Servicios de streaming en Venezuela: mirar hacia el futuro con un internet de cavernícola
Mientras la industria del entretenimiento masifica el uso de streaming en todo el mundo, la mayoría de los venezolanos quedan rezagados ante una de las conexiones a internet más lentas del globo y relegan el consumo cultural a las confiables antenas de SimpleTV
Subir la mirada en cualquier calle de Caracas es una garantía de encontrarse con una antena satelital. Incluso en el cerro más pronunciado y lejano de la ciudad, decenas de casas, reconocibles por sus fachadas de ladrillos rojos y techos de zinc, exhiben estos artilugios capaces de establecer conexión con un satélite que orbita alrededor de la Tierra, a decenas de miles de kilómetros de distancia.
Con una estrategia de mercado eficaz y años de trabajo duro en Venezuela, DirecTV se ganó el mercado nacional. Le siguieron empresas como Inter o Movistar y la televisión por suscripción se consagró como un servicio común para las familias venezolanas. La propuesta era demasiado tentadora como para rechazarla: tener al alcance de la mano decenas o hasta cientos de canales internacionales, con parrillas de programación variadas y una diversidad jamás vista en la televisión de señal abierta.
La televisión satelital ganó reputación como un servicio de calidad, accesible y con alcance en todos los rincones del país, lo que le permitió establecerse como la principal opción de entretenimiento para millones de familias venezolanas durante más de 20 años. Probablemente se habría mantenido de esta manera por mucho tiempo más, pero el mundo avanza y con él, una revolución en la industria del entretenimiento se empezó a gestar a través de internet.
Las plataformas de streaming dejaron de hacer ruido para convertirse en un estruendo que despojó a la televisión tradicional de su trono. Netflix, como principal representante de esta tendencia, multiplicó por nueve su base de suscriptores en apenas 10 años, al pasar de 21,5 millones de usuarios mundiales al cierre del primer cuatrimestre de 2011 a 208 millones tras el primer cuatrimestre de 2021.
En Venezuela también repercutió esta tendencia. El catálogo de series y películas de Netflix se ha convertido en un tema de conversación común y para 2019, antes de la pandemia, se calculaba un estimado de 500.000 suscriptores de acuerdo con las reproducciones registradas desde el país, según datos proporcionados por FlixPatrol, portal que recoge estadísticas de servicios de streaming en todo el mundo.
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A Netflix se suman otras empresas en distintas áreas. La industria del cine y la televisión ya llevó a cabo su transición con plataformas como Disney +, Amazon Prime, Hulu o Apple TV+. Spotify se convirtió en el gran gigante de la reproducción musical, mientras que Youtube y Twitch dominan las estadísticas de audiencias y horas de consumo con sus contenidos de streaming.
No obstante, las barreras implícitas en un país como Venezuela, con su crisis económica y política, frenan la penetración de esta nueva forma de entretenimiento y extienden la vida útil de los servicios de televisión por suscripción.
Sin internet, el streaming no va ‘pa’l baile’
Los servicios de streaming consisten en la transmisión de audio y video que se realiza en directo a través de la red, mediante el envío de datos de forma secuencial. Es decir, el usuario descarga los fragmentos del archivo de audio o video correspondientes al instante que está reproduciendo en su dispositivo, en lugar de descargar y almacenar la totalidad de la información para reproducirla en conjunto.
Debido al funcionamiento de este sistema, los suscriptores de los servicios de streaming necesitan una conexión a internet constante y estable para funcionar y que el flujo de datos que se envía no sea interrumpido.
En este sentido, Venezuela tiene mucho camino por recorrer. Con una de las conexiones más lentas de la región y una conectividad que no está disponible para toda la población, las plataformas de internet son casi un lujo para la mayoría.
De acuerdo con las cifras más actualizadas de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel), en Venezuela se registraban 18.239.131 usuarios de internet fija para el cierre de 2019, con 12.114.430 de estas suscripciones (66,42%) correspondientes al servicio ABA de la estatal Cantv.
Aunque la mayoría de los internautas del país están atados a una empresa que ofrece las conexiones más bajas de la región, la aparición de actores privados en los últimos años parece haber cambiado las condiciones de juego, a tal punto de deslastrar a Venezuela como el país con la peor conexión del continente, de acuerdo con los resultados del Índice Global de Speedtest, una empresa que mide la velocidad de internet de usuarios en todo el mundo.
