Cúcuta, el cajero automático de Venezuela
El envío de divisas a Cúcuta se duplica y se multiplican las interminables filas de venezolanos para retirar las remesas que reciben de sus familiares emigrados sobre todo a España, EE.UU., Ecuador y Perú
Decenas de personas se refugian del abrasante sol santanderiano bajo el muro de entrada del centro comercial Ventura Plaza. Otra serpenteante fila cruza el céntrico Parque Santander, la mayoría con gorras o usando carpetas como sombrilla.
Son algunas de las interminables colas de venezolanos que han copado el paisaje urbano de Cúcuta en los últimos meses. En este caso, para retirar los giros de divisas que les envían sus familiares en el extranjero. El monto necesario para continuar su éxodo hacia otros países o bien para hacer la compra básica.
Milainny Torres aguarda nerviosa al final de una hilera de unos cincuenta compatriotas. Faltan apenas dos horas para que cierren el Western Union. «Fui a las nueve de la mañana a otro Western y me dijeron que la cola iba más rápida aquí, pero ya llevo seis horas y nada que avanza”, asegura la mujer de 31 años, quien viene de un viaje de dos días desde Maracaibo, que realiza cada dos semanas con el objetivo de retirar los 100 dólares que le envía su marido desde Ecuador.
«Se fue hace cinco meses porque no nos daba ni para comer con cuatro hijos que tenemos (de 6, 9, 10 y 13 años). Es mejor hacer este trayecto y hacer la compra aquí que trabajar en Venezuela, que el dinero no vale nada”, explica Torres.
Un poco más adelante José León se adormece sentado sobre sus maletas. «Vengo de Maturín, un viaje de dos días que he hecho en cuatro por las demoras y averías del bus”, cuenta el joven llegado del estado de Monagas.
Después de sacar los 50 euros que le envía un amigo desde Rusia, podrá continuar su viaje hasta Perú. La mayoría reciben las transferencias de parientes emigrados a España, Estados Unidos, Ecuador o Perú. Las cantidades suelen rondar los 100 dólares, aunque algunos vecinos de la fronteriza ciudad de San Cristóbal cruzan semanalmente por 200 soles peruanos (unos 60 dólares).
Se disparan las remesas frente a la caída del bolívar
El envío de remesas al Note de Santander, con Cúcuta como capital, se ha duplicado en el último año. En 2016 ingresaron 68,7 millones de dólares en los tres primeros trimestres del año, mientras que en 2017 se incrementó hasta los 127,8 millones en el mismo periodo, según datos del Banco de la República colombiano. Encabezan la lista de emisores España, con 32,5 millones, y Estados Unidos con 26,1.
De todos los países aumenta el envío excepto de Venezuela, desde donde cae en un millón hasta situarse en 400.000 dólares. Pese a que no existen estadísticas al respecto, es muy probable que este exponencial aumento se deba a los giros de familiares venezolanos que han abandonado el país en los últimos años.
Sin datos oficiales por parte de las autoridades venezolanas el éxodo resulta incalculable, pero ya se contabiliza por millones. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), para el 2015 habían salido de Venezuela 606.281 personas. Sólo a Colombia emigraron 552.000 venezolanos en 2017, un 110% más que el año anterior.
Como en casi todo lo referente a la masiva llegada de venezolanos, Cúcuta también se ve desbordada por el incremento de operaciones financieras. En la ciudad sólo siete locales ofrecen este servicio: seis Western Union y otro de Financiera Pagos Internacionales, S.A., donde tres horas antes de su hora de cierre ya se ha terminado el efectivo.
La enorme y creciente diferencia entre el dólar oficial y el cambio paralelo ha disparado el envío de remesas preferiblemente a las zonas fronterizas de Colombia que a territorio venezolano.
Si un venezolano retira 1 dólar en Venezuela, le entregarán 11.311 bolívares al cambio oficial (Dicom). Si lo retira en Cúcuta, recibirá 2.807 pesos colombianos, que podrá cambiar en el mercado paralelo regido por DolarToday a 100.250 bolívares a día de hoy, pues el cambio en la frontera varía a diario.
El precio del bolívar frente al peso colombiano ha caído en picado desde el segundo semestre de 2013, cuando el bolívar fuerte estaba en 70 pesos, mientras que ahora se sitúa en 0,020. «Es una bobada venir a cambiar bolívares porque ya no te dan nada. El bolívar es papel mojado”, reclama un anciano en una de las filas.
Por eso casi todos los venezolanos que recogen giros en Cúcuta los gastan en esa misma ciudad para obtener los productos imposibles de encontrar en su país o comprar el pasaje de autobús para seguir su ruta hacia otros destinos. Incluso en las ciudades fronterizas de Venezuela cada vez más comerciantes han decidido aceptar únicamente pesos colombianos en sus negocios.
Los intentos fallidos de Venezuela para atraer capitales
En ese sentido, el gobierno de Nicolás Maduro aplicó en los últimos meses varias medidas para contener esa notable sangría de capitales y combatir así lo que considera un ‘ataque económico’ desde el país vecino.
