La Venezuela que «no se arregló»: El colapso de la industria nacional
La industria venezolana difiere de la opinión generalizada que se ha extendido sobre una economía que ha mejorado en los últimos años, puesto que más allá de los restaurantes y bodegones en Caracas, fuera de las importaciones y el comercio, la producción industrial sigue por los suelos y la esperanza de recuperación requiere de políticas asertivas que el oficialismo no parece estar dispuesto a tomar
Recorrer el este de Caracas es encontrarse cara a cara con el realismo mágico abordado por autores como Gabriel García Márquez, uno más moderno y menos fantástico, pero igual de disonante al compararlo con la realidad.
En esta zona pueden apreciarse construcciones en cada cuadra, la apertura de nuevos locales cada semana, autos de lujo que resuenan sus estridentes motores en la vía, celebración de conciertos de artistas con reputación internacional, salas de casino repletas, ferias de foodtrucks y en general, una economía que se mueve como cualquier distrito con una doctrina agresivamente capitalista.
Estos elementos no deberían ser atípicos en las zonas comerciales de cualquier otro país, pero en el caso de Venezuela es diferente. Después de todo, en una nación sometida a una contracción económica de casi una década y con un Gobierno que criminalizó el enriquecimiento y el capitalismo, esta actividad económica compone un retrato de compleja asimilación.
Gracias a estos pequeños resquicios de crecimiento y progreso económico, la narrativa en torno a la recuperación del país ha empezado a cobrar forma. La frase «Venezuela se arregló» es tomada a chiste por algunos y por otros como una conveniente realidad.
El oficialismo no perdió tiempo. Se plegó a esta narrativa con un discurso que parecería impulsado, otrora, por la oposición al gobierno de Hugo Chávez, quien condenaba estas prácticas «capitalistas».
El chavismo mutó de un Chávez que ordenó el cierre de casinos y la prohibición de transmisiones hípicas, que expropió industrias y antagonizó a empresarios, a un Maduro que recibe con los brazos abiertos los juegos de envite y azar, devuelve empresas expropiadas y se reúne con gremios empresariales.
Frotándose las manos, Maduro y demás voceros del nuevo chavismo —ese que celebra el capitalismo— entonan con vehemencia el eslogan: «Venezuela se está arreglando». Argumentan que los emigrantes empiezan a regresar e incluso se atribuyen la responsabilidad de este resurgir económico, omitiendo diminutos detalles como su participación en la contracción económica o la realidad fuera de esta burbuja de crecimiento en el este de Caracas.
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Es así como representantes del oficialismo como el contralor general designado por la ilegítima asamblea constituyente, Elvis Amoroso, hablan de un proceso de «ingeniería financiera» aplicado por el chavismo que habría logrado «reponer la estabilidad» del país.
Pero fuera del discurso político del chavismo, el eslogan se torna polarizador y desata acaloradas discusiones sobre la realidad de Venezuela y la naturaleza de este aparente resurgir económico.
Al trasladar el debate a redes sociales, las opiniones son diversas. Para algunos, la calidad de vida mejoró frente a las condiciones de 2015 hasta 2018, los años de la escasez generalizada, el «bachaqueo» y las interminables colas para adquirir productos básicos.
Pregúntenle a un trabajador de oficio, empleada del hogar, jardinero o plomero si está mejor hoy ganando 15-20$ diarios o hace 5 años haciendo horas de cola al sol para comprar comida por terminal de cédula o pagando sobreprecios absurdos a bachaqueros enchufados.Eso es revelador
— David Rodríguez (@DonDave7) April 9, 2022
Hoy estoy mejor que en el año 2017, pero estoy peor que en el año 2011.
Entonces, ¿Venezuela se está arreglando?
— Andrea Delgado C 🇻🇪 (@DelgadoAndreaC) April 7, 2022
Otros señalan la realidad que se vive en el interior del país, con servicios como la electricidad más deteriorados que nunca o la red hospitalaria totalmente deprimida e incapaz de atender enfermedades.
Aunque muchos se aferran – ya que esto es mejor que nada – A creer que por conciertos o restaurantes en ciertas zonas más llenos Venezuela está arreglada…La verdad es que no. Invito a visitar un hospital o entrar al metro, sin contar que muchos no pueden comer 3 veces al día
— Soybabuito (@soybabuito) April 8, 2022
No me digas que Venezuela se está arreglando porque vengan 40 artistas internacionales a showsear en el país. Mi universidad sigue en ruinas y si tu burbujita no permite verlo, entonces jódete y sigue pensando que el país está mejor.
— Navajo🐺 (@ProdNavajo) April 9, 2022
Pero esta discusión en torno a la frase de moda es útil para analizar el verdadero estado actual de la economía venezolana y si, más allá de la ola de conciertos y la multiplicación de los bodegones en algunos puntos del país, hay motivos para alegrarse.
