El Rey de la Plamplina Frita, por Teodoro Petkoff
Decida usted. Jorge Giordani es: A) Un cínico; B) Un ignorante; C) Un crítico encubierto del gobierno; D) Todas las anteriores. Oigámoslo. «Venezuela es un país dependiente del precio del petróleo y el año pasado nos emborrachamos con una subida de los precios». Como muchos otros venezolanos, Giordani, desde sus tiempos de pacífico izquierdista de academia, viene diciendo eso mismo. Sin embargo, ha tenido la oportunidad suprema de todo soñador.
Ocupar, durante largos años, es decir con el tiempo suficiente, el principal cargo de reordenador de la economía, como parte de un gobierno que se proclama «revolucionario», con apoyo popular y con recursos financieros infinitos. Podía, pues, haber actuado conforme a ese diagnóstico, que los venezolanos repetimos como un mantra desde 1936. Debíamos suponer que el «planificador» Giordani habría tomado las medidas para impedir que «nos emborracháramos con una subida de los precios». No lo hizo y ahora, con la mayor ¿ingenuidad?, ¿cinismo?, ¿ignorancia?, nos dice que «lo que pasa es como los espejismos, como cuando uno va por una carretera del llano y ve la lluvia, son espejismos especulativos». Giordani sabía que esos «espejismos» ya los hemos vivido, ¿no era su deber impedir que repitiéramos la historia? Pero, el camarada Giordani estaba en otra cosa. Soñaba que el diluvio de petrodólares quizás le permitiría satisfacer su modesta ilusión de ser el feliz propietario de tres Ferraris.
De pronto, confiesa que «desde el año pasado se viene notando una desaceleración de la economía». Al cabo de cuatro trimestres consecutivos de desaceleración, Giordani, quien dejó exhaustas sus neuronas después de esa deposición, concluye que «Venezuela tiene que vivir más de la producción y menos de las finanzas». ¡Bravo, Jorge! Es tu huevo de Colón. Lo teníamos ante los ojos y no lo veíamos. Sin embargo, sin ánimo de ser impertinentes ante tamaño salto en la teoría económica venezolana, debería Giordani explicarle al país qué es lo que su gobierno ha hecho para comportarse conforme a esa receta. Giordani nos asombra de nuevo: «Estamos imbuidos de una cultura rentística».
Pobres de nosotros que ni siquiera lo sospechábamos; sin embargo, Giordani, nuestro Moisés en este desierto rentista que nos abruma, ¿qué ha hecho para quitarnos de encima esa maldición? ¿Once años de chaveconomía no han sido suficientes? Pero, más vale tarde que nunca. Giordani tiene la fórmula para el éxito. Después de informarnos algo que tampoco sospechábamos («Hay ineficiencia del Estado, esto es evidente»), la señala también en el sector privado y remata con la piedra filosofal: «Si escogiéramos lo que vamos a hacer y luego decidiéramos juntos, funcionaría». ¿Qué quiere decir? ¿Que Chacu debe dejar de insultar a los empresarios, que debe cesar el hostigamiento brutal al sector productivo privado, que debe destituirse al papanatas de Samán, que deben suspender y revisar las expropiaciones? Giordani debe sacar al país de esta duda existencial. Para que el Jefe no se confunda, termina su charla con una afirmación digna del gurú Meszáros. Hay «una crisis estructural de la lógica del capital y la alternativa es el socialismo». No se podía esperar menos del Rey de la Pamplina Frita.