Relatos olímpicos: La mejor generación que emergió de las peores condiciones
El hito de la participación más destacada para Venezuela en unos Juegos Olímpicos contrasta con las condiciones bajo las cuales los atletas tuvieron que entrenar y prepararse para concretar su sueño olímpico, estando abandonados por el gobierno y aporreados por una crisis que sumerge al país entero
La participación de la delegación venezolana en los Juegos Olímpicos Tokio 2020 despertó una fiesta en todo el país. El fervor nacional está a flor de piel por la gesta alcanzada por los atletas criollos. Medallas de plata y oro, e incluso récord olímpico y mundial adornan la histórica travesía de los 43 representantes de Venezuela en el que podría considerarse el evento deportivo más importante del mundo.
El condimento que hace la gesta aún más heroica es la pandemia. Los juegos aplazados durante un año, el mundo entero sumergido en una crisis, condiciones inefables para que los atletas practicaran, ausencia de público en los recintos deportivos; todas barreras superadas que demostraron la gallardía de los titanes que viajaron a Japón para dejar en alto la bandera venezolana.
Pero detrás de la épica, de la epopeya, de la algarabía y el patriotismo se esconde una historia menos alegre, un relato difícil de contar en medio de la fiesta nacional, pero igual de necesario para entender el contexto de los deportistas venezolanos y tener una dimensión más adecuada de sus logros y fracasos.
Debajo de la fotografía con una gran sonrisa y la pose con la medalla, cada atleta tiene una historia plagada de barreras impuestas por un país en crisis y un gobierno que, en contraste con su discurso propagandístico, ha abandonado al deporte desde hace años.
29 deportistas individuales integran a la delegación, a los que se suman los 12 miembros de la selección de voleibol y los dos representantes del equipo de remo. En total, son 43 los hombres y mujeres que valiéndose de sus propios esfuerzos y acumulando méritos, llegaron a Japón con el sueño de hacer una participación digna.
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Dentro de este grupo de atletas, destacan situaciones personales sumamente complicadas, sacrificios, problemas de salud, dificultades económicas y la incalculable huella de la diáspora venezolana. Estas son las historias de una generación dorada que surgió de los escombros de una Venezuela en ruinas.
Anriquelis Barrios: sobreviviendo en Japón
Una de las primeras alegrías que le dio la delegación al país fue el diploma olímpico obtenido por la judoca Anriquelis Barrios, en la categoría de 63kg femenino.
La criolla demostró su refinada técnica, pero especialmente su pundonor para destacar con un cuarto lugar -a un punto del bronce- en esta competencia, pese a sufrir una lesión en la pierna apenas dos semanas antes de sus combates.
Sin embargo, lejos de sus problemas físicos, su mayor mérito ha sido prepararse para los Juegos Olímpicos. La judoca, después de graduarse como diseñadora gráfica en Venezuela, decidió hacer sus maletas y partir hacia Japón para entrenar y continuar sus estudios en tierras niponas.
El apoyo institucional fue mínimo. Obtuvo una pequeña beca de la Federación Venezolana de Judo (Fevejudo) gracias a un convenio con la Federación Internacional, la Federación Japonesa de Judo, el Comité Olímpico Venezolano y el Comité Olímpico Japonés. El monto, no obstante, era muy pequeño para vivir en un país ajeno y centrarse tanto en estudiar como en entrenar para la cita olímpica.
La colaboración gubernamental brilló por su ausencia. De hecho, cuando trató de solicitar ayuda ante el Ministerio de Deporte, quienes la atendieron ni siquiera la reconocieron por su nombre. Desconocían que una de sus atletas luchaba por sobrevivir en Japón y representar al país en Tokio 2020.
Por si fuera poco, la pandemia la terminó de arrinconar. Complicó su boleto a las olimpíadas y condicionó sus entrenamientos. Del fogueo que podía obtener con cientos de combates al mes, perdió la oportunidad de medirse contra otros rivales y se conformó con el entrenamiento físico únicamente.
A pesar de estas condiciones, Barrios firmó su boleto olímpico en 2021, tras alcanzar el quinto lugar en el Campeonato del Mundo. También logró plata en el Antalya Grand Slam y bronce en el Tashkent Grand Slam de ese mismo año.
