Poder, propinas y vino, por Miro Popić
Al borde del infarto estuvo el sumiller francés Eric Beaumard el 20 de noviembre del 2009 cuando recibió una propina de 99.980 dólares americanos. Al cambio oficial del Banco Central de Venezuela, al día de hoy, serían casi unos cinco millones de bolívares. Si esa fue la propina, ¿de cuánto habrá sido la cuenta? Mejor no averiguarlo para que no nos infartemos todos. Los datos exactos de esta y otras transacciones están en un juzgado español que investiga a la Banca Privada d’Andorra (BPA) a petición de los agentes de Tracfin, organismo francés que se ocupa de la prevención de blanqueo de capitales, según se ha publicado en diversos periódicos de Madrid.
Beaumard es el encargado de los vinos en el restaurante Le Cinq del hotel George V de París, donde un amable y conversador empresario venezolano ligado a Pdvsa frecuentaba el establecimiento y disponía de la mejor mesa para sus catas millonarias. Su vino preferido era un emblemático merlot del Pomerol en la región de Burdeos conocido con el nombre de Pétrus, uno de los más caros del mundo.
Las uvas se recolectan a mano y fermentan en cubas de cemento a temperatura controlada. La producción, en comparación con otros burdeos, es pequeña y un año medio puede producir poco más de mil cajas.
¿Qué tienen esos vinos para que un patriota cooperante deje cien mil dólares de propina por beberlos? No lo sabemos, menos ahora que no disponemos de recursos ni para un tetra pack, al menos los que vivimos de nuestro trabajo. Confieso que he probado dos veces Pétrus, un gran vino, obviamente, pero no creo que justifique su elevado precio. Si alguien lo paga, no sé por qué será.
La preferencia venezolana por los vinos franceses es de vieja data y no tiene nada que ver con cuestiones organolépticas Comenzó incluso antes de la independencia y su pasión entra en el campo de las razones políticas y estratégicas que distinguieron la lucha libertadora. Más que rechazar por su calidad sospechosa el vino español que se bebía en la Colonia, había una razón poderosísima como era la lucha contra la Corona española que avanzaba en la sociedad criolla.
Quienes manejaban el comercio del vino francés de Burdeos y el portugués de Oporto y Madeira, eran los ingleses, el más grande imperio marítimo de la época y el mejor aliado para luchar contra los españoles. Un socio así, poderoso en el mar y hábil en el comercio de vinos prestigiosos, influyó sin saberlo en la formación del gusto por el buen vino de una nación que tres siglos antes, solo bebía chicha de yuca y de maíz.
El gusto y refinamiento europeo especialmente francés en cuestiones de comida y vino, llegó a Venezuela en boca de los propios libertadores, cuyos máximos exponentes, Francisco de Miranda y Simón Bolívar, vivieron sus mejores años de juventud y formación en París, Madrid, Londres y otras capitales.
Francisco de Miranda vivió treinta años en Europa y entre 1785 y 1789 recorrió sus principales ciudades. En Rusia le presentaron a la emperatriz Catalina II quien, como él mismo escribe, lo trató con cariño y le enviaba platos rusos regados con vino Tockay de Hungría, que costaba cada botella seis ducados. En Francia visitó Marsella donde se hizo asiduo visitante del Abate Raynal quien preparaba «el chocolate más delicioso que recuerde haber tomado». A su paso por Burdeos visitó algunos châteaux en Pauillac y alguien le regaló un pequeño impreso Notice sur les vins de Bordeaux que conservó en su archivo personal, junto con otros libros que legó a la Universidad de Caracas.
Instalado en un apartamento en la calle Saint-Florentin en París, Miranda organizaba reuniones y comilonas de alta gama preparadas por un famoso cocinero francés, a las que asistió hasta el propio Napoleón. «He comido ayer en casa de un hombre singular –le comentó Napoleón a Madame Permon–, le creo espía de la Corte de España y de la de Inglaterra al mismo tiempo. Vive en un piso tercero y está instalado como un sátrapa; se queja de miseria en medio de eso, y luego da comidas hechas por Méot y servidas en vajilla de plata. Allí he cenado con personas de la mayor importancia, este hombre tiene fuego sagrado en el alma».
El gusto de Bolívar era más austero a juzgar por los escritos de sus edecanes y allegados. En palabras de Luis Perú de Lacroix, oficial francés ligado a la causa emancipadora que dejó plasmadas sus vivencias en el Diario de Bucaramanga, Bolívar en el almuerzo no acostumbraba tomar vino ni lo ponían en la mesa, a menos que fuera un caso extraordinario, pero «en la comida toma dos o tres copitas de vino tinto de Burdeos, sin agua, o de Madeira, y una o dos de champaña». En otra sección, recuerda un elogio del vino donde dijo que «es una de las producciones de la naturaleza la más útil para el hombre: que tomado con moderación fortifica el estómago y toda la máquina: que es néctar sabroso y que su primera virtud es la de alegrar al hombre, aliviar sus penas y aumentar su valor. Pero, contraste notable… tomó poco vino después de haber hablado de sus virtudes».
Daniel Florencio O’Leary, el oficial irlandés que conservó el archivo de Bolívar y lo recopiló en sus Memorias, coincide en que tenía buen apetito, le gustaba la buena comida, pero también era capaz de vivir con cualquier clase de dieta, era sobrio y «los vinos que más le gustaban eran los Graves y la champaña. Cuando tomaba más, que fue en 1822-1823, nunca tomaba en la comida más de media botella de los primeros o dos vasos de la segunda. Siempre que llenaba un vaso, servía también a quienes estaban a su derecha e izquierda».
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Hasta el día de hoy no sabemos lo que bebieron cuatro venezolanos bolivarianos contactados por la telefónica Movistar para conseguir 115 millones de dólares de Cadivi. Según el diario El País, de España, del pasado 13 de noviembre, «un alto cargo del Gobierno y un intermediario se gastaron junto a sus familias más de 1,1 millones de dólares en unas vacaciones en la paradisíaca isla caribeña de San Bartolomé gracias a los 28,87 millones de dólares en sobornos por cuenta del grupo español Telefónica«.
Tampoco sabemos si Miranda y Bolívar dejaban propinas.
Miro Popić es periodista, cocinólogo. Escritor de vinos y gastronomía.
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