La «fe de vida», por Simón Boccanegra
Llegan noticias de los llanos apureños -que para todo efecto práctico conforman ese tercer país que ha ido naciendo entre Venezuela y Colombia, denominado genéricamente «la frontera»-, según las cuales entre las FARC de Marulanda y las del «Mono» Jojoy («Mono», en colombiano significa «catire») se ha producido una fractura irremediable. Según dicen por allá, es una disputa de profundo contenido ideológico y hasta filosófico: el control del tráfico de cocaína hacia nuestro país. Gente del «Mono» dice que si muriera Marulanda, los 54 frentes de las FARC se transformarán en 54 bandas de traficantes. Pero lo más grave de todo es que corre la bola por aquellas desolaciones llaneras de que Ingrid Betancourt y los tres gringos estarían muertos y por eso es que la inefable «fe de vida» no aparece por ningún lado. Si uno lo piensa bien, podría ser cierto, porque el propio Iván Márquez habría podido traer en su maleta esa «fe de vida». Es una cosa tan sencilla como tomarle una foto o un video a la señora, con un periódico del día en sus manos. Es lo que hace Fidel, por ejemplo, para que la gente sepa que sigue vivo: se retrata con la edición de Granma del mismo día que se toma la foto. ¿Por qué una cosa tan fácil no la hacen los tipos de las FARC? No van a decir que es porque no pueden, porque es bien sabido que andan con las últimas novedades tecnológicas en sus morrales. Ojalá esto no pase de ser un rumor e Ingrid y los demás secuestrados no hayan sido asesinados.