Violencia sexual contra los niños, por Gisela Ortega
La violencia de género es un término utilizado para describir los actos perjudiciales perpetrados en contra de las mujeres en base de las diferencias entre los sexos determinados por la sociedad. Es un fenómeno universal que se da en todas las culturas del mundo como una forma de preservar la subordinación de la mujer con respecto al hombre. Tiene sus raíces en los desequilibrios de poder e igualdad entre hombres y mujeres. Históricamente se ha empleado esta expresión para resaltar la vulnerabilidad del sexo femenino.
Entre los ejemplos de violencia de género que afectan a las mujeres y a las niñas en todo su ciclo vital cabe destacar el aborto selectivo, las diferencias en el acceso a la alimentación y los servicios, la explotación y el abuso sexual, el matrimonio infantil, la mutilación/ablación genital femenina, la violación, el abuso en el precio de la dote, los asesinatos de honor, la violación domestica o intima, la privación de la herencia o de los bienes, y el maltrato a las personas mayores.
De acuerdo a los estudios de Unicef, los datos disponibles sobre la violencia de género, incluidos informes de la policía, jurídicos, médicos o de otras fuentes, solo representan una proporción muy pequeña del número real de ellos.
La violencia sexual contra los niños es una grave transgresión contra sus derechos. Sin embargo es una realidad en todos los países y grupos sociales. Comprende el acoso, violación o explotación sexual de la prostitución y la pornografía. Ocurre en los hogares, instituciones, escuelas lugares de trabajo y dentro de las comunidades.
Cada vez más, los teléfonos celulares, e internet también ponen a los niños en riesgo de violencia sexual, ya que algunos adultos utilizan este medio para tener relaciones íntimas con menores. Asimismo hay un aumento en el número y la circulación de imágenes, donde se producen actos de abuso a los niños. Los propios adolescentes se envían entre ellos mensajes o fotografías de contenido erótico o pornográfico por sus teléfonos, los llamados “sexting”, lo que les coloca en peligro de sufrir otro tipo de maltrato.
En el 2002, la Organización Mundial de la Salud, estimo que 150 millones de niñas y 73 millones de niños menores de 18 años experimentaron relaciones sexuales forzadas u otras formas de violencia sexual. Puede que varios millones más estén siendo explotados en la prostitución o pornografía cada año, la mayoría de las veces debido a falsas promesas y un conocimiento limitado sobre los riesgos. Sin embargo, la verdadera magnitud esta oculta, debido a su naturaleza sensible e ilegal.
La gran mayoría de los niños y su familia no denuncian los casos de abuso y explotación a causa del estigma, el miedo y la falta de confianza de las autoridades.
Los estudios indican que la violencia sexual puede tener consecuencias físicas, psicológicas y sociales graves a corto y largo plazo, no sólo para niños y niñas, sino también para sus familias y comunidades. Esto incluye los riesgos de padecer enfermedades, embarazos no deseados, trastornos psicológicos, deshonor, discriminación y dificultades en la escuela.
UNICEF trabaja para prevenir y responder a la violencia sexual incorporando a diferentes sectores del gobierno, la justicia el bienestar social, la educación y la salud, así como los legisladores, la sociedad civil, los líderes comunitarios, los grupos de religiosos, el sector privado, los medios de comunicación, las familias y los propios niños, apoyándolos en el fortalecimiento de los sistemas de protección de la infancia a nivel nacional y local, incluyendo leyes, políticas reglamentos y la prestación de servicios integrales a los menores que son víctimas de estos hechos.
En todo el mundo, millones de menores de todos los estratos socioeconómicos, de todas las edades, religiones y culturas sufren actos de violencia explotación y abuso.
Los niveles más altos de vulnerabilidad están a menudo relacionados con los niños con discapacidad, que se han quedado huérfanos, los indígenas, los que proceden de minorías étnicas, los que viven y trabajan en las calles, y residir en comunidades donde impera la desigualdad, el desempleo y la pobreza.
Los desastres naturales, los conflictos armados y el desplazamiento, pueden exponer a los chiquillos a otros riesgos. La inseguridad también está asociada con la edad,
La violencia, la explotación y el abuso provienen a menudo de personas que el pequeño conoce, incluyendo sus progenitores, familiares, cuidadores, maestros, empleadores, autoridades policiales. Solo una pequeña proporción de esta barbarie se denuncia e investigan, y un escaso número de quienes cometen estos actos rinden cuenta por ellos.
Es necesario que existan datos fiables sobre la situación en la que vive la población infantil para poder informar acerca de la elaboración y puesta en marcha de políticas, legislaciones y acciones que prevengan y den respuesta al maltrato de niñas y niños.
Aunque las encuestas a gran escala en los hogares representan una importante fuente de testimonios sobre la protección de la infancia, no son lo suficientemente adecuadas para supervisar la frecuencia e incidencia de ciertos asuntos particularmente conflictivos o ilegales como la explotación sexual. Estas informaciones no ofrecen documentación sobre los chiquillos que viven fuera de sus hogares, en las calles o en instituciones públicas. Asimismo es necesario que los informes sean sólidos para garantizar la supervisión y valoración de los programas de Unicef.