Aruba: la ayaca como gancho gastroturístico, por Miro Popić
Islas inútiles. Así llamaron los españoles a Aruba, Bonaire y Curazao antes que los holandeses se las arrebataran luego del fracaso por capturar la península de Araya. Pretendían quedarse con la mayor riqueza de la época: la sal. La única piedra comestible, el oro blanco de la historia.
La sal era vital para que los holandeses pudieran mantener el imperio del arenque en salazón y esa sal estaba aquí cerquita, donde nació el poeta Cruz Salmerón Acosta, frente a Cumaná. Entre 1599 y 1604 sus costas recibieron el ataque de 491 naves corsarias. Allí se desarrolló la batalla de la sal que culminó con la expulsión de los invasores quienes se refugiaron en esos desolados montículos que, junto con Trinidad, alguna vez fueron excrecencia de Venezuela, como escribió el Premio Nobel V.S, Naipul, y a los que nuestros ancestros llegaron caminando en anteriores períodos glaciares.
Voltaire escribió alguna vez que todas las potencias marítimas tuvieron su principio en barcas de pescadores. Refiriéndose a Amsterdam, dijo: «La pesca del arenque y el arte de salarlo no parecen un asunto de mucha importancia en la historia del mundo; fue, sin embargo, lo que de un país despreciado y estéril hizo una potencia respetable».
La sal era tan codiciada como el petróleo en nuestros días. Sin ella no se podían acumular alimentos perecederos, no había comida para las grandes exploraciones marítimas.
Desde el cabo San Román, en la península de Paraguaná, estado Falcón, en noches despejadas se divisan las luces que iluminan la pequeña isla de Aruba, 25 kilómetros al norteste de Venezuela. Poblada originalmente por los arahuacos caquetíos como los de Falcón y Lara, hoy su población es una mezcla de diferentes nacionalidades e idiomas. Con apenas 180 kilómetros cuadrados y poco más de cien mil habitantes, sin agua y sin cultivos, hoy vive del turismo y de sus playas. Se vende como una isla feliz y su promesa básica pretende atraer viajeros de alto poder adquisitivo.
Es curioso, por decirlo de alguna manera, cómo los arubeños promocionan su gastronomía como atractivo turístico para conquistar el paladar del viajero. Visitando alguna de sus páginas más destacadas, podemos encontrar algunas sorpresas como estas, por ejemplo: «Los platos tradicionales navideños de Aruba pueden sonar familiares, jamón de Navidad, ayaca, arroz con pollo, pavo o pollo relleno. Sopas y ensaladas como ensalada de atún, ensalada de pollo y guisantes. Ensalada de huevo, sancocho de pollo y la famosa sopa de calabaza. Las bebidas son chuculati pinda y ponche crema. Más recientemente se ha añadido a la comida tradicional navideña el panettone italiano y el pan de jamón».
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Hay más todavía. Ya como comida tradicional cotidiana, figuran preparaciones familiares para nosotros como lo tequeños, aunque no los llamen así ni mencionen su origen por ninguna parte: «Los palitos de queso o «deditos» se originaron en América del Sur, se convirtió en un éxito total en una fiesta y la receta se difundió entre las amas de casa. Hoy en día estos fantásticos «deditos» se sirven antes de la comida o la cena, y obviamente como aperitivos durante las fiestas. Una buena variación: puede sustituir fácilmente el queso por una salchicha de cóctel».
Las empanadas también están presentes en la antología culinaria arubeña: «Las empanadas son pasteles de carne populares en todo el mundo latino. Probablemente se originaron en Galicia, en el extremo norte de España. Los colones españoles introdujeron las empanadas en el Nuevo Mundo. Las variedades de rellenos de Aruba para empanadas incluyen mezclas de pollo, carne de res, jamón y queso, pescados y mariscos». Lo curioso es que en la receta el ingrediente de la masa no es la harina de trigo sino la harina de maíz amarillo, algo que los gallegos desconocían.
Para tranquilidad, les puedo decir que, si bien en todo el continente se comen empanadas, solo en Venezuela son hechas con maíz y fritas.
Incluso las arepas figuran en el corpus culinario arubeño. En la página visitada las presentan así: «Ideal para el desayuno, el aperitivo o la guarnición con sopas. Para el desayuno, agregue su relleno favorito como huevo y tocino, ensalada de pollo o atún, etc.». La manera de prepararlas es así: «Pon la harina de maíz en un bol y agrega el agua con sal poco a poco, mezclando con la harina hasta que se haya utilizado toda el agua y la harina se haya convertido en una masa. Déjalo reposar durante cinco minutos. Ahora, forme la masa en rollos redondos de aproximadamente 3 pulgadas de diámetro y 1/2 pulgada de grosor. En una sartén ligeramente engrasada, cocine lentamente las arepas hasta que se forme una costra por cada lado. Ahora colócalas en una cazuela y hornea en el horno a 350 grados durante aproximadamente 20 minutos, hasta que las arepas suenen huecas al golpearlas. Para realzar el sabor: en lugar de usar solo agua, use caldo de pollo o res».
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Aquí tienen material suficiente para encender las redes. Cualquier parecido con nuestra gastronomía no es mera coincidencia.
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Miro Popić es cocinólogo. Escritor de vinos y gastronomía.