«Váyanse acostumbrando», por Santiago Boccanegra
Una de las frases que dijo Henry Ramos Allup en su réplica a Nicolás Maduro en la Asamblea Nacional, y la ha comentado a la bancada del PSUV en anteriores ocasiones, es «váyanse acostumbrando» en referencia no solo a que la oposición tiene mayoría en el Parlamento sino que el madurismo no puede imponer a golpe y mazazo su voluntad. A veces la completa con, «aquí las cosas cambiaron».
El viernes 15 de enero en la AN, Ramos Allup repitió el «váyanse acostumbrando», ahora con más peso por quienes lo escucharon, los receptores del mensaje. Primero, el resto de los poderes públicos, a quien el diputado recordó que los únicos dos surgidos de la voluntad del soberano son el Ejecutivo y el Legislativo, mientras que los otros tres son derivados. También a un Presidente de la República que hizo lo imposible por desdeñar del respeto interinstitucional (dejó la alfombra roja sin pisar y entró por un lateral para no ser retratado caminando con el adeco, qué raya). Luego, el Alto Mando Militar que también debe reconocer no solo que una parcialidad política distinta controla un poder público electo sino que los propios uniformados deben mantenerse ajenos al debate partidista y sectario, ofreciendo sus servicios para todos. Después, a los propios funcionarios que rebosaron el lugar, incluyendo el nuevo ministro de Comunicación, acostumbrados a que una sola voz, la del hegemón desde Miraflores, cope todos los espacios, tanto que prefirieron evitar encuadrar a Maduro con Ramos en cualquier momento. Y, por último, el país que vio la transmisión por cadena: «aquí las cosas cambiaron».
Pero el «váyanse acostumbrando» va más allá del funcionamiento de los poderes públicos y de la propia manifestación institucional del voto de la gente, es más profundo porque toca el nervio central de cómo se hacen las cosas en Venezuela. «Vásanse acostumbrando» a que la Asamblea Nacional no responde sin chistar peticiones del Ejecutivo. «Váyanse acostumbrando» a que hay una institución que, más aún luego de ser reconocida por el propio Maduro, ejercerá todas sus competencias legisladoras y contraloras. «Váyanse acostumbrando» a que la aplanadora del chavismo se acabó. «Váyanse acostumbrando» a que el silencio no puede ser la norma. E incluso, «váyanse acostumbrando» a que Hugo Chávez es un hombre púbilico y sujeto a opiniones, consideraciones y evaluaciones.
Justamente Henry Ramos apuntó ese aspecto a la bancada del chavismo cuando mencionó al expresidente y ratificó que la personalidad del fallecido era «mesiánica». Pero lo más duro para el propio psuvismo fue escuchar que, quizá, con Chávez «la cosa estaría peor». Un mensaje duro para una hegemonía política que ha vendido la infalibilidad del «comandante supremo», incapaz de admitir rasgos humanos de un hombre al que han convertido en postal y en estatua, como al propio Simón Bolívar: sin errores, sin excesos, sin humanidad.
«Váyanse acostumbrado» a que parte del proceso político que comenzó a cambiar sus características en Venezuela incluye la existencia de Ídolos rotos, como los escribió Manuel Díaz Rodríguez en 1901. Y debe haberlos.
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