Colapso del Ipasme empezó en 2004 cuando el servicio de «cortesía» ignoró la afiliación
El Instituto de Previsión y Asistencia Social para el Personal del Ministerio de Educación (Ipasme) fue fundado en 1949 y sirvió como modelo de atención sanitaria. Los trabajadores afiliados se sentían orgullosos y pagaban sus cotizaciones sin resistencias, hoy solo acumula quejas y reclamos que desde el Gobierno intentan tapar a punta de pintura y arreglos que no ocultan que los servicios asistenciales ya no sirven
A medias. Así funciona, según dicen sus mismos trabajadores, el Instituto de Previsión y Asistencia Social para el Personal del Ministerio de Educación (Ipasme), cuyo objetivo es —o era—promover y desarrollar un sistema de seguridad social integral, orientado al mejoramiento permanente de la calidad de vida de los profesores, maestros y personal administrativo perteneciente al Ministerio de Educación (ME) y otros organismos afiliados, mediante la prestación de créditos hipotecarios o personales, médico, recreativo, deportivo y de ayudas socioeconómicas. Actualmente está muy lejos de su meta.
Empleados activos de las sedes de Ipasme ubicadas en Caracas contaron a TalCual que no les entregan «ni un bolígrafo para trabajar». También denunciaron que, aunque el deterioro del Ipasme viene desde hace muchos años, la directiva actual solo se ocupa de intentar tapar «a punta de pintura» las deficiencias del centro médico, que cada vez son más notorias. En el caso de los jubilados, lamentan que la institución a la que le dedicaron tantos años no les garantice la asistencia médica pertinente ni el goce de beneficios por los que trabajaron.
«La debacle del Ipasme inició en el 2004, cuando el Gobierno y la junta presidida en ese entonces por Jesús Álvarez (presidente), Orlando Pérez (vicepresidente) y Teolindo Jiménez (secretario), deciden por instrucciones del alto Gobierno abrir el Ipasme para todo el mundo», asevera Luis Cano, presidente del Frente en Defensa de los Jubilados y Pensionados.
Sostiene que la decisión de atender a pacientes por «cortesía», como se les dice a los que no son afiliados ni cotizan en el centro, se originó debido a que el Ipasme empezó a asumir el rol de la salud pública que «comenzaba a deteriorarse al igual que el seguro social».
En ese entonces, Cano, quien ya era dirigente del Sindicato de Hospitales y Clínicas, les advirtió acerca de las consecuencias que eso podía tener, debido a que el organismo estaba diseñado para una cantidad de pacientes. «Recuerdo que les puse el ejemplo de un carro diseñado para cinco puestos al que le metían 15 asientos más. Por supuesto, ese carro va a rodar, pero va a llegar un momento que se va a fundir. Tristemente eso fue lo que pasó».
¿A dónde van los reales?
La Ley de Presupuesto para el Ejercicio Económico Financiero 2023 dedica siete páginas a intentar justificar los ingresos destinados al Ipasme. Los datos señalan gastos dirigidos a pago de nómina, gastos de personal, materiales, maquinaria, suministros y mercancías, entre otros elementos.
Al informe parecen faltarle páginas. No se especifican opciones de créditos hipotecarios, personales, turísticos y asistenciales, ni ninguno de los beneficios de los que anteriormente gozaban los afiliados y familiares de los adscritos al ente público. Tampoco se ven detalles, ni los montos a invertir en cada uno de los servicios médicos que presta; tal y como se hacía en presupuestos de años anteriores. La ausencia de estos datos deja en evidencia que las funciones de la institución están totalmente desvirtuadas.
«La junta actual (del Ipasme) hace parecer que todas las unidades están operativas y que todo funciona bien, pero no es así», asegura Eugenia, una trabajadora que pidió resguardar su identidad.
Con ella coincide Gleisida Luna, trabajadora de la unidad Don Simón Rodríguez (ubicada en la avenida Fuerzas Armadas), y delegada sindical de hospitales y clínicas, quien comprobó en un recorrido reciente por la unidad que todos los servicios tienen un «déficit generalizado: laboratorio no tiene personal de bioanálisis, no hay hematologías por falta de reactivos, no hacen exámenes de heces, ni orina y también se llevaron los equipos para hacer perfiles hormonales».
Luna denuncia que las áreas de densitometría ósea, mamografía y rayos X tampoco prestan servicio porque los equipos no funcionan. En el caso de las dos primeras desde hace años, y rayos X desde hace dos meses aproximadamente.
«Hacen ir a los trabajadores para estar sentados. Pagan pasaje, pierden dinero y nosotros no ganamos como para ir a perder el tiempo», subraya la enfermera del Ipasme.
En odontología funcionan a medias: «Solo se hacen limpiezas, alguna extracción que otra, pero no tienen todo el material que se requiere, es decir gasas y anestesia”, explica Luna. En otros servicios, como ginecología, hacen los exámenes pero no pueden procesarlos.