Rebote en el fondo
Tocar fondo tiene un aspecto positivo y es que solo es posible subir. Aunque parece un concepto extraído de un libro de autoayuda, la frase no pudo calzar mejor con lo que experimentó Venezuela en 2021.
La pandemia iniciada en 2020 acabó por enterrar a una convaleciente economía. La paralización total tres cuartas partes de la industria y el comercio nacional durante medio año liquidaron cualquier oportunidad de desarrollo en ese año.
Se estima que el producto interno bruto (PIB) venezolano cayó un 30% durante 2020 a raíz de las restricciones establecidas para contrarrestar la propagación de la covid-19. Esta masiva contracción se sumó a siete años de caída libre de la economía venezolana. Como consecuencia, desde 2013 hasta el cierre de 2020, el PIB quedó reducido a apenas un 20% de su tamaño.
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Para una economía que en ocho años pasa a tener el tamaño de una quinta parte de lo que fue, la recuperación es la única opción. 2020 fue un año con una caída tan descomunal que cualquier atisbo de producción —en gran parte motivado por el cese del parón por covid-19— impulsaría un avance.
Así fue que Venezuela se recuperó un puñado de puntos porcentuales en 2021. Maduro se refirió a este aumento, pero lo edulcoró al mencionar únicamente el 7,6% de recuperación registrado en el tercer trimestre del año.
De acuerdo con cifras del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), la actividad económica de Venezuela repuntó un 6,8% durante 2021, ante el escepticismo de organismos multilaterales que estimaron una caída reducida.
Este 6,8% que estima el OVF es una pequeña porción si se compara con el 30% de contracción registrada en 2020. Es decir, Venezuela se recuperó, pero el PIB sigue lejos de alcanzar el nivel que tuvo al inicio de 2020 y ni hablar del tamaño que presentaba al comienzo de 2019, cuando empezaron las reformas económicas del oficialismo.
De hecho, si se toma en cuenta el período desde el cual se empezaron a aplicar estos cambios en la política económica del chavismo, se puede notar una caída del 54% del PIB desde 2018 según las cifras que maneja el Fondo Monetario Internacional (FMI). Claro está, esta cifra guarda una relación estrecha con las sanciones financieras de Estados Unidos y la reducción masiva de los ingresos petroleros propiciada por una caída en los precios del mercado internacional, así como en la cada vez menor producción de la estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa).
Esta debacle ha venido acompañada de una crisis industrial sin precedentes. La ausencia de condiciones para producir en el país y las barreras impuestas por las restrictivas políticas económicas del chavismo han hecho mella en la industria privada, el sector secundario del que depende la producción nacional.
La industria no se «arregló»
Los datos desde el sector industrial no son nada favorecedores. La contracción ha sido continua durante la última década y 2020 representó la fosa más abismal que haya enfrentado la industria venezolana en su historia.
La Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria) ha advertido cada trimestre durante el último lustro sobre esta disminución de la actividad industrial. El Gobierno no tomó medidas, sino que mantuvo sus políticas restrictivas y confrontó a la empresa privada. El resultado fue una caída masiva en la producción que provocó desabastecimiento y hambre.
Un medidor idóneo para determinar los niveles de producción es el uso de la capacidad instalada, que indica qué porcentaje de producción tiene la industria frente a su capacidad total. Es decir, si una fábrica está construida de forma que pueda producir 100 unidades de empaques al día y solo confecciona 20, su uso de la capacidad instalada es del 20%.
La contracción en la última década ha sido tal que Venezuela pasó de un uso de la capacidad instalada del 60% en 2012 a apenas el 18% en 2019. En siete años la industria cayó de niveles estables a una situación crítica.
Los resultados de la Encuesta Cualitativa de Coyuntura aplicada por Conindustria para el cuarto trimestre de 2021 reflejan que el uso de la capacidad instalada alcanzó un 27%, el nivel más alto que ha tenido la industria desde el primer trimestre de 2018.
Esto demuestra que para el cierre de 2021 sí existió una recuperación, un repunte que ofreció algún atisbo de esperanza de cara a 2022. Pero la ilusión no se hizo presente durante tanto tiempo, puesto que el primer trimestre no arrojó el rendimiento esperado.
Por supuesto, estas esperanzas son una simple ilusión de mejoría y no significa que los niveles de producción sean óptimos. En comparación, las industrias de Colombia y Brasil utilizan un 81% de su capacidad instalada. Venezuela necesitaría años de crecimiento constante para alcanzar esos niveles.
Aunque aún no hay estadísticas formales sobre los resultados de la industria en este primer trimestre del año, expertos aseguran que inició algo flojo. Pero sin lugar a dudas, lo que preocupa realmente a la industria es el panorama para lo que resta de 2022.
