San Antonio del Táchira: unos negocian el agua y otros la mendigan
El Estado venezolano, mediante Hidrosuroeste, está obligado a garantizar el derecho humano al agua y al saneamiento. La hidrológica regional no atiende los reclamos ciudadanos por la escasez, pero sí cobra puntualmente por un servicio que no presta con eficiencia. Las autoridades tampoco explican por qué permiten que particulares se lucren con la venta de agua sin certeza de que sea apta para consumo humano
Autor: Rosalinda Hernández C.
Empujando una carretilla por una empinada calle, va Ramón Durán, habitante de San Antonio del Táchira. A sus 75 años de edad se le suma el peso de los bidones en los cuales transporta el agua que debe buscar en la sede de la empresa estatal Hidrosuroeste. Son más de siete kilómetros que recorre a diario, pues el agua no llega a su residencia, en el barrio Simón Bolívar, hasta por lapsos de dos meses.
“Nunca habíamos pasado por una situación como está. Ni siquiera cuando yo era pequeño, no había acueducto y la gente se surtía de las pilas que había en la zona”, dice Ramón.
Hidrosuroeste, es el organismo del Estado venezolano que “se encarga de la captación, conducción, potabilización y distribución del agua potable; además de la recolección y tratamiento de las aguas servidas en la región suroeste”. Al menos eso dice en la descripción de la página institucional en la web.
Abastecerse de agua se ha convertido en un desafío para los habitantes de esta población venezolana fronteriza con Colombia, aunque se trata de un derecho humano, el derecho humano al agua y al saneamiento, lo cual implica que el suministro sea constante, suficiente, asequible y apto para consumo humano.
Algunos la compran, pero en un país como Venezuela donde el salario no alcanza para cubrir las necesidades básicas, no todos pueden pagar hasta 20 dólares, que es lo que cuesta el suministro de agua que ofrecen particulares. El negocio del agua es uno de los pocos que ha prosperado en San Antonio del Táchira desde que la economía local se vino abajo por el debilitamiento del intercambio comercial con Colombia.
La mayoría de las personas afectadas, como Ramón, debe hacer largas colas para recoger agua en la sede Hidrosuroeste y transportarla por sus propios medios hasta sus casas. En el pueblo ha surgido un odioso remoquete para identificar a quienes viven en esta situación de precariedad: “los mendigos del agua”.
“A veces me dejan fiado un carro-tanque de agua y lo voy pagando por partes”, cuenta Ramón quien se ve obligado a cubrir las necesidades de su familia: una esposa enferma y en cama, así como tres nietos pequeños que quedaron a su cuidado luego de la muerte de su única hija. “Cuando uno pregunta por qué no llega el agua a nuestras casas, ningún funcionario tiene respuesta”, agrega con resignación.
La suerte de Omar Rueda, vecino del barrio La Popa, no es diferente a la de Ramón. Mientras espera su turno frente a las instalaciones de Hidrosuroeste, comenta que también tiene más de dos meses sin agua: “Cuando llueve es que recogemos el agua que cae para lavar la ropa, los baños y lavar la casa en general”.
Omar tampoco dispone del dinero para comprar agua y plantea lo que esconde la escasez: “El tema del agua ya es como un negocio aquí en el pueblo. Esos carro-tanques están aquí todos los días. Quienes tienen reales pagan, pero a uno, que no tiene, le toca venir a llenar toneles día por medio y subirlos amarrados en moto hasta la casa”.
A la vista de todos
Al mismo ritmo que disminuyen los ingresos de las familias aumentan los mendigos del agua. A cualquier hora y en cualquier sector de San Antonio del Táchira se pueden ver personas de todas las edades cargando agua como pueden: sobre los hombros, en carretillas, en motos y en los carro-tanques, que son vehículos artesanalmente acondicionados para transportar el líquido.
La sede de Hidrosuroeste, ubicada en el barrio Curazao, suele estar rodeada por quienes no pueden comprar agua y se ven forzados a mendigarla, como si fuera una limosna del Estado y no un derecho humano que está obligado a garantizar. Allí mismo también abundan las cisternas, los carro-tanques y otros vehículos de carga. Son las “flotas” de transporte que usan los particulares que se lucran con el negocio del agua en San Antonio del Táchira. Es un negocio que opera a la vista de las autoridades de la hidrológica regional.
El equipo reporteril que realizó el recorrido por la zona contactó a uno de estos transportistas que comercializan el agua, justo cuando esperaba el turno para que su “carro tanque” fuera llenado con el agua que proporciona Hidrosuroeste. La intención era comprar una carga completa de agua.
El conductor del vehículo tenía en sus manos una larga lista de compradores y trataba con desdén a los que solicitaban su servicio. El hombre contestaba llamadas telefónicas, caminaba de un lado a otro; se mostraba ajetreado por la incesante demanda. Con cierta envidia, otro de los transportistas se dirigió a la reportera y comentó en voz alta: “Es que ése está sobrado y por eso no le atiende, tiene mucha plata… Para él es mucho mejor si nunca vuelven a poner el agua en San Antonio”.