«Entonces mandan a la paciente a que lo haga en otro laboratorio. Luego debe pedir otra cita para que le revisen los resultados. Tenemos espéculos antiguos, pero no contamos con jabón, cloro ni nada con lo que desinfectarlos», afirma la delegada sindical.
Luna también reclama que en la sala quirúrgica opera la Misión Milagro, un proyecto que inició en el país en el año 2004 con el apoyo del Gobierno de Cuba con el propósito de que personas con pocos recursos pudieran ser operadas de distintos problemas oculares. La queja de la delegada sindical se debe a que no atienden a los trabajadores y afiliados al Ministerio de Educación.
«Un trabajador o personal docente va a evaluarse por oftalmología, y le dicen que no hay, pero ve a la parte de Misión Milagro y verás la cantidad de pacientes. Cuando reclamamos a la directiva, se molestan, cuando lo único que queremos son los beneficios que teníamos antes», señala.
Asimismo, asegura que quienes prestan servicios en la misión «atienden a los pacientes sin guantes, ni las medidas de bioseguridad pertinentes». Esto se comprueba tan solo con entrar a la galería de fotos de la página oficial del Ipasme, en donde se pueden ver a varios especialistas tratando a los pacientes sin guantes, ni tapabocas.
Miguel Martínez, un docente jubilado, critica que «con el Ipasme no se cuenta. No niego la calidad humana de sus médicos y personal, pero cuando vas no hay para hacerse los exámenes, las citas están lejos. La calidad sanitaria es muy deficiente».
Martínez señala que las funciones reales del Ipasme se han perdido: «¿Qué calidad de vida tenemos los docentes?, ¿por qué tenemos que vivir en la miseria? Doy gracias a Dios porque yo estoy sano, pero tengo muchos compañeros que la pasan muy mal».
Puro maquillaje
Los empleados del Centro Nacional de Especialidades Diagnósticas Dr. Julio de Armas, otra unidad del Ipasme ubicada en la parroquia Candelaria, en Caracas, contaron que viven un panorama similar. Al llegar a este centro se pueden ver los resultados de la remodelación que se hizo entre agosto y octubre de 2022. Pero sus paredes, que no tienen mucho tiempo de haber sido pintadas, solo esconden las carencias que afectan a los que buscan atención médica en el lugar.
«Fui a buscar una cita ahorita (segunda semana de enero) para que me atiendan en oftalmología y me dijeron que tienen para abril. Para ese entonces ya seré Topacio«, bromea una trabajadora, refiriéndose a la protagonista de una telenovela venezolana que interpretaba a una mujer ciega. Pero aunque suene gracioso, para las personas que buscan asistencia y necesitan citas cercanas por alguna enfermedad, no lo es.
La falta de médicos en oftalmología y el resto de especialidades obliga a quienes desempeñan su labor en el área de registros médicos a repartir pocos números y poner citas lejanas para los que buscan a una consulta especializada.
En el área de laboratorio, en donde «antes se hacían todo tipo de exámenes», escasamente se consiguen hematologías y perfil 20. Las máquinas para procesar las muestras se dañan «a cada rato; deberían cambiarlas porque tienen muchos años, pero lo que hacen es mandar técnicos que las reparan y, por supuesto, se vuelven a echar a perder», dice una trabajadora, que también denuncia que cuando se hicieron las remodelaciones en el centro, varios equipos se «extraviaron» y «nadie dio respuestas, solo anotaron y eso quedó así».
En la Ley de Presupuesto 2023 hay un ítem que dice que 263 millones 670 mil bolívares (poco más de 12 millones 370 mil dólares a tasa BCV del 26 de enero) van destinados a maquinaria, equipos y otros bienes muebles; sin embargo, la falta de atención en algunas especialidades por la falta de operatividad de muchos equipos hacen que este punto y el destino del dinero que evidentemente no se invierte en el Ipasme, sea cuestionable.
La unidad médica Dr. Julio de Armas tampoco es ajena a fallas de servicios básicos como el agua, que hace que en muchas ocasiones los pacientes que esperan por ser atendidos deban buscar baños en la zona.
Por otra parte, trabajadores de las sedes de Caracas critican que deben sacar de sus bolsillos porque no les dan «ni un lápiz» para trabajar. «Todas aquí tenemos que traer todo lo que necesitamos», dice una secretaria del área de laboratorio mientras enseña el contenido de una cartuchera que tiene desde una grapadora, hasta marcadores, bolígrafos y tirro.
Gleisida Luna asegura que en la unidad Don Simón Rodríguez, en donde presta servicio en el área de psiquiatría los trabajadores deben llevar hasta las hojas para hacer los récipes. «Si esto es así en la capital, no quiero ni imaginar la situación en las sedes del interior del país», manifiesta.
Todas estas denuncias dejan claras que las promesas que hizo Oswaldo Tona, presidente del Ipasme en el 2021 no se cumplieron, ni por su parte ni por la actual junta que preside Yessenia Lara. Tona dijo en agosto de 2021 que en un máximo de seis meses (febrero de 2022), todas las 68 unidades que están en el país estarían reactivadas «con el personal, los recursos e insumos».