El Gobierno una vez más, sin escuchar las voces de los actores económicos, decidió imponer medidas económicas estrictas que, aunque no tienen un tinte regulador, terminan perjudicando la actividad económica por falta de planificación.
Entre ellas, destaca la reforma a la Ley de Impuesto a las Grandes Transacciones Financieras (IGTF) que grava las transacciones efectuadas con divisas o criptomonedas no emitidas por el Estado.
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De igual forma, regresó el tono poco conciliador y amenazante que empleaba el chavismo antes de 2019. Las amenazas sobre sanciones y fiscalizaciones siguen presentes, mientras que las medidas positivas como la liberación de la banca para la recuperación de la actividad crediticia, siguen quedando pendientes.
Con este contexto, la industria sigue sufriendo, con o sin recuperación. Ese 27% es empujado por algunos sectores que tuvieron cierto éxito entre 2019 y 2021. La realidad para otras industrias es que todo ha empeorado.
Los resultados de la Encuesta de Conindustria muestran que sectores como Textil y Calzado o Maquinaria cayeron de manera importante en el último trimestre de 2021, pese al crecimiento del que hablaba Maduro en sus discursos de fin de año.
El estado de la industria es más que delicado y requiere de medidas certeras para recuperarse. Representantes de algunos sectores industriales del país explicaron a TalCual los problemas que afrontan y las razones por las cuales «Venezuela no se ha arreglado».
Textil y Calzado
Desde la Cámara de la Industria del Vestido (Cavediv) explican que el golpe de la pandemia los siguió perjudicando hasta el último trimestre del año pasado. El esquema de cuarentena 7+7 establecido hasta noviembre del año pasado perjudicó sus números.
Pero más allá de la cuarentena, los problemas del país ejercen un peso importante. La deficiencia en la prestación de servicios públicos como la electricidad, el combustible, el transporte o la conexión a internet son condicionantes para la operatividad.
Se añade el hecho de que los gastos se mantienen a pesar de la baja operatividad. La Directora Ejecutiva de Cadevid, Mariela Osorio, explicó que los servicios como la electricidad se cobran por tarifas preestablecidas y no por consumo real.
«En cuanto a los servicios, se están facturando sin mediciones reales de consumo, sino aplicando promedios de consumo en las épocas en que las empresas laboraban horarios completos semanales, lo que implica que se está cancelando más del doble por consumo real», detalló.
La competencia desleal con productos importados exentos de aranceles es otro de los elementos que están perjudicando al sector, ya que la producción nacional no puede competir en precios con los bienes importados, que son más accesibles debido a que no pagan impuestos.
Todos estos factores empujaron al sector a producir, en promedio, a un 20% de sus capacidades. Osorio considera que, pese a la mejora, todavía falta mucho para poder hablar de una recuperación. «Se observa una leve mejoría en el sector, pero aún falta mucha tela que cortar, para considerarlo como una recuperación significativa», recalcó.
Farmacéutico
Las cifras de la Cámara de la Industria Farmacéutica (Cifar) indican que el cierre de 2021 fue positivo, con un ligero crecimiento debido a la flexibilización de la cuarentena y el aumento del consumo en los sectores de alimentos y medicamentos.
No obstante, el inicio de 2022 no fue del todo bueno para el sector farmecéutico. La reducción de casos de covid-19 indujo a una menor demanda de productos, con lo que se registró una caída en la producción.
Especialmente febrero y marzo no fueron meses especialmente buenos. Tito López, presidente de Cifar, cree que el motivo de este bajo rendimiento es una menor actividad comercial como consecuencia del pago del Impuesto Sobre la Renta (ISLR) y otros hechos económicos que han generado incertidumbre en la economía nacional.
«Imagino que tiene que ver con el pago de impuestos, el ajuste salarial y una contracción de los casos de covid-19 que ha frenado la venta de insumos para combatir con esta enfermedad», analizó.
Las distorsiones no atajadas sino más bien avaladas por el Gobierno acaban por atentar contra la industria farmacéutica aún más que cualquier impuesto.
López denuncia que durante los últimos meses se ha evidenciado una masiva importación de productos que no son auditados, además de que acaban en farmacias móviles que comercian insumos al margen de la industria nacional, que no son calculados por las empresas que hacen mediciones sobre las ventas de productos farmacéuticos en el país.
«Entran a la categoría de las cadenas grandes que se están abriendo. Son importadoras bajo una misma dirección fiscal, lo que es inconstitucional. Eso está haciendo un gran daño a la industria nacional», detalló.
En cuanto a la opinión popular de que Venezuela «se está arreglando», López considera que ni en su sector industrial ni en la industria en general cabe esa afirmación. Sostiene que el ciudadano de a pie lo sabe mejor que nadie.