Fue entonces cuando, un poco avergonzado, este comerciante del agua accedió a dar explicaciones: “Tengo demasiados pedidos, ni hoy ni mañana le puedo llevar agua. Si se espera, con seguridad se la llevo el viernes”. Dio media vuelta y sin despedirse entró en la oficina administrativa de Hidrosuroeste, luego de un saludo amistoso al vigilante que le abrió la reja de acceso principal de par en par.
Doble pago
La escasez de agua potable angustia a Jorge Prato y a su esposa María. Ambos son jubilados y tienen más de dos meses sin recibir el servicio por tubería. Sus hijos migraron fuera de Venezuela y les envían algo de dinero, el cual invierten prioritariamente en la compra de agua a los vendedores particulares que operan en San Antonio del Táchira.
“Nos hemos visto en la necesidad de comprar dos tanques de 4 mil litros cada uno; lo que significa gastar 80 mil pesos colombianos, unos 22 dólares al cambio. Soy un pensionado, lo que gano son 130 bolívares mensuales y con la pensión de mi esposa llegamos a apenas 260 bolívares, unos 20 mil pesos colombianos. Eso no es ni la mitad de lo que cuesta un carro tanque de agua”.
Jorge se pregunta: “¿por qué los camiones cisterna siempre tienen agua para la venta, pero no hay agua para las casas? Usted ve cualquier cantidad de camiones transportando agua todos los días en el pueblo. Cuando salí a buscar una cisterna para comprar, uno de los choferes que la venden me dijo: “tengo cuatro viajes por delante del suyo, tiene que esperar a mañana”. La cola de camiones esperando para ser llenados era muy larga. Ese era solo uno de la decena de camiones que venden agua en el pueblo, entonces… ¿cuál es el negocio?”.
Lo que sí está llegando de manera puntual al hogar de Jorge y María es el recibo mensual que cobra la empresa Hidrosuroeste por un servicio de suministro de agua que no se presta con regularidad.
“En mi casa pago 80 bolívares de agua cada mes, el cobro es puntual y lo descuentan automáticamente a través de la plataforma Patria. No da chance de sacar la plata de la pensión o del bono que depositen”, se queja Jorge.
Este adulto mayor cuenta que recientemente acudió a la sede de Hidrosuroeste para pedir que le colaboren con una cisterna: “Me dijeron ‘en la tarde se la mandamos’, pero ha transcurrido más de un mes desde entonces y la cisterna no llega, aún la estamos esperando”.
La otra fuente (de controversia): Los pozos
Una mujer que vive muy cerca a las instalaciones de Hidrosuroeste, dijo bajo reserva de su nombre que tenía un poco más de un mes sin recibir agua por tubería. Pareciera inexplicable que a menos de 100 metros de su residencia exista una llave que constantemente tiene agua y que a su casa no llegue. Ella tiene una explicación: “Es que aquí la venden; los carros tanques vienen, llenan de esa llave y luego la venden”.
Recordó que hace poco se vio obligada a mendigar agua. Se acercó a Hidrosuroeste y entró en contacto con un ingeniero que presta servicios a esa institución: “No soy una persona rica para comprar el agua y, además, tengo un familiar convaleciente que requiere de cuidados especiales, le dije. Me colaboró con un tanquecito de mil litros que apenas alcanzó para tres días… y el agua sigue sin llegar”.
En el negocio del agua en San Antonio del Táchira el delivery es clave, por lo cual los servicios de mensajería telefónica son frecuentemente usados para comprar y vender. Por ejemplo, una vecina que prefirió que su identidad se mantuviera en reserva, contactó a un vendedor de agua vía WhatsApp, solicitó el costo del servicio y preguntó cuándo podía llevárselo a su casa en el barrio Antonio Pinto Salinas. Ella necesitaba 3.000 litros, la capacidad que tiene el tanque de agua de su casa y que le alcanza para unos 10 o 12 días. Vive con su esposo y tres hijos pequeños.
“Siempre pido que me traigan agua de Hidrosuroeste porque es la que se supone está limpia. La otra de los pozos uno no sabe cómo es tratada”, indicó para confirmar que el agua que proviene de la empresa estatal es revendida a los habitantes de San Antonio del Táchira y, además, que existe otra fuente de suministro: los pozos.
Ante la persistente escasez de agua potable en San Antonio del Táchira, ha proliferado la extracción a través de pozos ubicados en las cercanías del río Táchira, en el barrio Lagunitas. Allí las cisternas se enfilan a ambos lados de la calle y esperan turno para abastecerse de las tuberías que están conectadas a los pozos y sobresalen de las platabandas de diferentes casas o edificios. Esa agua también se vende.