Su gran participación en los Juegos Olímpicos Tokio 2020 y su diploma olímpico fueron celebradas por todo el país, pero el sueño olímpico llega a su fin y la incertidumbre de cara al futuro acecha.
La beca conseguida por la Federación Venezolana de Judo vence este año y, según el periodista deportivo especializado en ciclo olímpico, Juan José Sayago, es una posibilidad concreta que esta sea la última vez que Venezuela la vea vistiendo un tatami en una competencia internacional.
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El apoyo estatal, completamente ausente, podría poner fin a la prometedora carrera internacional de una joven de apenas 27 años que demostró que puede codearse en la élite del judo. Mientras tanto, el gobierno venezolano pinta villas y castillas por la participación de la delegación y se congratula por los triunfos.
Andrés Lage: travesía española
Un común denominador de los atletas olímpicos es su necesidad de emigrar para lograr las condiciones idóneas para prepararse. En Venezuela no hay garantías para entrenar al mejor nivel; por lo que muchos deportistas han tenido que perseguir su sueño olímpico en otras tierras.
Este fue el caso del velerista Andrés Lage, que multiplicó sus esfuerzos para conseguir una clasificación a los Juegos Olímpicos contra todo pronóstico, considerando cómo inició su ciclo olímpico.
El sueño de Lage inició en la Flotilla de Vela Club Puerto Azul, el club venezolano en el que dio sus primeros pasos. Entendió que para progresar, tenía que desarrollarse en otro país y en 2015 viajó a España con Tokio 2020 como meta a largo plazo.
Arribó a Vitoria-Gasteiz, una ciudad al norte, en el País Vasco, con acceso a costas ideales para practicar, pero sin recursos. Ni siquiera contaba con un barco para entrenar.
Su escasez de recursos le llevó a dejar de lado la vela momentáneamente y centrarse en buscar trabajo. No uno, ni dos, sino hasta tres empleos simultáneos llegó a mantener para vivir en España y ahorrar en aras de materializar su sueño.
En las mañanas trabajaba en una tienda de artículos deportivos, en las noches en un restaurante de comida rápida, y los fines de semana los dedicaba a dar clases de vela, su única conexión con el deporte que practicaba.
Durante dos años enteros permaneció en esa situación, mientras que el reloj olímpico seguía haciendo ‘tictac’ y su camino se veía cada vez más difícil.
Después de sus esfuerzos consolidados durante ese período, en 2017 logró dedicarse exclusivamente a la vela. Consiguió un trabajo en la Escuela Navarra de Vela como monitor, y los fines de semana fungía como entrenador en Vitoria.
No obstante, su rutina no le dejaba ni un respiro para hacer entrenamientos específicos para sus competencias, así que debía asistir sin preparación.
«No tenía ni tiempo para entrenar, solo para competir. Era frustrante ver que no podía dedicarle más tiempo, porque si tenía tiempo para entrenar, no tenía para trabajar y si no trabajaba, no podía ir a competencias», relató en una entrevista para la web de Tokio 2020.
Con sus ahorros, pidió crédito para comprar y adaptar una furgoneta. En ella instaló una litera que utilizó para dormir cuando iba a competencias. Le adaptó un remolque y allí cobraba por transportar las embarcaciones de competidores de otros países. Así costeaba la gasolina para los viajes largos, la comida y los costos de inscripción. Además, ahorraba en estadía.
En 2019 tomó la decisión de centrarse definitivamente en su ruta a los Juegos Olímpicos y arriesgarlo todo. Abandonó sus trabajos y viajó a Valencia, España, para prepararse.
Sus esfuerzos rindieron frutos, pues logró su clasificación a los Juegos Olímpicos en la Copa del Mundo de Vela en Génova. Allí consiguió marcar el mejor registro de un venezolano en esta disciplina.
Finalmente, en 2020 obtuvo barco propio y aguardó al inicio de los Juegos Olímpicos con las dificultades que la pandemia supone. En Tokio 2020 continuó su historia de lucha, pues a diferencia de otros deportes que acaban con una sola jornada, Vela culmina después de 10 carreras.
