País/Titanic, por Juan Vicente Gómez
Autor: Juan Vicente Gómez
Perdón por la tristeza. Hoy no tengo ganas ni quizás fuerzas para escribir demasiado. La disciplina de alimentar esta columna de los viernes me ha sacado de la cama tras un virus demoledor que vapuleó por igual las defensas del cuerpo y la cabeza.
La debilidad, el malestar, empeora al sentirse a bordo de un gigantesco barco que se va a pique, naufragio anunciado sin iceberg, pecado de negligentes desde el inicio, capitanes sin licencia que no tenían idea de cómo maniobrar este navío.
La deprechera magnifica la lectura del final de esta historia. El gélido mar es la tumba certera a la que saltan algunos incautos desesperados por sobrevivir, mientras otros enfrentamos el destino inevitable pero sin abandonar el navío
Decirlo en portugués sería más sencillo, “saudade”, una sola palabra que engloba varias acepciones con sentimientos diversos, desde la nostalgia, a secas, de haber disfrutado travesías previas en barcos que sí llegaron a buen puerto; hasta la rabia alimentada a la fuerza de tantas renuncias impuestas por las nuevas realidades.
Perdón por la tristeza. Naufragio es naufragio y estas letras quieren ser las notas, metafóricas, de aquella orquesta legendaria que siguió tocando hasta el final.