Venezuela se convirtió en un tema de conversación internacional por figurar como el segundo país con peor conexión del mundo entero en 2019, solo por encima de Turkmenistán, con 3,67 Mbps de velocidad de descarga promedio. Durante 2020, este ranking cambió y Venezuela escaló unas 30 posiciones y actualmente promedia una velocidad de descarga de 16.26 Mbps.
No obstante, el vicepresidente de Internet Society (ISOC) Capítulo Venezuela, Andrés Azpúrua, desmiente el mito de que un mejor índice de Speedtest se traduzca en una mejor internet en todo el país. Explica que esta página registra únicamente la velocidad de los usuarios que deseen evaluar su conexión a través de esta plataforma y que, generalmente, quienes suelen hacer estos ensayos son precisamente usuarios con mayor velocidad de internet, que desean comprobar la calidad de su conexión.
“Speedtest no es indicador tan preciso como la gente cree. No es representativo a la población general, sino que más bien sobre representa a los usuarios de Speedtest. La verdad es que muy pocos de los usuarios de internet de Venezuela tienen mejor internet. La gran mayoría sigue teniendo la misma, que no sirve para las necesidades contemporáneas, o tiene peor internet del que tenían antes, o incluso dejaron de tener internet en los últimos meses”, afirmó a TalCual.
Pese al poco optimismo sobre la expansión de un mejor servicio en todo el país, es un hecho que diversas empresas privadas han penetrado en el mercado venezolano para hacerle contrapeso a Cantv e Inter, segunda empresa de internet de banda ancha con más suscriptores.
Cada día hacen aparición más empresas que reciben la autorización de Conatel para ofrecer servicios de internet en el país. Aunque muchas se dedican a soluciones empresariales, otra tajada importante se introduce en el mercado de internet doméstico. Los precios, dolarizados, suelen superar con creces los de ABA y la capacidad adquisitiva del venezolano promedio, mientras que sus ofertas de velocidad de descarga son aún deficientes e insuficientes para las necesidades del usuario de internet contemporáneo.
Por su parte, Cantv ha mejorado su oferta con planes de 14, 18 y 22 Mbps, pero realmente rinden a una velocidad inferior a la ofrecida y el servicio de la empresa estatal tiene un largo historial de inconsistencias y caídas que impide que el internauta tenga garantía alguna de una conexión estable. Los precios de los nuevos planes, además, superan con creces el salario mínimo.
Las verdaderas soluciones parecen llegar desde el occidente del país. En Zulia se ha creado un nuevo mercado competitivo de internet residencial en el que algunas empresas ofrecen servicios con velocidades que compiten incluso a nivel regional. Este es el caso de la empresa AirTek, que dispone de planes entre 50 Mbps y 600 Mbps por precios de $25 y $35, respectivamente.
“Hay gente que está adquiriendo nuevos servicios más rápidos y costosos. A grandes rasgos, el grupo pequeño de las personas que estaban a las velocidades más rápidas ahora tienen conexiones aún más rápidas”, insiste Azpurúa.
Es así como, a través de estos nichos, se observa una mejora en la conectividad de ciertas regiones, pero no es escalable a toda la población, aún víctima de un servicio deficiente e insuficiente para soportar las exigencias de conectividad que requieren los servicios de streaming.
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Streaming vs TV por suscripción
Los venezolanos deben elegir entre servicios de TV por suscripción que funcionan independientemente de sus conexiones a internet, y unas plataformas de streaming de las cuales no pueden extraer el máximo provecho.
Pese a esta disparidad, las opciones ofrecidas por las plataformas de streaming son muy tentadoras. La mayor empresa de esta industria, Netflix, dispone de un catálogo global de unos 26.000 títulos entre series y películas. En Venezuela están disponibles aproximadamente 4.862, pero cualquier usuario con un VPN podría tener acceso a las 26.000 obras audiovisuales alojadas en Netflix.
En contraposición, la mayor empresa de televisión por suscripción, SimpleTV, dispone de cinco planes que contemplan entre 72 y 212 canales. Al restar los duplicados por transmisión HD y los de radio o música, un suscriptor puede contar con un máximo de 108 canales (incluidos 15 disponibles en señal abierta). De este abanico de opciones depende la variedad de contenidos del usuario, restringido también por los horarios impuestos en la parrilla de programación, con transmisiones a horas fijas, pausas comerciales y limitadas alternativas de canales de audio con distintos idiomas y subtítulos.