En junio del pasado año, el Ejecutivo bolivariano puso en marcha un programa de subastas que adjudicaba divisas por sorteo cada dos semanas, después de un estricto control instaurado en el país desde 2003.
Durante tres meses, centenares de venezolanos se aglomeraron en los cajeros automáticos de Cúcuta para extraer dólares (hasta 700) con sus tarjetas de los bancos del Estado hasta agotar el efectivo de las máquinas.
A comienzos de septiembre, el gobierno de Maduro suspendía dichas subastas para «librarse del dólar”, al tiempo que anunciaba el pago de su deuda en otras divisas como reacción frente a las sanciones de Estados Unidos.
El pasado viernes, el Banco venezolano recuperó las subastas de divisas tras eliminar el tipo de cambio protegido (Dipro) de 10 bolívares por dólar vigente desde 2016 y reactivar un nuevo sistema de cambio complementario (Dicom).
Las primeras adjudicaciones se conocieron este 5 de febrero, por lo que en pocos días podría repetirse la oleada de retiros en las sucursales cucuteñas. Pese a las iniciativas del gobierno bolivariano, el bolívar ha mantenido su hiperdevaluación, que sólo desde mediados del pasado año hasta hoy fue del 1.750% frente al peso.
Persecución a los cambistas ilegales
La pérdida del valor del bolívar y los cambistas ilegales pusieron en jaque a las 226 casas de cambio autorizadas en Cúcuta (un 20% del total en el país), que durante una semana de octubre cerraron sus puertas en protesta por el descontrol del mercado negro.
La acción policial logró extinguir a los maneros, los cambistas callejeros sentados en los arcenes del paso fronterizo en La Parada, que hace un año agitaban fajos de billetes de 100 bolívares para atraer a sus clientes.
Sin embargo, ante el creciente envío de remesas desde el extranjero en los últimos meses ha surgido otra modalidad ilícita en el mercado cambiario: el recibo de giros o el ingreso de transferencias a cuentas venezolanas por parte de operadores de cambio no autorizados.
Por ejemplo, un venezolano en Cúcuta con cuenta en su país que recibe dólares y pesos en efectivo para luego transferirlos en bolívares (evidentemente al cambio extraoficial) a la cuenta venezolana del cliente. En las calles de la ciudad han proliferado los carteles publicitarios de «Transferencias a bancos venezolanos” o «Se transfiere a Banesco (entidad bolivariana)”.
Esta nueva dinámica de lavado de activos obligó a la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (Dian) a anunciar la semana pasada un refuerzo de los controles cambiarios. Entre 2016 y 2017 se adelantaron 63 acciones de control a establecimientos no autorizados, con apertura de investigación. Hasta la fecha se han recaudado 365 millones de pesos por sanciones de este tipo. Se proyectaron actos sancionatorios por 648 millones y cursan investigaciones por un valor estimado de 2.000 millones.
«Cada local de servicios financieros en Cúcuta realiza un estimado de 8.000 operaciones (giros) mensuales”, afirma a DW la directora de Gestión de Fiscalización de la DIAN, María Pierina, quien asegura que debido a la necesidad de los venezolanos se ha detectado un preocupante aumento en el uso de operadores cambiarios no autorizados para efectuar sus giros.
Deutsche Welle tuvo ocasión de acompañar uno de los primeros operativos contra esos locales. Varias decenas de policías y miembros del Esmad (las fuerzas antidisturbios) descendían de dos camiones estacionados en el centro de la ciudad ante la pasmosa sorpresa inicial del bullicioso gentío a las dos de la tarde. Los funcionarios de la DIAN irrumpían escoltados en dos de los locales de cambio: una minúscula cabina en una ferretería y una pequeña oficina dentro de una tienda de ropa, ambas locaciones improvisadas en medio del reciente auge cambiario.
En la primera, el propietario apareció al cabo de una hora y en su caja no había dinero pues había cerrado por la mañana. En la segunda, su dueña se desmoronaba a medida que los inspectores abrían gavetas repletas de billetes y los contaban mientras le explicaban las sanciones que debía afrontar.
«Me vine de Venezuela hace cuatro meses con todos mis ahorros para ganarme la vida y esto es lo único que pude montar. Pago dos millones de arriendo, 500 mil de luz y apenas gano 100 mil pesos al día. A mí esto me afecta mucho, porque ahora cierro y lo pierdo todo, no puedo pagar ni la multa”, lamenta entre sollozos esta vendedora colombiana, quien reitera que estaba arreglando los papeles para legalizar todo «sin intención de estafar o robar al gobierno, simplemente transferir bolívares de una cuenta venezolana, todo legal”.
Los vidrios del pequeño local de unos ocho metros cuadrados se cubren de relucientes letreros como «Comprador profesional de divisas”, «Transferencias a todos los bancos venezolanos” y «Bolívares, bolívares” por todas sus esquinas.
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