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Lage cerró su participación en el penúltimo lugar, ubicándose en la 18º plaza de los 19 competidores con 153 puntos. Con barco propio y ya asentado en España, podría pensar en superarse a sí mismo en París 2024.
Paola Pérez: congelada ante la indolencia
Una de las atletas que conquistó el corazón de los venezolanos fue, sin lugar a dudas, Paola Pérez. La tachirense de 30 años se dispuso a competir con las mejores del mundo en una de las categorías más demandantes de la cita olímpica: los 10 kilómetros en aguas abiertas.
Pérez culminó su participación durante la jornada de este 4 de agosto entre lágrimas y decepcionada por llegar en el puesto 20 entre las 25 nadadoras que participaron, con una marca de casi 6 minutos superior a los tiempos que manejaba durante su preparación.
En sus primeras declaraciones culminado el evento, casi rompe el llanto y reveló que la preparación fue sumamente dura. Dejar su país, afrontar la pandemia y superar sus demonios internos marcaron su experiencia en el transcurso de los últimos cinco años.
Y es que Pérez incluso arriesgó su vida en su intento por clasificar a los Juegos Olímpicos Tokio 2020 durante su participación en los Juegos Panamericanos de Perú 2019, cuando decidió arrojarse a aguas frías sin el traje de neopreno que absorbe las bajas temperaturas. En su lugar, utilizó su traje para aguas cálidas.
Tras la sexta vuelta de la competencia, empezó a sentir los efectos del frío en exceso sobre el cuerpo humano. Sintió dolor, sus movimientos se ralentizaron y de repente dejó de sentir las manos. Estaba sufriendo un ataque de hipotermia.
El evento la llevó a denunciar a las instituciones venezolanas, que en ningún momento le ofrecieron apoyo para competir. No contó con un entrenador personal ni con la indumentaria necesaria.
Y no conforme con que el gobierno la dejó a su suerte, las condiciones en Venezuela no la ayudaban, pues no existen en Táchira piscinas aptas para entrenar en su modalidad. Esto la llevó a emigrar a Chile y afrontar la vida de un inmigrante, una de las experiencias más duras de su vida, según ha confesado.
Aunque recibió una beca en tierras chilenas, la ausencia de fondos por parte de entes federativos marcó su vida en Chile, donde tardó años en estabilizarse.
Años antes, la nadadora incluso había recibido un mensaje de Nicolás Maduro, cuando ganó una medalla de plata en los 10 kilómetros en aguas abiertas en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015.
La experiencia de Pérez, crítica con el oficialismo venezolano, parece dejar en evidencia que los mensajes presidenciales solo aparecen cuando el atleta luce el metal colgado de su cuello, pero cuando claman por ayuda y corren peligro en sus competencias, el Estado responde con silencio.
Al término de su competición en Tokio 2020, Pérez sacó los sentimientos que tenía acumulados en el pecho y relató que la experiencia en Perú 2019 fue devastadora para ella desde lo anímico, que pensó en abandonar la natación e incluso pensamientos que atentaban contra su vida. Su logro en estos Juegos Olímpicos, más allá del resultado, es conseguir volver a estar feliz. Así lo dejó claro al ser cuestionada sobre si se apuntaría al ciclo olímpico de París 2024.
«Es difícil querer y lograrlo después de que, en este ciclo, después de Lima, tuve pensamientos de atentar contra mi vida. No quería seguir. Hoy me siento feliz de haber superado esos momentos tormentosos. Las personas que estuvieron conmigo saben lo difícil que fue para mí. El cambio que hice, me quedo con eso. Me duele, pero me siento feliz. No me puedo juzgar nada porque el camino fue difícil», afirmó con la voz quebrada.
Las adversidades que ha debido superar les dan sentido a sus declaraciones. En Chile su experiencia no fue fácil, y con la llegada de la pandemia, perdió la posibilidad de utilizar las piscinas para entrenar.
Ante esta situación, no bajó los brazos e ideó métodos creativos para seguir entrenando desde casa. El balcón de su apartamento sustituiría a las piscinas. Amarró una liga y empezó a hacer brazadas para simular la resistencia que ofrece esta acción en el agua.
El dinero empezó a mermar y el viaje a Portugal, donde debía competir en el Preolímpico de de Aguas Abiertas para optar por su cupo a Tokio, parecía cada vez más lejano.