Por su parte, Netflix y demás servicios de streaming ofrecen una programación variada, disponible para que el usuario la consuma cuando desee, y nueva, pues muchos de sus contenidos son estrenados directamente en estas plataformas.
Durante la pandemia, debido al cierre de las salas de cine, motivado a las restricciones derivadas de las políticas para prevenir la covid-19, las principales productoras han estrenado sus películas en sus servicios de streaming. Este fue el caso de Disney con superproducciones como Soul o Mulán, estrenadas en Disney+; o de Warner Bros, que recientemente lanzó Zack Snyder’s Justice League a través de la plataforma de streaming de HBO+.
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Por si fuera poco, el plano internacional también marca una tendencia que favorece ampliamente a los servicios digitales. El último reporte de la Motion Picture Association (MPA), en el que se analizó el estado de la industria de entretenimiento audiovisual en 2020, evidenció una caída de suscriptores en la televisión de suscripción por cable, una tendencia que ya se presentaba en 2019.
En contraste, las suscripciones de videos en línea (plataformas de streaming) se han cuadruplicado desde 2015, destacando como la única modalidad de consumo audiovisual con crecimiento sostenido en los últimos años. A pesar de que los servicios online se han visto beneficiados en números, las cableras siguen liderando en ingresos.
Pese a estas ventajas que parecen indicar una inclinación hacia los servicios de streaming, el pulso en el mercado venezolano favorece ampliamente a la televisión paga, al menos al evaluar su masa de suscripciones.
Conatel afirmaba que, para el cierre de 2019, las empresas de televisión paga manejaban una base de suscriptores de 4.347.090, con una penetración en el mercado del 55%. En otras palabras, 55 de cada 100 hogares venezolanos contaba con algún tipo de suscripción a estos servicios.
Tras el cese de operaciones de DirecTV, el mercado dio un vuelco sin precedentes, pero la aparición de SimpleTV tres meses más tarde para heredar el imperio de DirecTV, propició nuevamente el statu quo. En marzo de 2021, SimpleTV contabilizaba más de 2 millones usuarios. Los números dan a entender que la audiencia venezolana prefiere la televisión paga, pero ¿Es realmente así? ¿Los números de Netflix y otras plataformas están tan lejos?
Más ataduras para Venezuela
Realmente es complicado, por no decir que imposible, extraer estadísticas concretas sobre la cantidad de suscriptores en servicios de streaming en el país, por lo que hacerse una idea de su extensión es un ejercicio especulativo.
La ausencia de cifras guarda relación con otra limitante impuesta para Venezuela. Lejos de las velocidades de internet, la situación económica y especialmente política del país limita las relaciones con empresas internacionales.
Aunque las principales plataformas de streaming del mundo transmiten sus contenidos a Venezuela e incluso tienen parrillas específicas para el país, contratarlas y obtener una membresía por mecanismos regulares es una travesía que solo está al alcance de unos pocos.
Al momento de hacer el registro en páginas como Netflix, que incluso tiene una dirección de su web dedicada a Venezuela, hace aparición la gran traba: solicitan un pago en dólares que puede ser cancelado mediante la afiliación de tarjetas de crédito o débito Visa, Mastercard o American Express.
Estos instrumentos financieros dejaron de ser opciones al alcance del venezolano promedio desde hace años. Las tarjetas de crédito han sido sometidas a regulaciones estrictas en el último lustro, con límites de crédito que resaltan por lo bajos que son, mientras que las tarjetas de débito de Visa, Mastercard o American Express tienen requisitos muy específicos para su expedición, y generalmente las otorgan a clientes con cuentas bancarias en Estados Unidos o Europa, un porcentaje minúsculo de la población.
Por eso, los venezolanos interesados en adquirir estos productos recurren a múltiples alternativas para conseguir cuentas de sus plataformas de streaming favoritas, mediante vías que dificultan la captación de estadísticas, como razona el presidente de la Asociación Venezolana de Exhibidores de Películas (AVEP), Abdel Güerere.