«Venezuela no se ha arreglado. Eso se lo dices al ciudadano de pie y yo creo que le da un infarto, sobre todo a los pensionados ¿Que vamos quizás iniciando un camino hacia una recuperación económica? Sí, pero todavía falta mucho camino que recorrer. Si por año se va a recuperar de 3% a 5%, para nosotros tener una buena recuperación tendrían que pasar 10 años», razonó.
Automotor y autopartes
El sector automotor es una de las mayores víctimas de la debacle industrial de la última década. De llegar a ensamblar unas 172.000 unidades anuales, comercializar casi medio millón de vehículos y exportar hasta $260 millones en autopartes, ahora con suerte se ensamblan unas pocas unidades, contadas con los dedos.
La Cámara de Fabricantes Venezolanos de Productos Automotores (Favenpa) tuvo registro de apenas ocho vehículos ensamblados en Venezuela durante 2021, mientras que el país cuenta con un parque automotor con un 53% de vehículos fabricados en 2006, con 15 años o más de uso.
Ante la necesidad de actualizar el parque automotor, la industria no tiene respuesta a estas necesidades y cada vez se ensamblan menos vehículos al año. El presidente de Favenpa, Omar Bautista, es enfático al afirmar que su sector no está siquiera cerca de «arreglarse».
«Nuestro sector no se ha arreglado. El otrora mercado de equipo original, de las ensambladoras de vehículos, llegó a representar el 42% de las ventas totales de autopartes nacionales. El año pasado fue cero y también cero el primer trimestre de 2022, ya que el ensamblaje de vehículos ha desaparecido del país», recalcó.
Los problemas descritos por Bautista se asemejan a los explicados por otros sectores. Guardan relación con la competencia desleal contra productos importados, la sobrevaluación del bolívar que incentiva la importación y la irregularidad de los servicios públicos. Sin embargo, suman otro factor: la decadencia de otro sector industrial.
La producción industrial se relaciona entre sí. Un sector es fundamental para que otro opere. Si un eslabón en la cadena falla, todo el sistema es perjudicado.
En el caso del sector automotor y de autopartes, sostiene una relación estrecha con la industria del acero, cuya ruina se puede apreciar mediante las cifras de las industrias básicas de Guayana, que operan en un 6% de sus capacidades.
Con todo este contexto, el sector de autopartes ha logrado impulsar la producción a un 25% de su capacidad. No obstante, es una cifra engañosa ya que hay empresas que están completamente paralizadas, pero son contrarrestadas por otras industrias que operan con una alta producción.
«Todos estos factores han impedido que la industria nacional de autopartes inicie su proceso de recuperación y su actividad en promedio está en alrededor a 25%, teniendo empresas que trabajan por debajo de ese promedio, incluso varías paralizadas y otras trabajan por encima de ese promedio», insistió Bautista.
Plástico
La situación de la industria plástica no es mucho mejor. Sus voceros tienen meses advirtiendo los múltiples problemas que padecen y sus consecuencias, ya que es un sector imprescindible para otros sectores industriales.
El sector plástico era representado en 2008 por 827 empresas que acumulaban una capacidad instalada de 258.000 toneladas por mes y empleaban a casi 60.000 trabajadores. 12 años después, se estimaba la permanencia de 300 empresas con una capacidad operativa de 23.000 toneladas mensuales y empleo directo para 16.000 personas.
La caída es evidente y fue consecuencia, no solo de las barreras de la industria venezolana, sino también de una contracción masiva de la demanda, que ahora se estima entre un 5% y 10%. De hecho, con la baja producción actual, se satisface a toda la demanda nacional.
Por esta razón, las posibilidades de crecer dependen del incremento progresivo de la demanda, como explica el presidente de Asociación Venezolana de la Industria del Plástico (Avipla), Khalil Nasser.
«Para el 2021 podemos, con las instalaciones actuales y las empresas del sector que están laborando, cubrir plenamente hoy los requerimientos de nuestros clientes. De mantenerse el incremento de la demanda, que no será violento, ni en el corto plazo, sino progresivo, el sector esta en capacidad de reactivarse también de manera progresiva», señaló.
Para Nasser, la frase «Venezuela se arregló» no podría estar más alejada de la realidad y el sector plástico es un ejemplo perfecto, sometido por las fallas de los servicios públicos, la competencia desleal o la inexistencia del financiamiento bancaria, factores que han hecho que el sector plástico trabaje entre un 10% y un 18%, cuando en países vecinos el estándar es un 60%.
«Mientras no se mejore la situación de más del 80% de la población que está en pobreza o sobreviviendo, no se arregló. La burbuja da a entender que existe una mejoría, lo cual es cierto, pero es a base de bodegones o restaurantes, especialmente en la capital. Puede que solo sea un 5 % o 8% de la población nacional la que está arreglada», subrayó.