Estos pozos tienen un diámetro de dos metros y una profundidad de 20 a 30 metros. La extracción se hace por medio de bombas eléctricas trifásicas y cuando no hay luz se emplean bombas a gasolina. Surten 4 pulgadas de agua por segundo; es decir, un camión con capacidad de 3.000 litros se puede llenar en aproximadamente 10 minutos”, explica una de las personas que administra esta fuente alterna de suministro de agua, que pidió reserva de su identidad.
El negocio de los pozos que ejercen particulares se ha consolidado en los últimos diez años al ritmo del progresivo deterioro del acueducto regional del Táchira. El administrador afirma que, al menos en el que él participa, es un negocio legal: “Se registra una firma personal y se pagan impuestos”, acota.
Niega que sea un negocio muy lucrativo: “Se cree que este negocio genera muchas ganancias y no es así. Lo que realmente se cobra son 1.000 pesos colombianos (0,25 centavos de dólar) por cada mil litros de agua. Esto no significa nada si se toma en cuenta el mantenimiento de los equipos de extracción de agua cuando se dañan que es un costo alto. A las bombas hay que hacerles mantenimiento cada tres meses y eso también tiene un costo que sale de nuestro bolsillo”.
Y la fuente se atreve a advertir: “Los pozos son necesarios. Es mentira que este problema lo solucionará Hidrosuroeste, pues ellos tienen un negocio y todo el mundo no puede llenar (agua) allá en la planta”.
Agua que no has de beber
Este hombre que administra uno de los pozos de agua en San Antonio del Táchira se esfuerza en descartar el riesgo para la salud pública, relacionado con la calidad del líquido que se obtiene de esta forma y que luego se vende al mejor postor.
Él asegura que el agua que proviene de los pozos es apta para el consumo humano: “Se le han hecho las correspondientes pruebas de potabilidad. Los propietarios del pozo que yo administro se han gastado buena plata, hasta 4.000 dólares, en hacer esos estudios, además de lo que cuesta obtener los permisos”.
Sin embargo, la docente de la Universidad Experimental del Táchira (UNET), especialista en medio ambiente, María Nela Vera, dijo que el río Táchira está en una crítica situación ambiental debido al creciente vertimiento de desechos agrícolas, industriales, domésticos, así como residuos mineros de material de arrastre (extracción de granzón, arena, deforestación en la ribera y acaparamiento ilegal del agua), que lo han contaminado.
Los pozos subterráneos pueden estar suministrando cierta cantidad de agua a la población. Los niveles freáticos del suelo y subsuelo, especialmente lo que está en las capas superiores pudieran ser aprovechables, pero la calidad del agua no es la más adecuada para el consumo por los niveles de contaminación que hay allí, recalcó.
“Hay muchas aguas negras o aguas servidas de poblaciones cercanas que son lanzadas a los cursos cercanos y de una u otra manera van afectando todos los niveles del suelo”.
El silencio de Hidrosuroeste
Para este reportaje se formalizaron gestiones para obtener explicaciones de Hidrosuroeste sobre la escasez de agua en San Antonio del Táchira, la eventual regulación del negocio del agua en manos de particulares y la calidad del líquido que proviene de las instalaciones de la hidrológica regional como de los pozos subterráneos.
Se formalizó una solicitud de entrevista al presidente de Hidrosuroeste, Arquímedes Uzcátegui, el 17 de mayo de 2024, así como un cuestionario también dirigido a la máxima autoridad de la empresa hidrológica estatal, el 27 de mayo de 2024.
Desde el departamento de prensa de Hidrosuroeste, se informó que Uzcátegui ya estaba enterado de la solicitud de información de interés público y que “en los próximos días” daría respuesta, lo cual no ha ocurrido hasta la fecha de publicación de este reportaje.
Una nota del diario La Nación, publicada el 3 de julio de 2024 y referida a un plan de contingencia que se aplica en la población de San Antonio del Táchira, luego de la avería provocada por un deslizamiento de un talud en el municipio Sucre, da cuenta del conocimiento pleno que tiene Hidrosuroeste del negocio del agua en su jurisdicción, como lo refiere Alberto Sánchez, funcionario encargado de explicar el funcionamiento del plan: «Hoy (martes) iniciamos en el barrio Simón Bolívar, específicamente en la carrera 13. Al final, se llegó a un acuerdo con los cisterneros de que solo harán un viaje por día, quedando libres después para sus servicios privados. Ese único viaje al día, lo harán gratuitamente» (destacado nuestro).
Quedan por despejar dudas que afectan a todas las personas que habitan San Antonio del Táchira, sobre todo a las que no tienen recursos económicos para hacer un pago doble: a Hidrosuroeste y a los particulares que negocian con el agua en la localidad; sobre todo a las que no saben con certeza si el agua que están obligados a comprar a particulares es apta para consumo humano.
El silencio de Hidrosuroeste no resuelve el problema y aumenta la indignación de personas como el señor Ramón Durán, quien legítimamente exige respuestas del Estado por la violación de su derecho al agua.
Intervenciones de audios y fotografías: Ernesto Cáceres.
Acompañamiento editorial: Edgar López.