Síndrome del número en sustitución del literal, por Rafael Antonio Sanabria M.
Con la reforma curricular del nivel de Educación Básica, hace cerca de 20 años, la escuela primaria pasó de la evaluación cuantitativa a la cualitativa. Mas el número sigue inmerso en el hecho evaluativo. Muchos docentes dicen “el literal A representa la calificación de 20 puntos” o utilizan el literal para evaluar una actividad y decir “sacaste A en tu exposición, y tienes B en la maqueta”.
Estamos evaluando cuantitativamente y no cualitativamente.
Nuestros docentes no están formados en evaluación cualitativa, utilizan los literales para calificar el contenido actitudinal, y asignan un número para la calificación. Es necesario emprender una profunda revisión en materia evaluativa para producir un cambio conceptual, procedimental y actitudinal en el evaluador de educación primaria. Esta mala praxis está ocasionando que el producto de nuestras aulas presente patologías educativas, porque no se está evaluando sino midiendo las capacidades.
Los supervisores inmediatos (directivos) son testigos de estos hechos y callan, por ignorancia o por limitada capacidad, convirtiendo la práctica docente en una acción inapropiada.
El diario docente (2009-2010) quien cita a Guerra (1996) refiere que existen prácticas educativas inapropiadas que él considera como patológicas y en tal sentido vale la pena reflexionar sobre ciertos actos a la hora de evaluar (pág 12). De acuerdo al autor estamos frente a unos evaluadores cuantitativos, que tienden a ser rigurosos, imparciales y al mismo tiempo poco precisos. Tienden a dejar por fuera aspectos que sólo de forma cualitativa y descriptiva pueden registrarse.
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¿Qué concepción tiene el docente sobre los literales? ¿En cuál momento de la evaluación se utilizan los literales? Por qué un docente que ha tenido en el componente docente de su carrera la asignatura Evaluación presenta esta patología que no sólo afecta en el momento sino a futuro. Da la impresión que se evalúa para controlar, pero la evaluación no debe reducirse a controlar, su función es educativa. No debe reducirse a emitir una calificación final. La evaluación es útil para educar. Es herramienta útil para explicarle al estudiante de donde provienen sus evaluaciones y analizar los aciertos y desaciertos para planificar los cambios.
Las evaluaciones al final de cada año académico reposan en los archivos de las instituciones escolares y no se toman en cuenta para iluminar el siguiente proyecto educativo e introducir mejoras. Hay que inculcar en el docente la noción de que evaluar va mucho más allá de asignar una letra a un estudiante, es valorarlo en toda la dimensión humana.
Eso supone el fortalecimiento de destrezas y habilidades cognoscitivas, afectivas y psicomotoras para la formación integral y superación de dificultades, utilizando procedimientos técnicos, instrumentos, tipos y formas que contribuyan a potenciar el rendimiento estudiantil. Urge hacer una revisión exhaustiva sobre esta patología que al final se convierte en una desvirtuada práctica que irrumpe en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Se debe pensar en la enseñanza como arte y el profesor como artista. Que el evaluador es un experto que interpreta lo que observa y cómo ocurre en un medio saturado de significados. Reitero, debe entenderse que el enfoque cualitativo debe ser sensible a las cualidades que emergen en el aula, tratar de capturar lo singular y relevante, las relaciones que definen el comportamiento, las personas y el desarrollo de los procesos.
Se escucha a docentes hablar que los tipos de evaluación son: cualitativa y cuantitativa. Obviando otros tipos: diagnóstica, formativa y sumativa. Y las evaluaciones se dejan inconclusas, porque al final se ignoran la auto-evaluación, la co-evaluación y la hetero-evaluación, tres formas de suma relevancia para hacer de nuestros educandos individuos evaluados, como un servicio neutro de información al alcance de todos.
Otro ejemplo son los cierres de proyectos que es la oportunidad para destacar la visión de cada actor en cuanto a los alcances y logros de los estudiantes, pero se desperdicia el momento, limitándolo a la entrega de un recuerdo, un pasapalo o un aplauso de rigor, pero la esencia de ese hecho tan valioso, aún se encuentra alejada de su verdadera etimología.
¿Quién tiene la responsabilidad? Reflexionemos y apliquemos reingeniería donde haga falta.
La buena evaluación construye hombres exitosos.