“No hay estadísticas confiables en Venezuela. Se entiende que hay algunos usuarios que quizás paguen y otros que utilizan contraseñas prestadas, cedidas por familiares (en el extranjero). La dimensión del alcance del streaming en Venezuela es de difícil cuantificación”, expresó en entrevista a TalCual.
A raíz de estas barreras para obtener membresías directamente de la página, ha surgido un mercado informal que comercializa cuentas y pantallas. Haciendo uso del ingenio, ciertos conocimientos técnicos y herramientas digitales, algunos obtienen estas membresías para revenderlas y lucrarse. Esta tendencia se ha hecho popular y la mayor parte del mercado de estas plataformas en Venezuela se ha tercerizado.
Incluso en plataformas de comercio electrónico como Mercado Libre o Marketplace de Facebook es común encontrar ofertas de cuentas o pantallas para los servicios de streaming más populares.
Luis González, un comerciante de cuentas de Disney +, Amazon Prime, Netflix, Crunchyroll y Spotify, afirma que existen mecanismos específicos para conseguir afiliaciones a cada plataforma y que el esfuerzo o la inversión solo vale la pena como negocio.
Mediante proveedores como González, que ofrecen sus servicios en redes sociales, adquirir una cuenta en estas plataformas se simplifica. En lugar de requerir de tarjetas de crédito o débito específicas y cuentas en el extranjero, pueden cancelarse los montos de suscripción con transferencias bancarias, dólares en efectivo o cualquier otro mecanismo común en el comercio local.
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“Obtener una cuenta de Netflix o Disney+ por la página oficial no es nada rentable para Venezuela. Si recurres a proveedores, pagar los servicios de streaming se hace fácil, ya que puedes pagar por transferencia en bolívares o con dólares. Yo acepto también PayPal, AirTM, Skrill y otros métodos que las personas puedan tener”, expuso.
¿Compitiendo o cohabitando?
Los intereses de las grandes empresas, la preferencia de las audiencias internacionales y el avance tecnológico parecen inclinar la balanza a favor de los servicios de streaming como líderes de la industria del entretenimiento mundial en el mediano plazo.
En cuanto a Venezuela, el panorama no está claro. La incertidumbre en el terreno político, económico y social acaba repercutiendo en todos los ámbitos y muchos factores pueden condicionar la masificación de los servicios de streaming en el país.
De momento, la base de la televisión por suscripción es sólida y pese a las quejas que puedan recibir empresas como SimpleTV o Inter, poseen el dominio del mercado en términos de usuarios.
Para Andrés Azpúrua, pese a sus preocupaciones en torno a la calidad de la internet en el país, la tendencia a futuro favorecerá a las plataformas de streaming y progresivamente se dejará de lado la televisión tradicional, al menos en las zonas urbanas.
“Yo creo que la televisión en áreas urbanas se va a perder con el tiempo. Fuera de Venezuela este cambio se está haciendo. La diferencia en Venezuela es que nuestra internet es deficiente, y la base instalada de SimpleTV es altísima. Creo que seguirá existiendo la televisión por suscripción, pero la gente está cambiando sus patrones de consumo. Quieren su contenido cuando les provoque y les encanta Netflix incluso con conexiones que no son óptimas para verlo”, opinó.
En la otra vereda, Abdel Güerere no considera que haya un desplazamiento de un servicio por el otro. En su lugar, opina que ambos cohabitarán y que la televisión por suscripción probablemente siga siendo la primera opción para los estratos sociales más bajos y en el interior del país, debido al precario estado de los servicios públicos.
“Es posible que un segmento, conformado por las clases media alta, alta y muy alta, puedan contratar servicios de internet de mayor potencia y ancho de banda, además de también cancelar varias plataformas de streaming. Pero no siento que pudiera ser en todos los segmentos sociales, donde predominan las clases media y media baja, además del segmento popular y el de mayor pobreza”, razonó.
El representante de AVEP advierte que, efectivamente, la irrupción de las plataformas de streaming generará cambios importantes en la forma de consumir contenidos, pero es un férreo creyente de que las plataformas de consumo cultural se complementarán en lugar de reemplazarse.
“Ante la aparición de nuevas formas de consumo cultural, lo que la historia demuestra es que los bienes y servicios culturales son complementarios, no sustitutivos; que la cultura es acumulativa. La cultura es un continuo y creativo social en el tiempo. No porque aparezca una nueva forma de divulgación, desaparecen las otras”, reflexionó.