Pérez optó por iniciar una campaña de Go Fund Me con una meta de recaudación de 10.000 dólares para costearse la clasificación y preparación para Tokio 2020.
A pesar de sus esfuerzos, tuvo que regresar a Venezuela para seguir entrenando. Con el sueño de clasificar a Tokio 2020, se sometió a pagar 10.000 pesos colombianos diarios (casi 3 dólares, el monto del salario mínimo hasta mayo pasado) en San Cristóbal para tener acceso a una piscina. Además, su propio padre fue quien asumió el rol de entrenador.
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Aún sin fondos suficientes porque la recaudación no alcanzó el objetivo, acudió a la prensa y clamó al Estado por ayuda. Finalmente, el Ministerio de Deporte le asignó recursos con los que pudo viajar y logró su clasificación con una marca de 2:03:41 (dos horas, tres minutos y 41 segundos).
Pese a que recibió los recursos sobre la hora, Pérez se mantiene crítica al gobierno. Su falta de apoyo le empujó a sufrir un ataque de hipotermia y a entrenar en paupérrimas condiciones para cumplir con su objetivo de representar al país.
Ahymara Espinoza: un llamado de auxilio
El abandono del gobierno por los atletas olímpicos se hizo más evidente que nunca de la mano de Ahymara Espinoza, que formó parte del equipo de Atletismo, ese mismo en el que Yulimar Rojas ganó una medalla de oro celebrada a más no poder por Maduro y demás líderes de la tolda roja.
La disciplina concreta en la que se desempeña Espinoza está lejos de relacionarse con los circuitos en los que salta Rojas, pues se dedica al lanzamiento de bala.
Su nombre salió a relucir por las condiciones en las que logró su clasificación a los Juegos Olímpicos. La balista publicó un video en su cuenta de Instagram en el que mostraba su espacio de entrenamiento.
Un auténtico «peladero de chivos», es la expresión que mejor describiría el descuidado campo de béisbol ubicado en Barlovento, en donde la atleta se vio en la obligación de prepararse.
Espinoza adaptó una esquina del estadio para realizar sus lanzamientos. En el único espacio en el que no relucía una grama de 20 centímetros de altura, la atleta se preparaba físicamente y arrojaba la bala a distancias de aproximadamente 18 metros.
Sin embargo, las condiciones distan mucho de las que un atleta olímpico debería tener para entrenar y prepararse para eventos internacionales. Por este motivo, Espinoza, mostrando su sitio de entrenamiento, hizo un llamado a las autoridades deportivas del país y solicitó apoyo para poder viajar a Eslovenia a continuar su entrenamiento, pues meses atrás utilizó su propio dinero para iniciar con su compañera Rosa Rodríguez, también atleta olímpica, su aventura europea con vistas en la clasificación.
«Por favor tiéndanme una mano, apóyense. Aquí estoy trabajando con las uñas. Me caracterizo por ser una mujer trabajadora, aguerrida y luchadora, pero ya se me están agotando los recursos. Estoy haciendo este video porque es la última instancia a la que estoy recurriendo. De verdad que ya no puedo más», expresó antes de argumentar que tan solo le faltaban 35 centímetros para obtener la marca necesaria para clasificar a Tokio 2020.
Espinoza afirmó que ella misma tenía que hacer las veces de entrenadora, planificadora, gestora, fisioterapeuta y atleta. El desempeño de un deportista tiene sus limitaciones y sin los espacios, instrumentos y la inversión requerida, competir a nivel internacional resulta casi imposible.
«Espero que con este llamado a los responsables del Ministerio de Deporte, me presten la colaboración. Estoy a 35 cm de la clasificación por marca. Eso no es nada y pienso que con su apoyo puedo lograrlo. No quiero que tomen este video de forma amarillista, ni causar polémica ni chisme. Es un llamado que hago a la gente del Ministerio de Deporte», recalcó.
