Pensar demasiado, por David Somoza Mosquera
¿Puede un pensamiento profundo convertirse en improductivo? La respuesta no es solo «sí», sino que además puede producirse con frecuencia y afectar el desempeño profesional de los empleados y, por consiguiente, a la empresa. Por lo tanto, es crucial librarse de ese pensamiento excesivo, sobre todo en estos tiempos cuando la toma de decisiones rápidas, pero reflexivas, es alta.
De hecho, en el mundo laboral actual no faltan situaciones que llevan a pensar demasiado y las oportunidades para que los líderes y los empleados queden atrapados en sus propias cabezas son muchas.
«Como tenemos acceso a más información y mayores exigencias que nunca, no sorprende que entre la mitad y casi las tres cuartas partes de los adultos confiesen pensar demasiado», sostiene Melody Wilding, quien lleva más de una década entrenando profesionales en algunas de las principales empresas del mundo.
Esa experiencia le ha permitido –según cuenta– detectar un patrón común: algunas personas que aparentemente parecen exitosas tienden a complicar demasiado todo, añadiendo complejidad innecesaria a sus decisiones y deliberando mucho más tiempo del necesario.
«Esta tendencia es particularmente pronunciada entre un grupo al que me refiero como Luchadores Sensibles: aquellos que están programados para procesar el mundo que los rodea más profundamente y que a menudo son sus propios críticos más duros», afirma la coach ejecutiva en su análisis «3 Types of Overthinking — and How to Overcome Them».
El problema radica en que esos «pensamientos constantemente agitados» pueden ser agotadores y, si no se controlan, pueden contribuir a la ansiedad y la extenuación. Pero también hay consecuencias de gran alcance para las empresas, pues cuando los líderes o un equipo entero piensan demasiado la toma de decisiones se ralentiza, se pierden oportunidades y, al final, se frena el crecimiento empresarial.
Sin embargo, es posible zafarse de las ‘garras’ del pensamiento excesivo. Pero para ello hay que abordar verdaderamente el problema y el primer paso es comprender que existen tres formas de pensar demasiado: rumia, tropiezos futuros y análisis excesivo. Luego corresponde desarrollar estrategias que conduzcan a un cambio significativo y duradero para los trabajadores y las empresas.
En cuanto a la rumia, esta se describe como un «bucle mental» en el que las personas se quedan estancadas en eventos pasados, particularmente en los negativos o angustiosos, y a menudo se culpan a sí mismas. Para controlar este pensamiento, Wilding recomienda programar un «tiempo de preocupación»; es decir, en lugar de dejar que la reflexión invada todo el día, limitarlo a un espacio manejable.
Los tropiezos futuros podrían decirse que son lo contrario a la rumia. Las personas en vez de quedar atrapados en el pasado están intensamente preocupadas por lo que les espera, la posibilidad de fracasar y el miedo a lo desconocido.
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Esto también puede frenar cualquier desarrollo y de allí que la coach ejecutiva sugiera «proyectarse mentalmente hacia el futuro, más allá del punto de sus preocupaciones actuales». Esta estrategia, conocida como «distanciamiento temporal», puede reducir la inmediatez y la intensidad de las preocupaciones, y ayudar a concentrarse en el presente «con una mentalidad más tranquila y equilibrada».
Por último, está analizar demasiado. Si bien la rumia y los tropiezos futuros están limitados por el tiempo, el análisis excesivo se centra en profundizar en un tema, pensamiento o situación a menudo hasta el punto del exceso. Para este caso, Wilding propone utilizar el enfoque conocido como «satisfactorio»: en lugar de esforzarse por encontrar la elección perfecta, buscar una que sea «suficientemente buena».
Ahora bien, es importante tener claro que el objetivo no es eliminar todo pensamiento profundo –que con una dosis correcta puede ser sumamente beneficioso– sino evitar que se convierta en algo obsesivo y, por ende, improductivo.
David Somoza Mosquera es especialista en temas de negocios y manejo de capital humano.
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