Rusia en cápsulas: El culebrón de Griezmann, un caso de mal gusto
El jugador francés Antoine Griezmann develó, a través de un documental, en un melodrama de mal gusto, que se queda en el Atlético de Madrid
Juan Antonio Pizzi trataba de buscarle explicaciones a la debacle de su selección, en el debutante Rusia en Moscú. El técnico argentino al servicio de Arabia Saudita daba rodeos para decir que su equipo no reflejó el nivel que realmente tiene, y que requeriría de más tiempo para plasmar la idea de juego. Sabiendo como son los árabes, tiempo es lo que seguramente no tendrá y si lava el rostro de la goleada inicial, en los próximos partidos, Pizzi será historia, como lo fue su compatriota Edgardo Bauza, quien le precedió en el cargo.
Por años, los países árabes han tratado de buscar las formas para hacer crecer el nivel de su balompié. Contrataron a nombres de prestigio como Ferenc Puzkas, Mario Zagallo, Carlos Alberto Parreira, Leo Beenhakker, entre otros nombres, sin que su sello se haya visto reflejado en el campo de juego. La única manera para que las selecciones de la península arábiga sean protagonistas en el fútbol es exigiendo cupos de clasificación para su confederación o comprando mundiales, como se comprobó en el caso de Catar 2022. Sea lo que fuera, el fútbol árabe está lejos de tener un nivel presentable para una Copa del Mundo, y esto debe hacer reflexionar a la FIFA, si realmente Gianni Infantino tiene intenciones de depurar las malas costumbres que han pululado en el organismo.
Uno no se explica cómo un futbolista con la clase de Denís Cheryshev no sea titular en la selección rusa. El jugador del Villarreal entró en sustitución de Dzagoev para anotar dos golazos y poner algo de decoro, en un juego inaugural de diferencias abismales. El jugador ruso, pero criado en España, ha dejado claro que es un elemento distinto a la rigidez propia del fútbol de sus compañeros. Aporta profundidad, goles y mucha técnica. Su fútbol es alegre y gusta mucho. Parece finalmente que la fortuna le sonríe, tras momentos ingratos, como aquel de la famosa alineación indebida cuando jugaba en el Real Madrid, en encuentro ante el Cádiz por la Copa del Rey.
Las estrellas de fútbol, muchas veces parecen ser cualquier cosa, menos jugadores. Son máquinas del mercadeo, del entretenimiento y de las causas más banales. Es el caso de Antoine Griezmann. El francés se convirtió en el culebrón del verano boreal, al dejar en el aire su futuro como jugador. Si seguía en el Atlético de Madrid o se iba al Barcelona. Fue tanta la expectativa que puso a la afición en vilo, sin ningún pudor o respeto. Lo peor fue el final que le quiso dar a esta patética historia, al develarlo a través de un documental, en un melodrama de mal gusto y peores actuaciones. Con sentimientos y situaciones fingidas, esa ópera en que se convirtió su caso, demuestra en lo que ha degenerado el fútbol y sus protagonistas.