“No puedo más, necesito ayuda”… El llamado de auxilio de Ahymara Espinoza para mantener vivo su sueño olímpico pic.twitter.com/IdQ1iTeugm
— Eumar Esaá (@eumaresaa) May 21, 2021
Dos semanas después de la publicación de estos videos, Espinoza clasificó por ranking nacional y no por marca, como pretendía. La balista obtuvo el puesto 40 del ranking, pero al descartar a nueve atletas que clasificaron por marca mínima, Espinoza avanzó a la posición 31.
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El simple hecho de clasificar fue una gesta para Espinoza. Materializó el esfuerzo de años entrenando al margen del Estado en condiciones paupérrimas. Sus ingresos en Venezuela dependen de una beca deportiva y su salario como profesora de educación física, un insumo escaso para sus necesidades como atleta de alto rendimiento.
En Tokio 2020 falló en avanzar a las finales para competir por una medalla. Se ubicó en el puesto 12 de su grupo en la ronda clasificatoria con una marca de 17,17 metros.
Rubén Limardo: ni los medallistas olímpicos se salvan
En esta lista figura incluso uno de los atletas más conmemorados y celebrados del país, un miembro del selecto grupo de venezolanos ganadores de la medalla de oro, un deportista que fue recibido con bombos y platillos en el Palacio de Miraflores por el entonces presidente, Hugo Chávez.
Según la narrativa oficialista, fue Chávez el autor de la epopeya olímpica venezolana, pues sin su apoyo y la gestión de la «revolución», no serían posibles estos logros. Pero, ni siquiera uno de los máximos representantes de la «generación de oro» cacareada por Chávez se salvó de la crisis nacional.
En noviembre de 2020, Limardo publicó una fotografía para informar que trabajaba para Uber Eats, ofreciendo sus servicios como delivery ciclista para mantenerse a flote en Polonia, donde vive desde hace 19 años.
La estabilidad financiera de Limardo no guardaba relación con el Estado, sino con sus patrocinadores. Debido a que se cancelaron los eventos en todo el mundo por la covid-19, el esgrimista se vio en la obligación de trabajar en Uber para mantener a su familia.
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“En un año normal hoy estaríamos hablando de lo que sucedió en Tokio 2020, pero ya ven que no es así. La crisis de mi país, la pandemia y perseguir un sueño a veces no es tan buena combinación», razonó en su cuenta de Twitter.
Si estás en Lodz – Polonia y pides @UberEats es posible que tu comida la entregue un campeón que decidió no rendirse jamás. pic.twitter.com/2xFgVFndAY
— Rubén Limardo Gascón (@rubenoszki) November 9, 2020
Incluso un medallista olímpico, abanderado del chavismo que fue electo diputado suplente de la Asamblea Nacional por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en 2015, se tuvo que apartar de su camino deportivo para mantenerse a flote sin ayuda del Gobierno ¿Qué se puede esperar para los atletas de menor renombre y con posturas frontalmente adversas al chavismo?
Héroes olímpicos
Como estas, hay muchas historias de sacrificio, superación personal y adversidades a superar sin apoyo alguno de un gobierno que utiliza los éxitos deportivos como logros políticos.
Destacables dos casos de entre otros muchos: la plusmarquista Yulimar Rojas y el ciclista Daniel Dhers. La primera, aunque recibe cierto apoyo del gobierno venezolano, vive desde hace varios años fuera del país y es hoy ficha del Barcelona Futbol Club, que se encarga de su manutención.
Daniel Dhers vive en EEUU desde 1998. Estrella por brillo propio del BMX estilo libre, no recibe apoyo alguno del gobierno: además del patrocinio de varias marcas trasnacionales, es propietario de su propio parque BMX en Carolina del Norte, donde reside.
A pesar del contexto y no gracias a él, la delegación será recordada como la más exitosa en la historia de los Juegos Olímpicos en el país. Tres medallas de plata, una de oro, un récord olímpico y un récord mundial adornan un palmarés sin precedentes para Venezuela.
Pero más allá de las medallas y de las alegrías que otorgaron a Venezuela Daniel Dhers, Keydomar Vallenilla, Julio Mayora y Yulimar Rojas, el venezolano también se queda con las historias de Paola Pérez, de Andrés Lage, de Ahymara Espinoza, de Rosa Rodríguez, de Anriquelis Barrios y de un grueso grupo de atletas que lograron una clasificación a los Juegos Olímpicos teniéndolo todo en contra.