron 427 millones en compañías de Panamá, según datos de la Contraloría General de la República. Por esos tiempos, la Superintendencia de Bancos dijo que Venezuela ocupaba el tercer lugar entre los países de origen de depósitos externos en el sistema bancario local —unos 1.400 millones de dólares en 2015, que ascendieron a 2.811 en 2019— y la cámara de la construcción aplaudía la participación de venezolanos en el boom inmobiliario. La abrumadora avalancha de la época la sintetizó el expresidente de México, Vicente Fox, cuando dijo: “El mejor ministro de Economía que ha tenido Panamá es Hugo Chávez”.
Lea también: Venezuela cayó estrepitosamente en un agujero de pobreza
“Un banquero podía manejar carteras de 500 millones de dólares de clientes de Venezuela para colocarlos alrededor del mundo”, dijo un entrenado operador financiero local.
Panamá podrá ser diminuto pero facilita el acceso al mundo financiero, garantiza secrecía y siempre fue seductor para gente con vocación de riesgo, poder o fortuna. Con restricciones cambiarias, una corrupción galopante y la economía al borde del colapso en su país, los chavistas no serían la excepción.
Chavismo INC. identificó 242 sociedades anónimas en Panamá con 380 relaciones con la trama que involucra a personas de interés en Venezuela. De ellas, ocho fueron señaladas por la Oficina de Control de Activos Extranjeros de Estados Unidos (Ofac) y otras tantas están bajo investigación judicial en algún país del mundo por cuestiones como lavado de dinero o sobornos.
La plataforma offshore famosa por Panamá Papers fue aprovechada por familiares de pesos pesados del gobierno venezolano como Diego Salazar Carreño, testaferros como Samark López Bello y el clan familiar de la primera dama, Cilia Flores de Maduro. Hubo bancos ávidos por canalizar dinero en inversiones inmobiliarias o de otro tipo sin preguntar y abogados dispuestos a registrar sociedades con la facilidad de quien abre una ventana. También las camarillas del chavismo encontraron aquí especialistas para lavar miles de millones de dólares del Estado sin levantar sospechas, como los que ayudó a limpiar un banquero alemán en el trópico llamado Matthias Krull.
Esa trama empezó en diciembre de 2014.
Venezuela cerraba un año marcado por la violenta represión de protestas contra un régimen que acumulaba problemas como la escasez de alimentos, la inseguridad y una inflación galopante. En Panamá, con un gobierno que acababa de asumir, solo se hablaba del escándalo de corrupción que ponía en jaque a los presidentes de la región, incluidos los locales: Lava Jato. Los banqueros seguían las noticias que los señalaban como intermediarios en el pago de sobornos estrafalarios de la gigante brasilera Odebrecht, pero había uno al que esas cuestiones no le quitaban el sueño: Matthias Krull.
Krull era directivo del banco suizo Julius Baer. De origen alemán pero residente en Panamá, hacía una de esas vidas de banquero europeo: casa en un barrio cerrado mega exclusivo y otra en la playa, juegos de golf y viajes de placer o negocios en avión privado. Desde su oficina en una torre espejada con vista al mar, gestionaba una cartera jugosa de personas vinculadas al chavismo y otros millonarios de Venezuela, con lo que reportaba al banco ganancias de varios millones anuales.
En diciembre de 2014 empezó a pergeñar un esquema similar al usado por Odebrecht pero para otro patrón: el Conspirador 7. Los documentos de la causa de una Corte del Distrito Sur de Florida, en Estados Unidos, no identificaron al Conspirador 7 pero lo describieron de una forma tan precisa que medios internacionales como el Miami Herald publicaron que se trataba de Raúl Gorrín: “Un multimillonario dueño de una cadena de televisión en Venezuela”. Además de empresario, multimillonario y dueño de una cadena televisiva, Gorrín es investigado por presunto blanqueo y malversación de fondos en España y Estados Unidos. Él nunca se refirió al asunto ni respondió a las consultas enviadas por Chavismo INC. Lo que es evidente en el expediente es que había 600 millones de dólares de la petrolera estatal Pdvsa para camuflar, así que Krull puso manos a la obra.
Lo primero que supo fue que uno de sus clientes había aprovechado una oportunidad. En la convulsionada Venezuela de ese momento, con la moneda local cayendo en picada y el dólar oficial a un valor mucho menor del de la calle, el fraude con operaciones cambiarias prometía ganancias estrafalarias. Eso vio Conspirador 7 junto a otros boliburgueses y funcionarios clave de Pdvsa.
Lo que hicieron fue complicado y complejo, pero puede simplificarse así: fabricaron un acuerdo por el cual una empresa —Rantor Capital— le prestaba a Pdvsa 7.200 millones de bolívares y, seis días después, cedía los derechos de esa deuda a otra empresa —Eaton Global Services Limited—, que la cobró en dólares a tasa oficial: 600 millones de dólares, a pagar en una cuenta bancaria en Europa. La tramoya dejó más de 500 millones de dólares de ganancia, gracias al pago de sobornos y, claro, a la diferencia del dólar oficial y el del mercado. Un fraude sobre otro fraude. Esa plata se encargaría de camuflar Krull y otros lavadores experimentados.
Cinco meses después de iniciada la operación que se hizo famosa con el nombre que le dió la causa en Estados Unidos, Money Flight, la conspiración se había duplicado gracias a esa bicicleta y al combustible que Pdvsa no paraba de inyectar: más 1.200 millones de dólares. Ahí, Krull dibujó el esquema para convertir parte de ese dinero sucio en uno con apariencia de lícito. Junto a sus colegas, ideó tres estrategias: inversiones inmobiliarias, sistemas de inversión falsa y apertura de empresas fantasma, con sus respectivas cuentas bancarias, en paraísos fiscales y en Estados Unidos. Siempre apelando a testaferros.
Lea el reportaje completo en Chavismo INC