Una noche para recordar, por Robert Andrés Gómez

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Este domingo, la temporada de premios más inusual en mucho tiempo llegará a su fin. Ceremonias telemáticas, híbridas, con o sin alfombra roja. Definitivamente sin público y apelando a la solidaridad de un espectador aún más paciente que en anteriores ediciones. Han conseguido que, contra todo pronóstico, los premios hayan sido otorgados.
El turno ahora es para la ceremonia de los Óscar, el legendario galardón de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood, con un Steven Soderbergh convertido en director de la misma.
Este año, la pandemia covid-19 mitigó el impacto de los altavoces que desde un tiempo para acá, han sumergido las pasadas temporadas en la corrección política. Otro tanto, la ausencia de Donald Trump en el poder, elemento perturbador para la comunidad de Hollywood, o al menos parte de ella. De allí que, en cierto modo, se trate de una ceremonia tranquila destinada, eso sí, a premiar el talento femenino focalizado especialmente en las figuras de Chloé Zhao y Emerald Fennell nominadas a Mejor dirección por sus películas Nomadland y Promising Young Woman, también nominadas al premio mayor.
Dada la trayectoria de la temporada de premios desde su estreno y triunfo en Venecia, la victoria de Zhao y su filme Nomadland parecen imparables. En el camino quedan, sin embargo, dos obras relevantes, dirigidas también por mujeres que recibieron poca o ninguna atención por parte de los votantes: First Cow de Kelly Reichardt y Una noche en Miami de Regina King.
Rodada en 2019, pero estrenada en 2020 en la Sección Oficial de la Berlinale, First Cow puede que sea la película más importante del «año covid» en Estados Unidos. Retrato y relato sobre la fundación del sueño americano, no puede ser más entrañable y cruda a la vez. Cine independiente puro —quizás ese sea su talón de Aquiles— y un western en toda regla firmado por una de las realizadoras más importantes del panorama contemporáneo.
Una noche en Miami ha conseguido tres nominaciones a la presente edición de los Óscar (Mejor guion adaptado, Mejor actor de reparto y Mejor canción original), ninguna de ellas a Mejor película ni a la Mejor dirección, dos omisiones imperdonables. De hecho, King, en una edición enfilada a subrayar la presencia de las realizadoras en el cine contemporáneo, habría podido arrebatar ese galardón de las manos de Zhao.
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Una noche en Miami es la adaptación de la obra homónima de Kemp Powers sobre una reunión apócrifa entre Cassius Clay, Malcolm X, Sam Cooke y Jim Brown. Un filme que apela a un espacio al margen para debatir sobre el peso del racismo en la sociedad estadounidense de entonces, pero decididamente de ahora. El peso, las oportunidades de enmienda, las responsabilidades y también la autocrítica.
Actriz y directora, King apuesta por sobre todo a observar y obligar al espectador a escuchar este relato dialéctico que pone en jaque a cuatro de los más conocidos representantes de la comunidad negra de Estados Unidos. Cuatro leyendas que se desmarcan de sus respectivos espacios de aparente confort para hablar sin tapujos sobre lo que ocurre puertas afuera.
King no renuncia a la autocrítica de la obra original, la subraya. Elude por completo la mirada ombliguista y toma el espejo por asalto. La juerga se acaba pronto, quedando la obligación de verse sin más. La primera secuencia basta para fijar el compromiso de la actriz y realizadora con el tema que aborda. Lo que sigue es un ejercicio de honestidad que parece haber incomodado a más de uno. El pulso de King no solo es merecedor de una nominación sino del premio a la Mejor dirección al mostrar el elefante en medio de la sala.
Robert Andrés Gómez es periodista y crítico de cine. Guionista.
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