SÍ, por Teodoro Petkoff

Ya el RR tiene pregunta y el SÍ le quedó a la oposición. Nuevamente se equivocaron los promotores mediáticos de pesimismo y desánimo, los que pronosticaban que la pregunta demoraría semanas en formularse y que le quitarían el SÍ a la oposición, porque según y que «el fraude ya está cantado». Otra vez se pelaron. Claro, seguramente no faltará quien escriba su artículo semanal haciéndonos ver que el truco está en que la palabra «revocar» no aparece en la pregunta y que el concepto «dejar sin efecto» que la sustituye, es muy complicado para la comprensión del vulgo. Pero, en fin, la pregunta está clara: «¿Está usted de acuerdo en dejar sin efecto el mandato popular otorgado a Hugo Chávez Frías, etc, etc?» Si usted está de acuerdo con dejar sin efecto, que no es otra cosa que revocar el mandato de Chávez, pues responderá SÍ. De lo contrario, responderá NO. Tan sencillo como esto. Ha sido, pues, otro pasito pa’ lante y es obvio que la oposición hará campaña por el SÍ y el gobierno por el NO. Es prácticamente imposible equivocarse.
Sobre las máquinas de votación también es bueno tratar de que la epidemia de paranoia no continúe expandiéndose. Ahora ha aparecido gente que ejerce ilegalmente la ingeniería de sistemas tratando de convencernos de que la trampa está en las máquinas. ¡Por favor! Jorge Rodríguez explicó anoche claramente cómo y en qué condiciones van a ser auditadas las máquinas y el software, contándose, para ello, como es lógico, con la presencia de los técnicos de ambas partes. La máquina responde según su programación y esta no escapará al ojo escrutador de esos técnicos.
Por otro lado, la máquina produce un «recibo» como el de los cajeros automáticos de los bancos, donde queda reflejado el voto del elector, de modo que este, después de verificar si lo que dice el «recibo» es igual a lo que él marcó en la pantalla, lo deposita en una urna. Queda, pues, una constancia física del voto, que, en una auditoría aleatoria, sobre una muestra representativa del universo total de las mesas, permitirá verificar si máquinas y votos físicos coinciden o no. La famosa «auditoría en caliente» que pasó a ser el objeto de la batalla mediática que libran los vendedores de desánimo, no tiene sentido puesto que supondría el desatino de paralizar el acto de votación en una mesa para verificar si los votos depositados hasta ese momento coinciden con lo que la máquina ha ido registrando. La auditoría se hace una vez concluido el acto de votación, sobre una muestra representativa de las mesas.
Una cosa es estar alerta y ser malicioso (a lo cual obliga la circunstancia de que el picado de culebra se asusta de un bejuco) y otra muy distinta es pregonar a los cuatro vientos que ya la trampa está hecha, que el fraude es inevitable, que no hay nada que hacer. Con eso, lo único que se puede lograr es una abstención gigantesca ya que, si fuere así votar no tendría ningún sentido. ¿Para qué si ya la trampa estaría hecha?