Profesores universitarios viven en indefensión después de años de enseñanza
La Encuesta del Observatorio Nacional de Universidades alertaba que hay un 35% de profesores que come menos de tres veces al día y otro 35% depende del salario establecido en las convenciones colectivas fijadas por el Ministerio de Educación Universitaria
Una pareja de adultos mayores tiene que ser asistida por los bomberos en su apartamento en la ciudad de Mérida, el domingo 23 de enero. Él, un reconocido profesor e investigador universitario de 83 años de edad y más de 50 de experiencia, fue encontrado con un cuadro de deshidratación después de hacer permanecido junto al cuerpo de su esposa Isbelia Hernández, de 74 años, abogada y bioanalista, quien falleció de un infarto. Ambos jubilados de la Universidad de Los Andes (ULA), que según el escalafón oficial perciben salarios que rondan 10 dólares al mes.
Un profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab) publica a través de redes sociales, un mensaje escueto y desolador: «Ya no aguanto más. Tiro la toalla me quedo a esperar el fin. No puedo más con tanta soledad y tanta adversidad. Todo es tan difícil».
Se trata del profesor Carlos Dearmas, educador con 32 años de experiencia especializado en historia universal. A finales de diciembre de 2021 escribió en su muro de Facebook que con mucha pena se veía en la necesidad de pedir ayuda. «Sé que será cuestionable que la solicite a ustedes. Pero en realidad no sé que otra cosa hacer… Y antes de ir al metro lo hago por acá. De verdad perdón… Si no está a su alcance o no les parece sólo borre esto. No pasará nada. Mil disculpas por este mal momento», dice el mensaje.
La solicitud del profesor era para comprar víveres básicos, frutas, verduras y algunas medicinas, porque sus ingresos se limitaban al monto de la pensión (7 bolívares) más lo poco que percibía por las horas de clase, solo los meses en los cuales hay cursos.
Sueldo de profesores de la @ULA_Venezuela no alcanza para pagar cobertura médica desde 2017#DDHHMERIDAhttps://t.co/hbQqfzuFE7 pic.twitter.com/hbxwNnwwxU
— ObservatorioULA.DDHH (@Uladdhh) January 28, 2022
La jubilación después de décadas de trabajo docente cada vez está más marcada por la indefensión en la que se encuentran los profesores universitarios: la necesidad de pedir apoyo a terceros, la dependencia económica que recae sobre sus familiares, más las cargas físicas y emocionales de envejecer en un país marcado por la crisis humanitaria y la migración.
Una vida de enseñanza
Los docentes fueron el primer frente atacado a través de la política de asfixia a las universidades, una medida sostenida que tuvo su expresión más álgida entre 2011 y 2013 cuando el Ministerio de Educación Universitaria desestimó las Normas de Homologación que regían el Acta convenio para el salario del profesorado y diseñó una convención colectiva única sin el aval de la federación docente con mayor cantidad de afiliados: Fapuv.
La eliminación de las Normas de Homologación mostró desmejoras inmediatas. Para el año 1982, cuando estas entraron en vigencia, el sueldo y los beneficios de un profesor instructor a tiempo completo representaba 18 salarios mínimos. Al dejar de ser aplicadas en 2013, el sueldo de un profesor en ese mismo escalafón apenas llegaba a cubrir un salario mínimo para ese entonces.
En los últimos 20 años, el salario de los profesores pasó de la precariedad a la inexistencia. La Encuesta Nacional del Observatorio de Universidades 2021, realizada en instituciones públicas y privadas en los 24 estados del país a 4.180 personas alertaba que hay un 35% de profesores que come menos de tres veces al día, otro 35% depende solo de su salario fijado en las tablas de las convenciones que establece el Ministerio de Educación Universitaria.
56% de los profesores aseguraba que había tenido que vender pertenencias o intercambiar cosas por comida.
La Enobu señalaba que, en el año 2001, un profesor titular ganaba alrededor de 2.400 dólares al mes, pero en 2021 el salario de un docente en ese cargo apenas alcanzaba los 11 dólares mensuales.
Esas mismas dos décadas representaban el último tramo de trabajo y la inversión a largo plazo de los profesores con miras a su jubilación. El estudio revela que la población de adultos mayores ha tenido que cargar con mayor peso el efecto físico y emocional de la crisis humanitaria compleja, a lo que se le sumó el contexto de la migración forzada, por lo que muchos de ellos quedaron solos o sin familiares cercanos en el país.
46% de los profesores mayores de 60 años encuestados expresaron que la emoción predominante que sienten es la tristeza.
El rector de la ULA, Mario Bonucci, expresó en relación a la noticia sobre el profesor Pedro Salinas y la muerte de Isbelia Hernández, licenciada y trabajadora administrativa de esa universidad, que este hecho «puso el foco en una realidad incómoda que, preocupantemente, con el paso del tiempo parece regularizarse y ser aceptada por muchos como normal, cuando debe ser motivo de alarma, protesta y reclamo enérgico de todos los ciudadanos. Con todo el respeto y consideración que amerita una situación tan difícil, vale preguntarse ¿Cómo sería la historia si estos dos universitarios hubiesen contado con un salario y un sistema de protección social dignos?».