El colapso de las salas de espera que ya no se daban abasto para atender a los pacientes por la falta de personal médico o insumos obligó a la directiva a dar la orden de atender solo a los afiliados, sus familiares y a jubilados del ente adscrito al Ministerio de Educación.
Tampoco hay un lugar para reclamar. Todas las denuncias que antiguamente se hacían en la sede administrativa, ahora deben hacerse desde la aplicación VenApp. «Esta nueva junta lo único que está pendiente es de hacer operativos o jornadas que engorden las estadísticas del Gobierno. El resto, no les importa», condena Luna.
Ni para un dolor de cabeza
Anteriormente, el Ipasme contaba con el Sistema de Registro de Enfermedades Crónicas (Sirec), un programa para que los afiliados y familiares directos de estos obtuvieran los medicamentos el tratamientos de enfermedades crónicas o de cualquier índole.
Para que se hiciera efectiva la entrega, el paciente debía ser atendido por un médico del Ipasme para que diera un récipe y así obtener el medicamento. Los problemas para que la iniciativa se llevara a cabo con éxito estuvieron desde el principio por la distancia entre una cita y otra.
«Por lo menos había medicamentos. Ahora, si vas, no tienen ni un simple antialérgico», relata una trabajadora de la sede administrativa ubicada en la avenida Lecuna.
Samantha, una extrabajadora del Centro Nacional de Especialidades Dr. Julio de Armas, cuenta que en el 2017 el Sirec funcionaba pero, «por lo menos ahí, donde yo estaba, entregaban los medicamentos vencidos. Te explicaban que igual funcionaban y que por eso los entregaban así. Inclusive, llegué a pedir medicinas para mi hijo y me dieron antibióticos vencidos. Admito que igual se los di», recuerda.
El Sirec no es el único que está inoperativo: la farmacia habilitada en la Unidad Simón Rodríguez y que fue remodelada en diciembre de 2022 tampoco está prestando servicio.
Otro de los servicios perdidos es el seguro funerario. «Muchos compañeros mueren y tenemos que hacer vacas porque sus familias piden ayuda para poder enterrarlos decentemente», cuestiona una trabajadora. “Nos sentimos desasistidos”.
Cuando el río suena…
Fuertes rumores aseguran que en los quirófanos ubicados en el Ipasme Don Simón Rodríguez también se prestan para hacer operaciones estéticas a personas que trabajan actualmente en la Misión Milagro. Tres fuentes que laboran en distintas sedes coinciden en el testimonio, a pesar de no tener nexos en común.
«Desde liposucciones, hasta operaciones de senos y glúteos», afirma una trabajadora que, aunque dice que no tiene pruebas, compañeras que laboran en el área quirúrgica dan fe de ello. «Hay que soltar la lengua, porque si no, eso queda ahí, guardado», agregó.
Otra fuente, que pidió la reserva de su identidad, aseveró que personal de la sede administrativa «que tienen altos cargos se operaron. Amigos que están en el área de seguridad me contaron que se llegó a hacer un fin de semana y que entraban y salían pacientes de ese quirófano».
TalCual no encontró pruebas que aseguren o desmientan la veracidad de estos testimonios.
El instituto modelo
«Decir que trabajabas en el Ipasme era un orgullo. Teníamos de todo: recreación, salud y derecho a pedir créditos para comprar vehículo o apartamento», rememora Luis Cano, quien entró a ser parte de la nómina de la institución en el año 1976 y desempeñaba labores como técnico electrónico.
«Yo tuve la oportunidad de crecer ahí junto a mi familia. En el Ipasme éramos privilegiados. Nos hacíamos llamar la familia Ipista (…) Se tenía hasta la manera de crecer a nivel profesional y personal», argumenta Cano.
Por esa razón tilda de lamentable que la institución «en la que todo médico quería trabajar» viva una situación tan precaria.
En referencia a la parte recreativa, recuerda que el organismo contaba con dos hoteles habilitados para la estadía: El Club Villa Ipasmar (Río Chico) y el Hotel Valle Grande (Mérida), que actualmente no prestan sus servicios ni para personal activo, ni jubilado.
«Antes de la pandemia trataron de habilitarlo a través de los conocidos full day», indicó. Pero estos planes tampoco están habilitados actualmente.
«Lo que sí me llama la atención es que todavía le sigan descontando a los docentes de su salario. Uno no sabe a dónde se va ese dinero», cuestiona. «También tenemos un fondo de ahorro, que cuando vas a pedir respuesta, no te dicen nada».
Cano insiste en que es indispensable recuperar el Ipasme, «y más ahora que estamos viejos que es cuando más necesitamos que nos atiendan». Por esa razón rechaza los operativos que hacen para jubilados de vez en cuando para tratar de calmar los reclamos. «Lo que queremos es que funcione en todo momento cuando se necesite», manifiesta.
*Lea también: El Ipasme ya no asiste a nadie (III)