En el caso del prof Pedro Salinas, que fue rescatado en estado deshidratación, y su señora esposa fallecida, muchos acusan a los familiares diciendo que los abandonaron. Creo que el razonamiento es incorrecto. El responsable es el régimen, porque paga una pensión de hambre.
— Mario Bonucci R. (@bonuccimario) January 26, 2022
Bonucci agrega que esta situación «se traduce en sufrimiento y desesperación, y en lo institucional ha significado el abandono total o parcial de los puestos de trabajo y la pérdida de profesionales calificados, pues la necesidad empuja a buscar otras oportunidades. La indiferencia del Ejecutivo ha llevado a hombres y mujeres que dedicaron sus vidas a construir un mejor futuro a depender de la solidaridad para poder paliar sus necesidades más básicas de alimentación y salud».
Llevar el pan a la mesa
En Venezuela, el salario de un profesor jubilado —25 años de experiencia como mínimo— ronda los 11 dólares al mes. En Colombia, el salario más bajo que percibe un profesor universitario, con menos de cinco años de experiencia, se ubica en 453 dólares al mes.
«¿Qué más sabe hacer un profesor que tiene 30 años dando clases? ¿Cómo se «rebusca» un profesor que lo que sabe hacer es enseñar? Ahora te dicen ligeramente ‘con un título no se va al mercado’, y qué triste, porque antes sí se podía. Ese título alimentó y le dio educación de calidad a mis hijas. Pero gracias a ellas es que vivo decentemente porque mi sueldo es para pasar hambre», cuestiona una docente con 30 años de experiencia en el Instituto Pedagógico de Caracas.
Con el currículo del profesor Pedro Salinas la lista de mercado fuese más que larga: ingeniero agrónomo con estudios de maestría y doctorado en la Universidad de Londres, Inglaterra; profesor en la Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales desde hace 53 años y del posgrado de la Facultad de Medicina de la ULA. Dirigió la Revista Forestal Venezolana y fundó la revista MedULA. Fue condecorado con la Orden Henri Pittier en su primera y segunda clase, por sus méritos en la conservación de la naturaleza de Venezuela. Es coautor del libro Iniciación práctica a la investigación científica, que funge como texto oficial en la especialidad en la Facultad de Medicina de la ULA.
Aunque inicialmente se informó que el profesor Salinas estaba en estado de desnutrición, miembros de su familia lo desmintieron y ratificaron que permanece en el Hospital Universitario de Los Andes (HULA) recuperándose de la deshidratación en la cual lo encontraron los bomberos.
Dr. Gerardo Tovitto, decano de la facultad de medicina de la ULA. Comenta sobre la situación actual del profesor Pedro José Salinas. pic.twitter.com/PezUZsv1Q0
— Ramón Camargo (@ramn_camargo) January 26, 2022
Pero su caso abrió una polémica sobre la responsabilidad que recae en los familiares en la manutención de personas jubiladas, a quienes a pesar de las credenciales, trayectoria e inversión en la seguridad social, han quedado al margen de una realidad que en la práctica les hace imposible vivir del fruto de su propio esfuerzo profesional.
El centro del asunto no es si la familia o una ONG debe o no ayudar al empobrecido profesorado venezolano, sino que Chávez y Maduro intencionalmente demolieron la economía y las instituciones y, con especial saña, a las universidades autónomas que nunca lograron someter.
— A. E. Alvarez – Polsci (@polscitoall) January 26, 2022
Todos éstos profesores pagaron, de su bolsillo, durante toda su trayectoria profesional, parte de su salario para acceder a una pensión que les permitiera vivir decentemente y recibir atención y cuidados al momento de su retiro. Todo ese dinero les fue robado. https://t.co/hUZROJpsl7
— Carola Capriles (@carocapri) January 27, 2022
se supone que trabajamos toda una vida y matuvimos a nuestra familia. No nos pidan que ahora le digamos a nuestros seres queridos que estamos en la indigencia. No lo haremos, nos da verguenza. La solución es pensiones dignas y punto. https://t.co/zt4lHa1OFF
— Jacqueline Richter (@Jacquierichter) January 26, 2022
La Asociación de Profesores de la Universidad de Los Andes (Apula) del núcleo Táchira divulgó un comunicado en el que menciona «el martirio de dos profesores» como «evidencia el padecimiento de los universitarios» y destacan que la situación de precariedad que padece el gremio docente «ratifica la hidalguía del profesional de la academia que no está dispuesto a mendigar los beneficios que por derecho nos corresponden y que el régimen nos arrebata».
«La desnutrición de la Universidad está arrojando los resultados criminales esperados por el régimen. No ha sido suficiente el cierre técnico parcial de la academia para cercenar los espacios de discusión sobre la terrible tragedia venezolana, también arremeten contra la vida de los profesores universitarios al imponernos salarios y pensiones con el perverso objetivo de matarnos paulatinamente de hambre.
»Nos negamos a rendirnos y ceder ante la cruel acción de un gobierno que premia la mediocridad y la pleitesía infame de serviles e inescrupulosos que actúan al servicio de los que actúan al servicio de los propósitos antiuniversitarios a cambio de prebendas inmorales. Por ello, reafirmamos nuestro sagrado compromiso con la educación de los venezolanos que aspiran a crecer como profesionales dignos, probos y ejemplares».